LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO – CICLO C

SANTA LUCÍA, VIRGEN Y MÁRTIR

«La sabiduría de Dios se conoce por sus obras» Mt 11,19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,16-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta, pero ustedes no han bailado; hemos cantado lamentaciones, pero ustedes no han llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría de Dios se conoce por sus obras».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La Sabiduría, en todas las edades, entrando en las almas santas, forma en ellas amigos de Dios y de los profetas» (Sab. 7,27).

Santa Lucía nació en Sicilia en el año 251. Fue educada en la fe cristiana. Siempre abrigó el deseo de consagrarse al Señor con un voto perpetuo de virginidad. Pero un pretendiente la acusó de cristiana ante el procónsul. Cuando fue arrestada se le pidió que haga sacrificios a los dioses; ella se negó, manifestando que aquellos que viven de manera casta y piadosa son templo de Dios y morada del Espíritu Santo. Fue martirizada y decapitada en el año 304.

El texto de hoy, como el de ayer, forma parte del pasaje denominado “Jesús habla sobre Juan”, que también se ubica en Lucas 7,18-35. Hoy meditamos la parte final, en la que Jesús hace un reproche a quienes no quieren comprometerse con él y lo ilustra a través de los detalles de una metáfora infantil en la que se reconoce a quienes se comportan caprichosamente.

Jesús relata el rol de dos grupos de niños en la plaza de un pueblo. Un grupo tocaba la flauta, imitando una boda, que es fiesta de la vida; el otro cantaba lamentaciones, imitando un entierro que es la memoria de la muerte. Pero en el centro de la plaza había otros niños que no querían entrar en el juego, ni en el de la boda ni en el del entierro, los cuales representan a aquellos que desaprovechan el momento de la gracia que traen Juan y Jesús.

Esta última es la misma actitud de aquellos que actualmente se sienten autosuficientes y no entran en la dinámica espiritual del Reino de los Cielos. Son aquellos que cayeron en un conformismo espiritual y no aceptaron a Juan, el penitente austero, a quien desprestigiaban, y tampoco aceptaron a Jesús, el Salvador del mundo. Por eso, hoy, llamemos a Nuestro Señor Jesucristo, pero, acerquémonos a Él con firme decisión.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«¿Con qué compararé a esta generación?» Jesús utiliza la metáfora de los niños que juegan en la plaza, para simbolizar la terquedad y la indiferencia del corazón humano. Ni Juan ni Él logran satisfacer las expectativas de una generación que exige a Dios que actúe según sus propios esquemas.

En Juan, se nos invita al arrepentimiento, a la austeridad de espíritu, a preparar el camino del Señor. En Jesús, encontramos la misericordia, la cercanía, la alegría del banquete divino. Pero ¿cómo respondemos? ¿Estamos abiertos a estas llamadas, o endurecemos nuestro corazón, buscando excusas para no aceptar la verdad?

La figura de Santa Lucía, cuyo martirio celebramos hoy, nos interpela profundamente. Lucía no fue indiferente a la llamada de Dios. Renunció a las riquezas terrenales, enfrentó la persecución y entregó su vida por Cristo. Su testimonio nos recuerda que la verdadera sabiduría está en abrazar la cruz con fe y valentía, confiando en la sabiduría divina, que a menudo contradice nuestra lógica humana.

En este Adviento, estamos llamados a examinar nuestras actitudes: ¿rechazamos a Dios porque no se ajusta a nuestras expectativas? ¿Somos como los niños caprichosos, incapaces de reconocer las señales de su presencia? Jesús nos invita a la sabiduría que «se conoce por sus obras» (Mt 11,19), una sabiduría que brota de un corazón abierto y humilde.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Te pedimos, Señor, que la gloriosa intercesión de Santa Lucía, virgen y mártir sea nuestro apoyo para celebrar ahora su nacimiento para el cielo y contemplar también las realidades eternas.

Padre eterno, Dios todopoderoso, concede a tu pueblo esperar vigilante la vista de tu Unigénito, para que nos apresuremos a salir a su encuentro con las lámparas encendidas, como nos enseñó Nuestro Salvador.

Amado Jesús, tú eres la Palabra eterna de Dios Padre, tú eres la infinita sabiduría con que fue creado todo el universo. Concédenos saber escuchar tu voz a través de tu Palabra, de nuestros hermanos y de nuestra vida.

Amado Jesús, fortalece al papa Francisco, a los obispos, a los sacerdotes y diáconos, a los consagrados y consagradas, para que, en unión íntima contigo y encendidos por la fe, la esperanza y el amor, lleven tu Paz a toda la humanidad.

Amado Jesús, a todos los hermanos que partieron a tu encuentro, dales también parte en tu felicidad, con Nuestra Santísima Madre, la siempre Inmaculada Virgen María, San José y con todos tus santos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del Adviento, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.

  1. Contemplación y acción

Imagina a Jesús observando con tristeza a una generación que rechaza los caminos de Dios. Escucha su invitación a mirar más allá de las apariencias y a buscar la sabiduría que viene de lo alto.

Hoy, haz un propósito concreto: identifica una actitud de dureza o indiferencia en tu vida y pide al Señor que te ayude a transformarla. Recuerda las palabras del Salmo: «Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis vuestro corazón» (Sal 95,7-8). Además, inspira tu día en el ejemplo de Santa Lucía; en un mundo que busca el éxito y la comodidad, sigue su valentía y entrega. Ofrece un acto de sacrificio o servicio a alguien que necesite consuelo, como testimonio de la luz de Cristo que brilla en ti.

Mientras meditas, repite interiormente: «La sabiduría se conoce por sus obras» (Mt 11,19). Permite que estas palabras iluminen tu corazón, recordándote que la verdadera sabiduría se manifiesta en la fe vivida con amor y entrega.

Hermanos: dirijámonos a Dios con la oración para alcanzar la Sabiduría (Sab 9,1-18):

«Dios de mis antepasados, Señor de misericordia, que hiciste todas las cosas con tu Palabra y con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominara todas tus criaturas, gobernase el mundo con justicia y santidad y juzgase con rectitud de espíritu; dame la Sabiduría que reina junto a ti, y no me excluyas de entre tus hijos.

Porque soy siervo tuyo, hijo de tu esclava, un hombre débil y de vida efímera, incapaz de comprender el derecho y la ley. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hombres, si le falta tu Sabiduría, será tenido en nada.

Tú me elegiste como rey de tu pueblo y jefe de tus hijos e hijas, tú me encargaste construir un templo en tu monte santo y un altar en la ciudad donde habitas, a imitación de la tienda santa que preparaste desde el principio.

Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba a tu lado cuando hacías el mundo, que conoce lo que te agrada y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde el cielo sagrado, mándala desde tu trono glorioso, para que me acompañe en mis tareas, y pueda yo conocer lo que te agrada. Ella, que todo lo sabe y comprende, me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerá con su gloria. Así mis obras serán aceptadas, juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. Pues, ¿qué hombre puede conocer la voluntad de Dios? ¿Quién puede considerar lo que el Señor quiere?

Los pensamientos humanos son mezquinos y nuestros proyectos caducos; pues, el cuerpo mortal oprime el alma y la tienda terrestre abruma la mente reflexiva. Si a duras penas vislumbramos lo que hay en la tierra y con dificultad encontramos lo que está a nuestro alcance: ¿quién puede rastrear lo que está en los cielos? ¿Quién puede conocer tu voluntad, si tú no le das la Sabiduría y le envías tu Espíritu Santo desde el cielo?

Así se enderezaron los caminos de los habitantes de la tierra, así los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron gracias a la Sabiduría».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.