«El que trate de conservar su vida la perderá; pero el que la pierda, la conservará» Lc 17,33.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,26-37
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en su azotea y tiene cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de conservar su vida la perderá; pero el que la pierda, la conservará. Les digo esto: aquella noche estarán dos en una cama, a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos mujeres moliendo juntas, a una se la llevarán y a la otra la dejarán; estarán dos en el campo, a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán». Ellos le preguntaron: «¿Dónde Señor?». Él contestó: «Donde está el cadáver se juntarán los buitres».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Cuando contemplo la amenaza sobre los culpables en tiempo de Noé, tiemblo, yo que también soy culpable de abominables pecados… A los hombres de entonces, el Creador los advirtió de la amenaza, porque esperaba el tiempo de su conversión. También para nosotros llegará la hora final, desconocida por nosotros e incluso por los ángeles (Mt 24,36). En este día, Cristo, el Señor desde todos los siglos, vendrá cabalgando sobre las nubes para juzgar a la tierra, tal como lo vio Daniel (7,13). Antes de que esta hora última no caiga sobre nosotros, supliquemos a Cristo clamándole: “Por el amor que tú nos tienes, salva a todos los hombres de la cólera, Redentor del universo” …». (San Romano el Melódico).
El pasaje de hoy, con el de ayer, forma parte del texto denominado “La llegada del reino de Dios”, ubicado luego de la curación de los diez leprosos. En el texto de ayer Jesús señalaba que la llegada definitiva del Reino no se dará antes de que Él padezca persecución y rechazo por parte de los enemigos del plan de salvación. Hoy, Jesús nos sitúa en un contexto de anticipación escatológica. Utiliza las historias de Noé y Lot para advertirnos de la llegada inesperada del Reino de Dios, un reino que llegará como el relámpago, de forma sorpresiva.
En tiempos de Noé, la gente vivía sin conciencia de lo inminente, centrada en sus quehaceres diarios, hasta que el diluvio los sorprendió. También en la época de Lot, la vida transcurría sin reconocer la gravedad de sus acciones. La historia y cultura judía estaba marcada por una fe en un Dios que actuaba en la historia humana, pero aquí, Jesús advierte que el Reino vendrá en un momento inesperado, y que los discípulos deben estar preparados para su llegada. Es un llamado urgente a no vivir con el corazón atrapado en las superficialidades de este mundo, sino a estar vigilantes y atentos al llamado de Dios
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El tiempo de Dios, Kairós, no es el tiempo humano, el chronos. El tiempo de Dios es independiente de nosotros; por ello, solo Dios Padre sabe el momento en que llegará el fin de los tiempos. La inquietud por el futuro ha sido una preocupación siempre latente en el ser humano, ello ha dado origen a grupos apocalípticos que juegan con la inocencia y credulidad de incautos.
Nuestro Señor Jesucristo nos previene de ese tipo de engaño y nos pide vivir en actitud vigilante, sabiendo que en cualquier momento podemos llegar ante su presencia; en este sentido, lo más importante para nosotros son las decisiones que tomemos cada día. Por ello, Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado para que nuestras acciones humanas se conviertan en acciones espirituales. Mantengámonos firmes en la fe y ayudemos a que otros también fortalezcan su fe.
Una importante proporción de la humanidad vive inmersa en las realidades temporales del mundo sin considerar la presencia de Dios en su horizonte vivencial; no tiene en cuenta que llegará el día de la manifestación de Dios a cada persona, en el momento extremo de la vida. En dicho momento aflorará repentinamente el enorme valor de la vida humana y la medida del compromiso cristiano.
Cuando Jesús dice: «El que trate de conservar su vida la perderá; pero el que la pierda, la conservará», confirma su ministerio y asevera que la fuente de la vida está en la entrega de la vida; tal como lo señala en Juan 12,24: «En verdad les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo. Pero si muere, da mucho fruto».
Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Estamos dispuestos a dar fruto muriendo para el mundo? ¿Permanecemos vigilantes para no sucumbir ante el pecado y estar preparados para el encuentro con Dios en cualquier momento? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a responder afirmativamente al llamado de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, tú quieres que vivamos de acuerdo con tus enseñanzas y criterios divinos, concédenos la gracia de perseverar en seguir tu camino y aspirar a los bienes del cielo.
Amado Jesús, concédenos tu Santo Espíritu para tener la fuerza testimonial de tus apóstoles y acercar a los hermanos que se han alejado de ti, a la fuente de tu misericordia.
Amado Jesús, otorga a los difuntos la felicidad de formar parte del Reino de los cielos, en compañía de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, de San José y de todos los santos.
Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante tu amado Hijo por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Al contemplar a Jesús que nos habla del fin de los tiempos, sentimos el llamado a vivir cada instante como una preparación para el encuentro con Él. Hoy, miremos nuestra vida con ojos de eternidad, reconociendo que cada acto de amor y cada sacrificio son semillas que florecerán en el Reino de Dios. Que nuestra vida sea un reflejo de la paz y la libertad de quienes esperan al Señor, y que, con un corazón libre y sereno, vivamos en la presencia amorosa de Dios. Dejemos que esta certeza transforme nuestro ser, llenándonos de la esperanza de un amor que nunca se apaga.
Hermanos: contemplemos a Dios con una homilía de San John Henry Newman:
«Nuestro Señor y Salvador aceptó vivir en un mundo que lo rechazó; vivió allí para morir por él en el momento fijado. Vino como el sacerdote designado para ofrecer el sacrificio por los que no participaban en ningún acto de adoración… Murió y resucitó al tercer día, Sol de justicia (Mal 3,20), mostrando todo el esplendor que había permanecido escondido por la nubosidad del principio. Resucitó y está a la derecha de Dios, para interceder por sus sagradas heridas a favor de nuestro perdón, para reinar y conducir a su pueblo rescatado, y para verter sobre él de su costado traspasado las mayores bendiciones. Subió para descender en el momento fijado y juzgar al mundo que rescató… Elevó con él la naturaleza humana… porque un hombre nos rescató, un hombre ha sido exaltado por encima de toda criatura, haciéndose uno con nuestro Creador, y un hombre juzgará a los hombres el último día (Hch 17,31).
Esta tierra es tan privilegiada que nuestro juez no será un extranjero, sino el que es nuestro semejante, el que defenderá nuestros intereses y comprenderá plenamente con todas nuestras imperfecciones. El que nos amó hasta morir por nosotros, es designado misericordiosamente para fijar la medida y el valor final de su propia obra. El que aprendió de su propia debilidad a defender al débil, el que quiere cosechar todo el fruto de su Pasión, separará el trigo de la paja, de suerte que no se perderá ni un grano. El que nos hizo participar en su propia naturaleza espiritual, de quien hemos recibido la vida de nuestras almas, el que es nuestro hermano, decidirá de sus hermanos. ¡En este segundo advenimiento, que se acuerde de nosotros en su infinita piedad y misericordia, Él, que es nuestra única esperanza, Él, que es nuestra única salvación!».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.