LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«¿Está permitido, en sábado, hacer el bien o hacer el mal?, ¿salvar a una vida o dejarla morir?» Mc 3,4.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,1-6

En aquel día, Jesús entró otra vez en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte en medio». Y a ellos les preguntó: «¿Está permitido, en sábado, hacer el bien o hacer el mal?, ¿salvar a una vida o dejarla morir?». Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira, apenado por la dureza de su corazón, dijo al hombre: «Extiende la mano». El hombre la extendió y la mano quedó restablecida. Y en cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron de acuerdo con los herodianos para acabar con él.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva siempre a su fuente y sea una misma emanación de sí mismo» (San Bernardo).

El pasaje evangélico de hoy narra el quinto conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, que trata sobre curación en sábado. La lectura se encuentra también en Mt 12,9-14 y en Lc 6,6-11.

Ayer, según los fariseos, los discípulos de Jesús infringían la ley del sábado por la necesidad de alimento; hoy, es Jesús quien lo hace al situar el centro de gravedad de la polémica en la vida humana, en las necesidades de salud física, mental y espiritual de las personas vulnerables, quienes son ahora el núcleo de la acción divina. Deja en claro que la opción preferencial por la vida, la salud y por los pobres es impostergable y se debe asumir aun con el riesgo de perder la propia vida.

Hay que recordar que los fariseos eran seguidores de la ley mosaica que tenía 39 normas y 613 mandatos derivados de ella. Con un esquema así de riguroso, era casi imposible practicar el amor y la misericordia de Dios. Por ello, ante un sábado legalista, Jesús desafía las normas al curar a un hombre en sábado. Jesús, el Maestro de la Misericordia, revela que el amor trasciende toda norma y que el verdadero culto a Dios se realiza en la justicia y la compasión (Os 6,6). Este evento marca un momento crucial: los fariseos y herodianos comienzan a conspirar contra Jesús, sellando la oposición entre la Ley mal entendida y la gracia liberadora del Evangelio.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo» (Deut 6,5 y Lc 10,27). Cuando Jesús planteó el mandamiento del amor quedó muy claro que, cuando nos amamos unos a otros, amamos a Dios.

Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra de su infinito amor: no puede participar en la liturgia de la sinagoga sin hacer algo por un hombre que sufre. Se conmueve ante el dolor ajeno, ante la desesperanza de un ser humano y coloca la vida en el centro de la acción religiosa.

En el centro está un hombre con la mano seca, un símbolo de inhabilidad, exclusión y vulnerabilidad. Al colocarlo en medio de la sinagoga, Jesús no solo busca restaurar su salud, sino también desafiar las estructuras que priorizan las normas sobre la dignidad humana. «¿Está permitido, en sábado, hacer el bien o hacer el mal?, ¿salvar a una vida o dejarla morir?» (Mc 3,4) son preguntas que resuenan en cada generación. En un mundo lleno de reglas y juicios, ¿ponemos el amor y la misericordia por encima de todo?

Jesús nos enseña que la verdadera observancia de la Ley es amar al prójimo (Mt 22,39). Cada uno de nosotros es llamado a “ponerse en medio”, a enfrentar nuestras propias “manos secas”: nuestras limitaciones, miedos y pecados. Este texto también nos invita a ser imitadores de Cristo, extendiendo nuestras manos hacia quienes necesitan curación física o espiritual. En un mundo tan dividido como el nuestro, ¿seremos instrumentos de sanación y reconciliación, o nos quedaremos en el cómodo juicio de las reglas?

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la gracia de defender la vida, en especial, de los más vulnerables, como los niños en gestación, los ancianos, los enfermos y todos los grupos de personas que están amenazadas por las culturas de muerte que son promovidas en el mundo.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, rompe una a una todas las cadenas intergeneracionales que nos atan al pecado y a los esquemas mundanos, y multiplica nuestras acciones de amor hacia la defensa de la vida.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Miremos a Jesús en la sinagoga. Su mirada arde con el fuego de la justicia y la ternura. Al hombre de la mano seca, le devuelve no solo la salud, sino también su dignidad. En esta contemplación, somos invitados a dejar que Cristo sane nuestras propias heridas. Propongámonos actuar como Él: extender nuestras manos a los excluidos, ser voz para los silenciados y llevar esperanza a los desanimados.

Como propósito concreto, podríamos visitar a alguien que se encuentra solo, dedicar tiempo a escuchar a quien sufre o realizar un acto de generosidad inesperado. Dejemos que esta contemplación nos transforme, permitiendo que el Espíritu Santo convierta nuestras “manos secas” en instrumentos de gracia. «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5), nos dice el Señor. Que este encuentro nos lleve a vivir como testigos de su Reino.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de Máximo de Turín:

«Me parece, hermanos, que habéis escuchado atentamente el fragmento evangélico que se acaba de leer, donde el Señor Jesús, al entrar en sábado en la sinagoga, curó con medicina espiritual a un hombre que tenía la mano paralítica: no con compresas de hierbas u otros medicamentos, sino con una orden vigorosa y decidida. Pero veamos qué representa esta mano paralítica, puesto que el Salvador no viene a tratar la causa de un solo hombre, a curar la enfermedad de una sola persona, sino a sanar los males de todo el género humano.

Jesús dice: “Extiende la mano”, la mano que se ha entumecido sacrificando a los ídolos. Dice: “Extiende la mano”, la mano que se ha secado recibiendo los frutos de la usura; Jesús dice: “¡Extiende la mano!”, la mano que se había alargado para apropiarse de los bienes de los huérfanos y de las viudas. Sin embargo, aunque tú creas que tienes las manos sanas, ten cuidado de que no se contraigan por la avaricia. Extiéndelas más bien con frecuencia para socorrer a los pobres, para brindar hospitalidad a los peregrinos; extiéndelas siempre para invocar la misericordia del Señor por tus pecados.

Sé misericordioso, sé generoso y recuerda lo que dijo el profeta: “Que no esté tu mano contraída a la hora de recibir y replegada a la hora de dar”. De este modo, podrá estar sana tu mano si se abstiene de obrar el mal y se abrirá a obrar el bien».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.