SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”» Lc 19,46.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas, 19,45-48
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos». Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con Él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de Él, escuchándolo.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Santa Cecilia, gustaba de los cánticos sagrados y se acompañaba con un instrumento cantándolos. Se preparó para el matrimonio con tres días de mortificaciones; después declaró a Valeriano su esposo, patricio pagano, que tenía a un ángel como guardián de su virginidad. Por el deseo de verlo se convirtió Valeriano, y en efecto, lo vio, llevando dos coronas, una para el mismo Valeriano y otra para su virginal esposa. Cecilia, urgida por el prefecto Almaquio, para que dijera dónde estaban sus tesoros: “Están -le dijo- en manos de los pobres”. Sufrió el martirio con su esposo y Tiburcio su cuñado» (Juan Esteban Grosez).
Santa Cecilia nació en Roma en el año 200 d.C. en una familia que la educó en el cristianismo. Practicaba la mortificación y el ayuno; en su deseo de entregarse a Dios para siempre, le consagró su virginidad. Después de que sus padres decidieron casarla con un aristócrata pagano, ella logró convertir a su esposo. Por ello, fue condenada a la hoguera, pero, al pasar un día y una noche sin que el fuego la tocara, fue decapitada. En 1594, el papa Gregorio XIII la nombró patrona de la música, ya que ella cantaba en medio del tormento.
Hoy meditamos el pasaje evangélico denominado “Jesús purifica el templo” que también se ubica en Mateo 21,12-17 y en Marcos 11,15-19. Cuando Jesús entra a Jerusalén, lo primero que hace es purificar el templo y lo hace con autoridad divina. Lo hace severamente porque el templo había perdido su identidad religiosa, como casa de oración, para convertirse en cueva de bandidos.
Desde tiempos de Moisés, todo israelita debía ofrecer algo en el templo. Para facilitar el cumplimiento de este mandato a las personas que venían de lejos, se había dispuesto que en los atrios del templo se vendieran animales para ser sacrificados. Lo que al principio podía considerarse tolerable, e incluso conveniente, había degenerado hasta tal punto en que se privilegiaban los intereses económicos por encima de los espirituales.
La purificación de Jesús adquiriere la categoría de signo profético ya que denuncia la corrupción de las autoridades religiosas de la época y anuncia el fin de la religión de la antigua alianza para dar paso a la auténtica religión que es la respuesta de la fe ante la revelación de Dios Padre, que es Nuestro Señor Jesucristo. Los sacerdotes, escribas y notables no entendían el accionar de Jesús y buscaban acabar con él, pero no pueden hacerlo porque «todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Este pasaje es un llamado profundo a la conversión y a la purificación de nuestros corazones, templos vivos del Espíritu Santo. Jesús nos confronta, nos sacude, mostrándonos que la vida de fe no puede ser una simple apariencia ni una acumulación de rituales vacíos. La profanación del Templo ocurre cuando los intereses materiales y egoístas invaden el espacio sagrado de nuestro corazón, cuando permitimos que nuestras vidas se llenen de ruidos, preocupaciones y vanidades que nos apartan de Dios. Jesús nos invita a hacer una pausa y a revisar el estado de nuestro “templo interior”. En esta escena, vemos a Jesús no solo como maestro, sino como el Hijo de Dios que nos exige una vida de coherencia, sinceridad y pureza de corazón.
Hermanos: meditando la palabra, es conveniente que nos preguntemos: ¿qué obstáculos estamos poniendo entre nosotros y el amor de Dios? ¿Acudimos con respeto a la Casa de Dios? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser templos del Espíritu Santo, dejando de lado la lógica humana con el fin de identificar y reconocer el rostro inconfundible de Nuestro Señor Jesucristo en el prójimo. Que también nos sirva para acudir de la forma adecuada a la Casa de Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que nos alegras cada año con la celebración de Santa Cecilia, concédenos imitar los ejemplos que piadosamente hemos recibido de tu sierva y que proclaman las maravillas de Cristo, tu Hijo, en sus servidores.
Padre eterno, tú que vas edificando el templo que somos nosotros, haz crecer unida a toda la Iglesia para que llegue a ser la Nueva Jerusalén, verdadera visión de paz.
Espíritu Santo, derriba las barreras levantadas por nuestro orgullo para que no se nos niegue, aunque seamos pecadores, la alegría de convertirnos en verdaderos templos de la presencia de Nuestro Señor Jesucristo, en el que podamos entrar en comunión plena y perfecta con Dios Padre.
Amado Jesús, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.
María Santísima, modelo perfecto de escucha y docilidad a Dios, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hoy, en silencio, contemplemos a Jesús que purifica el Templo con su amor ardiente y su justicia divina. Imaginemos su mirada, llena de amor y celo, que penetra en lo más profundo de nuestro ser, invitándonos a una vida de santidad y devoción. Que su presencia transforme cada rincón de nuestro corazón, que su mirada toque nuestras almas y las convierta en moradas de paz y oración. Que podamos hacer de nuestra vida un espacio sagrado, un testimonio de su amor, y que cada acción sea una ofrenda a Dios. Hoy, dejemos que Jesús nos purifique, que nos devuelva a la senda de la verdad y la humildad, y propongámonos vivir en su presencia, en espíritu y en verdad.
Hermanos: contemplemos al Señor con un escrito de Santa Catalina de Siena:
«Dios me ha revelado particularmente sus secretos y me ha dado a conocer cosas admirables… Dios me explicó especialmente el misterio de la persecución que sufre ahora la santa Iglesia, su renovación, su exaltación en los tiempos a venir.
Para hacerme comprender que las circunstancias en las que se encuentra actualmente la Iglesia son permitidas para darle su esplendor, la Verdad suprema me citó dos palabras del santo Evangelio. Primero dijo “Es inevitable que el escándalo llegue al mundo”. Luego agregó: “Pero desdichado el que causa el escándalo” (cf. Mt 18,7). Como si dijera que permite este tiempo de persecución para arrancar las espinas que rodean a su Esposa, pero no permite los pensamientos censurables de los hombres.
“¿Sabes lo que hago? Como cuando estaba en el mundo hice una fusta con cuerdas y expulsé a los vendedores del Templo, no queriendo que la morada de mi Padre deviniera una cueva de ladrones. Te digo que es ahora lo mismo. Hago una fusta con criaturas y con esa fusta expulso a los mercaderes impuros, avaros e hinchados de orgullo, que venden y compran los dones del Santo Espíritu”. En efecto, con la fusta de la persecución hecha con criaturas, nuestro Señor los expulsa y los arranca por la fuerza a la tribulación de su vida vergonzosa y desreglada…
Del mal que hacen los malos cristianos persiguiendo a la Esposa de Cristo, va a nacer así el honor, la luz, el perfume de virtudes para esta Esposa… Eran misterios tan grandes, que la lengua es incapaz de decirlos, el corazón incapaz de comprenderlos, y el ojo de verlos».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.