«Cuando los conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tengan que decir» Lc 12,11-12.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me niega ante los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando los conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tengan que decir».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«El Espíritu es Paráclito cuando consuela a los pusilánimes, fuente viva cuando da refrigerio a los sedientos, caridad cuando reúne por fe y por costumbres a pueblos de distintas culturas, fuego cuando nos inflama de amor, unción espiritual cuando con el crisma celestial calienta y unge a los creyentes, dedo de Dios cuando distribuye los dones que adornan a los creyentes» (Speculum virginum).
En el capítulo 12 de San Lucas, nos encontramos con Jesús en pleno ministerio, rodeado por multitudes que buscan su sabiduría y su luz. Su misión avanza hacia la redención en Jerusalén, y Él, consciente de lo que se avecina, aprovecha cada momento para instruir a sus discípulos sobre la naturaleza del discipulado y los desafíos que enfrentarán. Les habla no solo de las persecuciones que vendrán, sino de la importancia crucial de ser testigos fieles ante el mundo.
Los discípulos viven en una época de incertidumbre y tensión. Las autoridades religiosas y políticas no miran con buenos ojos la creciente popularidad de Jesús y su mensaje disruptivo. En este contexto de presión, Jesús instruye a sus seguidores a no temer, a confesarlo ante los hombres con valentía, y a confiar en la asistencia del Espíritu Santo en los momentos de tribulación. Las palabras que pronuncia resuenan como un eco que atraviesa los siglos, dirigidas a todos los creyentes que, en diferentes contextos históricos, han sido llamados a confesar a Cristo con sus palabras y con sus vidas.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
La lectura contiene una promesa poderosa y una advertencia solemne. Jesús nos dice que quien lo confiese y se ponga de su parte delante de los hombres, Él también se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Este acto de confesión pública no se limita solo a palabras dichas en momentos de fervor, sino a una vida que refleja la entrega total a Cristo. La confesión aquí es más que una declaración verbal: es la alineación profunda entre nuestro ser y nuestra fe, una coherencia entre lo que proclamamos con los labios y lo que manifestamos en nuestras acciones.
La figura de San Pedro, que negó a Cristo tres veces en el patio del sumo sacerdote, puede iluminar esta enseñanza. Aunque Pedro falló en su confesión ante los hombres en un momento de debilidad, fue levantado por la gracia de Dios y luego se convirtió en un testigo intrépido de la resurrección, confesando a Cristo incluso hasta el martirio. Este ejemplo nos recuerda que la confesión de fe no es solo para los santos perfectos, sino también para los pecadores redimidos, aquellos que, tras sus caídas, se levantan con más fuerza y convicción.
Jesús también nos advierte sobre el pecado de negar al Hijo del Hombre, y menciona el pecado contra el Espíritu Santo, que ha sido objeto de muchas reflexiones a lo largo de los siglos. San Agustín nos ofrece una luz al decir que este pecado consiste en una resistencia obstinada a la verdad que el Espíritu Santo revela en nuestros corazones. Es una negación deliberada de la gracia que busca transformar nuestras vidas. Pero, junto con la advertencia, Jesús da una promesa de consuelo y esperanza: «No se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tengan que decir» (Lc 12,12). Aquí, Cristo asegura a sus discípulos que, en los momentos más difíciles, no estarán solos, el Espíritu Santo, el Consolador, será su guía y su voz. Este es un mensaje de profunda relevancia para nosotros hoy, en un mundo que con frecuencia desafía y rechaza las verdades del Evangelio.
Reflexionando la lectura, respondamos: ¿En qué momentos me he puesto de parte de Cristo, hoy? ¿He sido coherente con mi fe con mis palabras y mis obras? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a mantener viva la llama del discipulado y a crecer en nuestro testimonio cristiano.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, envíanos las gracias y dones del Espíritu Santo, para inspirar, purificar y fortalecer nuestro seguimiento a Jesús y dar testimonio valiente de tu amor y misericordia.
Espíritu Santo, ven a nuestras vidas, fortalece nuestra fe, guíanos en los momentos de duda, y haznos testigos valientes y generosos del amor de Cristo.
Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, inspira y fortalece a la Iglesia en la misión de llevar el Evangelio y la misericordia a toda la humanidad.
Amado Jesús, misericordioso Salvador, haz parte de tu felicidad a todos los difuntos, al lado de María nuestra madre y con todos los santos. Te suplicamos también que los agonizantes puedan contemplar tu salvación.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos, contemplemos al Espíritu Santo con una catequesis de San Cirilo de Jerusalén:
«Se denomina Espíritu “Paráclito” porque consuela, asegura, viene al auxilio de nuestra debilidad. “El mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8,26), gemidos que dirige a Dios. Frecuentemente, un hombre que sufre violencia a causa de Cristo es injustamente deshonrado. Así puede pasar con un mártir, atormentado de todos lados, con fuego, bestias feroces o un precipicio. Pero el Espíritu Santo le dice en un murmullo: Hombre, “espera en el Señor” (Sal 27 (26),14). Con todo lo que llegue, la recompensa será grande. Sufrirás cierto tiempo, pero estarás eternamente en compañía de ángeles. “Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros” (Rom 8,18), escribe el Apóstol. El Espíritu Paráclito muestra al hombre el Reino de los cielos y el Paraíso de las delicias. Así, los mártires, obligados a volver su rostro corporal hacia los jueces, pero ya en el Paraíso por el poder del Espíritu, despreciaron las dificultades que tenían frente a ellos.
¿Quieres saber cómo es qué los mártires testimonian por la fuerza del Espíritu Santo? El Salvador dijo a sus discípulos: “Cuando los lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir» (Lc 12,11-12). Es imposible testificar a favor de Cristo, si no recibimos el testimonio de parte del Espíritu Santo. “Nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3). Y nadie puede dar su propia vida por Jesús, si no es por el Espíritu Santo».
Queridos hermanos: dispongamos nuestro corazón para acoger al Espíritu Santo e invoquémosle siempre en nuestras oraciones de alabanza, de agradecimiento y de petición. En los momentos más difíciles, pidamos al Espíritu Santo su consejo, su auxilio y guía para no apartarnos de los caminos de Nuestro Señor Jesucristo.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.