LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Muy bien, eres un siervo cumplidor; como has sido fiel en lo poco, tendrás autoridad sobre diez ciudades» Lc 19,27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas, 19,11-28

En aquel tiempo, Jesús contó una parábola a los que lo escuchaban, porque ya estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre de familia noble se fue a un país lejano para conseguir el título de rey y volver después. Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: “Negocien hasta que vuelva”. Pero sus conciudadanos que lo aborrecían enviaron tras él una delegación para informar: “No queremos que sea él nuestro rey”. Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para saber de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: “Señor, tu onza ha producido diez”. Él le contestó: “Muy bien, eres un siervo cumplidor; como has sido fiel en lo poco, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. El segundo llegó y dijo: “Tu onza, señor, ha producido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”. El otro llegó y dijo: “Señor, aquí está tu onza, la he tenido guardada en el pañuelo, tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y cosechas lo que no siembras”. Él le contestó: “Por tus propias palabras te condeno, siervo malo ¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y cosecho lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses. Entonces dijo a los presentes: “Quítenle a este la onza y dénsela al que tiene diez”. Le replicaron: “Pero, señor, si ya tiene diez”. Y yo les digo: “Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y a esos enemigos míos, que no me querían como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”». Dicho esto, Jesús caminaba delante de ellos, subiendo a Jerusalén.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Hagamos lo que hagamos, aunque solo sea ayudar a alguien a atravesar la calle, se lo estamos haciendo a Jesús. Incluso ofrecer a alguien un vaso de agua es dárselo a Jesús. Esta es una pequeñísima enseñanza, pero cada vez más importante. No hemos de tener miedo de proclamar el amor de Cristo ni de amar como Él amó» (Santa Teresa de Calcuta).

La parábola de los talentos, ubicada también en Mt 25,14-30, fue dicha por Jesús en los últimos días de su ministerio terrenal, mientras la expectativa mesiánica y las tensiones políticas crecían entre sus seguidores. En la sociedad judía del primer siglo, bajo el dominio romano, se esperaba que el Mesías trajera liberación y restauración del reino de Israel. Jesús, sin embargo, redimensiona esa esperanza, ofreciendo una visión del Reino de Dios que se basa en la responsabilidad personal y la fidelidad.

En la parábola, el noble que viaja a un país lejano para recibir su investidura representa a Jesús, quien, al ascender, confía a sus seguidores la misión de hacer fructificar sus dones. Los talentos entregados son una metáfora de los bienes espirituales que recibimos y, más profundamente, de nuestra misma vida, llamada a multiplicarse en el servicio a Dios y a los demás.

En un contexto social donde los siervos dependían de la obediencia a sus amos, Jesús nos revela que Dios no solo demanda obediencia, sino que desea una colaboración activa, creativa y fiel en la construcción del Reino; en este sentido, hagamos que nuestra vida fluya con su propio dinamismo y desplegando todos sus frutos. No esperemos la evaluación final, ¡hagámoslo ahora!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El Evangelio nos invita a examinar nuestra vida como un don que debemos cultivar y devolver a Dios con fruto. Cada talento, grande o pequeño, que el Señor nos confía no es solo para nuestro propio beneficio, sino para el bien común y la gloria de Dios.

El siervo que entierra su talento nos recuerda el peligro de vivir en el temor, de replegarnos en nosotros mismos y desperdiciar las oportunidades que Dios nos da. San Pablo nos exhorta a «renovar nuestro espíritu» (Ef 4,23), y esta parábola es un llamado a hacer que nuestra vida sea una respuesta fiel y creativa al amor de Dios.

Jesús nos pide ser administradores responsables, usando nuestros dones y talentos para extender su amor y justicia. No estamos llamados a esconder lo que somos o lo que tenemos, sino a vivir con valentía, multiplicando el bien en un mundo que necesita testigos de esperanza. Por ello, a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿estamos usando nuestros talentos para el Reino de Dios o hemos caído en la pasividad del miedo? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a ser generosos y a comprender que solo en el amor se encuentra la verdadera abundancia.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, hoy venimos ante Ti con humildad, reconociendo que todo lo que somos y tenemos es un don de tu infinita bondad. Danos la gracia de vivir con valentía y generosidad, de no guardar en la sombra nuestros talentos, sino de ponerlos al servicio de tu Reino. Te pedimos, Señor, que alejes de nosotros el temor y nos llenes de la sabiduría y el amor necesarios para hacer fructificar lo que nos has dado. Que en cada acto de nuestra vida, grande o pequeño, reflejemos tu luz y tu verdad, y que, al final de nuestros días, podamos presentarnos ante Ti con las manos llenas de frutos que glorifiquen tu nombre.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

María Santísima, modelo perfecto de escucha y docilidad a Dios, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplamos hoy a Jesús como el fiel Señor que confía en nuestra capacidad de responder a su llamado. Imaginemos al Señor entregándonos con amor estos talentos, y sintamos el peso de su confianza en nosotros. Él nos llama no para que vivamos en la mediocridad, sino para que seamos reflejo de su amor creativo y transformador en el mundo. Hoy propongámonos vivir con un corazón abierto, listos para responder a su voz y para multiplicar sus dones. Recordemos que cuando se nos pide dar, el Señor nos acompaña y nos fortalece en cada paso, y que nuestras manos vacías pueden ser llenas de frutos si se abren con generosidad. Que en cada acto de nuestra vida podamos sentir la presencia de Cristo, quien siempre permanece a nuestro lado y nos invita a vivir para la gloria de la Santísima Trinidad.

Hermanos: contemplemos al Señor a través un escrito de San Paulino de Nola:

«La parábola de las diez onzas de oro que hay que hacer fructificar tiene, según Lucas, una intención: «estaban cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro».

Lo del tiempo concreto de la vuelta no tiene importancia. Lo que sí la tiene es que, mientras llegue ese momento -la vuelta del rey no parece inminente-, se trabaje: «negociad mientras vuelvo». Tampoco es decisivo si con las diez monedas uno ha conseguido otras diez, 0 sólo cinco. Lo que no hay que hacer es «guardarlas en un pañuelo», dejándolas improductivas.

La lectura de hoy es difícil de interpretar, porque la parábola de las monedas está entremezclada con otra, la del pretendiente al trono que no es bien visto por sus súbditos y luego se venga de sus enemigos: una alusión, tal vez, al episodio de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, que había vivido una experiencia similar. Es difícil deslindar las dos, y tal vez aquí lo más conveniente será seguir el filón de las onzas que Dios nos ha encomendado y de las que tendremos que dar cuenta.

Los talentos que cada uno de nosotros hemos recibido -vida, salud, inteligencia, dotes para el arte o el mando o el deporte: todos tenemos algún don- los hemos de trabajar, porque somos administradores, no dueños.

Es de esperar que el Juez, al final, no nos tenga que tachar de «empleado holgazán» que ha ido a lo fácil y no ha hecho rendir lo que se le había encomendado. La vida es una aventura y un riesgo, y el Juez premiará sobre todo la buena voluntad, no tanto si hemos conseguido diez o sólo cinco. Lo que no podemos hacer es aducir argumentos para tapar nuestra pereza (el siervo holgazán poco menos que echa la culpa al mismo rey de su inoperancia).

¿Qué estamos haciendo de la fe, del Bautismo, de la Palabra, de la Eucaristía? ¿qué fruto estamos sacando, en honor de Dios y bien de la comunidad, de esa moneda de oro que es nuestra vida, la humana y la cristiana? Ojalá al final todos oigamos las palabras de un Juez sonriente: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor»».

Queridos hermanos: agradezcamos a la Santísima Trinidad cada día y, si es posible, en cada momento, por todos los dones recibidos; que este sea nuestro propósito para hoy y siempre. También, hagamos el propósito de utilizar nuestros dones en favor de los hermanos con más necesidades; y, a la luz de la Palabra, evaluemos diariamente nuestro accionar.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

Leave a Comment


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.