SANTOS CIRILO, MONJE, Y METODIO, OBISPO
«Effetá» (esto es «Ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Mc 7,34-35.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,31-37
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá» (esto es «Ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«¿Cómo poder discernir la voz de Dios de entre los miles de voces que escuchamos cada día en nuestro mundo? Yo diría que Dios nos habla de muchas maneras. Nos habla por medio de otras personas, a través de nuestros amigos, nuestros padres, el párroco, los sacerdotes… Nos habla a través de los acontecimientos de nuestra vida en los cuales podemos discernir un gesto de Dios. Nos habla igualmente a través de la naturaleza, de la creación, nos habla, desde luego y sobre todo, en su palabra, en la sagrada Escritura, leída en común en la Iglesia y leída de manera personal en diálogo con Dios» (Benedicto XVI).
Hoy celebramos a los santos Cirilo y Metodio, quienes eran de formación bizantina. Ambos son hermanos y patronos de Europa. Nacieron en Salónica: Cirilo, en el año 827 y Metodio entre los años 812 y 820. Los dos se convirtieron en los apóstoles de los pueblos eslavos. Fueron enviados por el emperador de Constantinopla Miguel III a Moravia. Allí llevaron a cabo un gran trabajo apostólico, emprendiendo las traducciones de las Escrituras y de los libros litúrgicos a la lengua paleoeslava y formando discípulos.
Fueron llamados a Roma por el papa Adriano II, quien aprobó su método misionero. Sin embargo, Cirilo, enfermó y falleció el 14 de febrero del año 869; fue sepultado en la iglesia de San Clemente. Metodio fue ordenado arzobispo en Roma, volvió a Moravia, y allí murió el 6 de abril del año 885.
El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús sana a un sordomudo”, se encuentra después del texto que meditamos ayer, sobre la fe ejemplar de la mujer cananea, en el que Jesús demostró que la fe no tiene fronteras de ningún tipo y que en la Iglesia no hay extranjeros. En esa línea, el milagro que se narra hoy ocurre en territorio pagano. El milagro del sordomudo no es solo una curación física, sino una señal del Mesías que abre los oídos y el corazón a la Palabra de Dios, cumpliendo la profecía: «Los oídos de los sordos se destaparán» (Is 35,5).
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Effetá», es decir, «Ábrete» (Mc 7,34). Con esta palabra poderosa y un gesto extraño, pero sacramental, Jesús devuelve al sordomudo no solo la capacidad de oír y hablar, sino también la posibilidad de entrar en relación plena con Dios y con los demás. Este milagro nos habla de nuestras propias sorderas espirituales: ¿cuántas veces no escuchamos la voz de Dios porque estamos sumergidos en el ruido del mundo o en nuestras preocupaciones? La palabra de Jesús es una invitación a abrirnos a su gracia transformadora, que libera y sana.
En el sordo y tartamudo vemos una imagen del ser humano incapaz de alabar a Dios y de proclamar su grandeza porque está encerrado en sí mismo. Sin embargo, cuando dejamos que Jesús toque nuestro corazón, todo cambia: lo que antes era un obstáculo se convierte en un instrumento de testimonio. El hombre curado comienza a hablar correctamente, y así también nosotros, cuando permitimos que el Señor abra nuestros oídos, podemos anunciar las maravillas de su amor.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno: oh, Dios, que iluminaste a los pueblos eslavos por medio de los santos hermanos Cirilo y Metodio, concédenos acoger en nuestros corazones las palabras de tu enseñanza, y haz de nosotros un pueblo concorde con la fe verdadera y en su recta confesión.
Amado Jesús, Salvador del mundo, repite hoy el “Effetá” que expresaste ante el sordomudo para que seamos capaces de encontrar el lenguaje hablado y activo para mostrar tu amor a aquellos que están distraídos y no te siguen.
Jesús, Hijo de Dios, fuente inagotable de amor, misericordia y pureza, otorga a la Iglesia los dones para liberar a las personas de la esclavitud del pecado, promoviendo la esperanza y la alegría.
Amado Jesús, justo juez, misericordia pura, ten compasión de los difuntos, especialmente de aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.
Madre Santísima, Inmaculada Concepción, Reina de la paz y de la esperanza, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Jesús, quien aparta al hombre sordo y tartamudo de la multitud para sanarlo en privado. Este gesto es profundamente significativo: la sanación verdadera ocurre en la intimidad del encuentro con Cristo. Imaginemos su mano tocando los oídos y la lengua del hombre, y escuchémosle decirnos también a nosotros: «Effetá» («Ábrete»). Este llamado es una invitación a dejar de vivir encerrados en el ruido interior y a abrirnos a la voz del Señor. Propongámonos dedicar tiempo a la oración en silencio, permitiendo que su palabra penetre en nuestro corazón.
En lo concreto, podríamos prestar atención a alguien que necesita ser escuchado, practicar la escucha activa en nuestras relaciones o leer la Escritura con un espíritu dispuesto a la transformación. Así como el sordo recibió el don del habla, nosotros también podemos convertirnos en mensajeros de la buena noticia.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de Adelaide Anzani Colombo:
«Vamos, cada uno por su propia cuenta, en la envoltura impenetrable – sorda y muda – de nuestro yo. Hasta las relaciones humanas más elementales e inevitables parecen crear realidades prisioneras, a su vez, de sí mismas e incapaces de un entendimiento recíproco: la pareja cerrada, la familia cerrada, el círculo cerrado, la asociación cerrada, la parroquia cerrada, el país cerrado, la patria cerrada…
La sordera del egoísmo personal y social incuba y desprende las chispas para el fuego destructor que invade el corazón humano y la historia. Ahora bien, por encima del corazón y por encima de la historia, sólo con que lo queramos, se extiende la mano de Jesús, y su voz dice: “¡Effetá!”. Hay un milagro en nuestro destino y solo espera nuestra adhesión para realizarse: nuestra “voluntad” de curarnos reconociendo que estamos enfermos de sordera y de mutismo, es decir, de no saber amar. Porque es el no amar lo que encierra en torno al corazón la inhóspita fortaleza inaccesible al otro y delimita bien sus confines con alambre de espino. “¡Effetá!”. Y todo podrá suceder, entonces, todo podrá cambiar.
El corazón aislado, antipático, inhóspito, el corazón cerrado, impedido, cercado, ocultado, sepultado, para el que toda la ida es inhóspita, y está impedido y sepultado, podrá finalmente abrirse, ensancharse, desplegarse, con la escucha de la Palabra; se volverá capaz de escuchar y de hablar, de ofrecerse y de aceptar el don ajeno, de consolar y de ser consolado, de repartir, compartir, dispensarse por completo, mezclarse. Se volverá capaz de amar, con el signo de la alegría incontenible que nace de una vida abierta de par en par al don recíproco, de la fiesta sin fin que acoge al Liberador victorioso del mal. El milagro del sordomudo, al mismo tiempo que cuenta la historia personal del encuentro entre un hombre enfermo y el amor compasivo que lo cura, cuenta, sobre todo, el milagro de un Dios infinitamente “abierto” y que quiere a todo hombre a su imagen y semejanza en el amor».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.