LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

PRESENTACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

«Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» Mt 12,50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Alguien le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo». Pero él contestó al que avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«María fue presentada en el Templo por sus padres a la edad de tres años, para ser educada allí santamente en el servicio del Señor. Los padres y las madres de las principales familias de Jerusalén concurrieron al Templo para rendir homenaje a la familia de David, y los ángeles cubrieron a la niña con sus alas y cantaron en armonioso concierto. Aunque niñita, conocía ella la grandeza del Señor a quien iba a servir. Así, para llegar hasta el pontífice Zacarías, subió las gradas del Templo con una firmeza y una agilidad que excedían la de su edad. El Espíritu de Dios que animaba su alma suplía la flaqueza de su cuerpo» (Juan Esteban Grosez).

Hoy celebramos la Presentación de la Virgen María, cuya fiesta surge del protoevangelio de Santiago, según el cual, cuando la Virgen María tenía tres años, fue llevada al templo de Jerusalén por sus santos padres Joaquín y Ana para ser instruida en la fe.

Hoy se conmemora uno de los misterios de quien fue elegida por Dios como madre del Salvador de la humanidad. Celebramos la absoluta pertenencia de la Virgen a Dios y de su plena entrega a los planes divinos. También se recuerda la dedicación, el año 543, de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén.

En el día de la Presentación de la Virgen María meditamos el texto denominado “La Madre y los hermanos de Jesús”, que también se ubica en Marcos 3,31-35 y en Lucas 8,19-21. El texto presenta a Jesús enseñando a la gente en una casa que estaba completamente llena de personas. En esta situación, su Madre y otros parientes deseaban hablar con Él, pero, al no poder hacerlo, le enviaron un mensaje. Jesús reacciona con firmeza, diciendo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. Así, alrededor de Jesús, nace una nueva familia unida por los lazos de la fe. Una relación motivadora para todos desde la perspectiva del Reino de Dios y desde una luz distinta: la de luz de la fe.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El Evangelio nos invita a descubrir que la verdadera familia de Jesús trasciende los lazos humanos y se arraiga en la comunión con Dios Padre. Al proclamar que «todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre», Jesús nos llama a reconocer que la fe nos transforma y nos une en una fraternidad divina. Nuestra Santísima Madre es la primera en vivir este llamado, pues su “sí” a Dios la hace la madre no solo en la carne, sino en el espíritu. Hoy, Jesús extiende esta invitación a cada uno de nosotros: a vivir en obediencia a Dios y permitir que su voluntad transforme nuestra vida en un testimonio de amor.

La humanidad de Cristo abraza nuestra debilidad, y su divinidad nos llama a una vida de entrega que hace de nosotros su verdadera familia. San Pablo lo expresa en sus cartas, cuando nos recuerda que «ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo quien vive en nosotros» (cf. Gal 2,20).

Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra: ¿Somos conscientes de que podemos formar parte de la familia divina de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a realizar la voluntad de Dios, cumpliendo sus preceptos y, así, sentirnos parte de la familia de Jesús.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Concédenos, Señor, a cuantos honramos la gloriosa memoria de la santísima Virgen María, por su intercesión, participar como ella de la plenitud de tu gracia.

Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.

Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.

Amado Jesús, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

María Santísima, modelo perfecto de escucha y docilidad a Dios, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos hoy a Jesús, quien nos llama a ser parte de su familia, no solo en palabras, sino en la verdad del corazón. Imaginemos su mirada, llena de amor, que nos invita a acercarnos, a formar parte de esa familia eterna. Que su amor nos impulse a vivir con un corazón abierto y dispuesto, como María, la madre fiel que supo escuchar y obedecer. Permitamos que el amor de Dios transforme cada rincón de nuestro ser, y propongámonos vivir en comunión con su voluntad, siendo reflejo de su bondad y paz. Que hoy nuestro propósito sea caminar como hijos de Dios, reconociendo en cada hermano y hermana a aquellos que forman parte de esta familia de fe y esperanza.

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un comentario de Juan Esteban Grosez:

«Desde los tres años, es decir, lo más pronto que puede, María se consagra al servicio del Señor. Sus padres la ofrecen con gusto a Aquél que se las había concedido accediendo a sus plegarias. ¡Dichosos los que desde tierna edad comienzan a servir a Dios! ¿Qué esperas tú para darte a Dios? Dale todo lo que tengas; nada perderás en el cambio, porque Él se dará a ti enteramente. “Es un cambio ventajoso abandonar todo por un bien que es superior a todo” (San Bernardo).

María, en este día, ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo que puede hacer, y todo lo que es; en una palabra, se da a Él sin reserva. ¿Imitas a María, tú que das a Dios una partícula de tu corazón y que lo reservas por entero para el mundo y para ti mismo? Quieres dividir tu corazón entre las criaturas y Dios; es imposible. ¡Señor, es tardar demasiado no darme a un Señor tan bueno! Os ofrezco mi cuerpo y mi alma, todo lo que tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy.

María se consagra para siempre al servicio de Dios, y si sale del Templo es solamente porque Ella es el templo vivo en que debe habitar Jesús. ¿No es verdad acaso que te has presentado alguna vez a Dios para servirlo? Pero, cobarde de ti, pronto te has cansado de servir a un Señor tan bueno: ¡te has retractado, con tus acciones, de la promesa que le habías hecho! Virgen Santa, preséntame a tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida. “En un cristiano, no es el comienzo, sino el fin lo que merece elogios” (San Jerónimo)».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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