«¿No recuerdan cuántos canastos llenos de pan recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?» Mc 8,18-19.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,13-21
Jesús subió de nuevo a la barca y se fue al otro lado del lago. Los discípulos se habían olvidado llevar panes y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: «Estén atentos con la levadura de los fariseos y con la levadura de Herodes». Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan». Dándose cuenta, Jesús les dijo: «¿Por qué comentan que no tienen panes? ¿Aún no comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente enceguecida? ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos llenos de pan recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?». Ellos contestaron: «Doce». «¿Y cuántas canastas de sobras recogieron cuando repartí siete entre cuatro mil?». Le respondieron: «Siete». Entonces, Jesús les dijo: ¿Y aún no entienden?».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Debemos tomarnos en serio el mensaje del Señor, porque no son cosas raras, ni están dichas para marcianos. ¡El hombre es capaz de hacer tanto bien! Recordemos el ejemplo de la Madre Teresa, una mujer de nuestro tiempo. Todos somos capaces de hacer mucho bien, pero también somos capaces de destruir; destruir lo grande y lo pequeño, hasta la misma familia; o destruir a los hijos, no dejándoles crecer con libertad, no ayudándoles a crecer bien: ¡se anula a los hijos! Tenemos esa capacidad y por eso, es necesaria la meditación continua, la oración, el diálogo, para no caer en la maldad que todo lo destruye. Y tenemos la fuerza; nos lo recuerda Jesús, que nos dice: Acordaos. Acordaos de mí, que he derramado la sangre por vosotros; acordaos de mí, que os he salvado, os he salvado a todos; acordaos de mí, que tengo la fuerza de acompañaros en el camino de la vida, no por la senda de la maldad, sino por el camino de la bondad, de hacer el bien a los demás; no por la senda de la destrucción, sino por el camino de la construcción: construir una familia, construir una ciudad, construir una cultura, construir una patria, cada vez más. Pidamos al Señor, hoy, antes de empezar la Cuaresma, esta gracia: elegir siempre bien el camino, con su ayuda, y no dejarnos engañar por las seducciones que nos llevarían por la senda equivocada» (Papa Francisco).
El pasaje de hoy, denominado “Ceguera de los discípulos”, se ubica luego del texto en el que los fariseos pedían a Jesús una señal del cielo. Esta lectura también se encuentra en Mateo 16,5-12. Hay que precisar que hoy meditaremos los versículos 13 al 21, pero el pasaje se extiende hasta el versículo 26. Los versículos del 22 al 26 narran la curación de un ciego en Betsaida que meditaremos el día de mañana.
El relato nos sitúa en un momento crucial del ministerio de Jesús. Tras la multiplicación de los panes y la confrontación con los fariseos, Jesús y sus discípulos suben a la barca y cruzan el mar de Galilea. Este episodio ocurre en un contexto de tensión y revelación. Los fariseos, representantes del legalismo religioso, exigen una señal, pero Jesús rehúsa ceder a su incredulidad.
Mientras navegan, los discípulos, preocupados por no haber llevado pan, no comprenden la advertencia de Jesús sobre la levadura de los fariseos y de Herodes. En la cultura judía, la levadura también simbolizaba la corrupción y la hipocresía. Jesús, con paciencia, les recuerda los milagros de la multiplicación de los panes y los invita a abrir los ojos del corazón. La barca es imagen de la Iglesia en travesía, enfrentando la tentación de la duda y la falta de fe. Este pasaje revela la dificultad del hombre para entender los signos de Dios y la importancia de la confianza en su providencia.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Mi inteligencia se queda impotente ante tu luz; es demasiado brillante. El ojo de mi alma es incapaz de recibirla, y no puede soportar estar largo tiempo mirándola fijamente. Mi mirada se queda herida por su resplandor, la sobrepasa su extensión; se pierde en su inmensidad y queda confusa ante su profundidad» (San Anselmo).
Jesús, con tono firme pero compasivo, reprende a sus discípulos: «¿Aún no comprenden ni entienden? ¿Es que tienen la mente enceguecida?» (Mc 8,17). ¡Cuántas veces también nosotros nos preocupamos por las cosas materiales y olvidamos la fidelidad de Dios! Como los discípulos, también somos lentos para ver los signos de su amor. La levadura de los fariseos es la hipocresía, la apariencia vacía de fe; la de Herodes es la autosuficiencia y el orgullo. Ambos fermentos pueden infiltrar nuestro corazón y alejarnos de la verdad.
Jesús nos llama a recordar. Él ha obrado en nuestra vida, ha multiplicado sus gracias en los momentos de escasez y ha calmado nuestras tormentas. La fe no consiste en exigir pruebas, sino en reconocer con gratitud lo que Dios ya ha hecho. En un mundo de incertidumbre, su Palabra es el pan que sacia. La pregunta central es: ¿Vemos realmente a Jesús, o nuestra preocupación por lo pasajero nos ciega? Este evangelio nos invita a despertar, a confiar y a limpiar nuestra mirada de toda levadura de incredulidad.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, fuente de pureza, amor y misericordia, acéptanos con nuestros miedos y confusiones, y transfórmanos en verdaderos discípulos tuyos.
Santo Espíritu de Dios, creador y santificador, envía tus dones y condúcenos por el camino del coraje y del riesgo, donde tú, fuente del divino asombro, estás siempre presente.
Amado Jesús, misericordia pura, recibe en tu mansión eterna a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y envía tus ángeles para que acompañen a los moribundos en el tránsito de esta vida terrenal al cielo.
Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos la escena: una barca sobre el mar, los discípulos en discusión, Jesús con la mirada llena de compasión y verdad. El viento sopla, pero no es el mar lo que los inquieta, sino su falta de comprensión. Así también nuestra vida está en travesía. ¿Llevamos la levadura de la incredulidad o el pan de la confianza en Dios?
Hoy, hagamos un acto concreto de fe: en lugar de preocuparnos por lo material, confiemos en la providencia de Dios. Si enfrentamos una dificultad, recordemos cómo el Señor nos ha sostenido en el pasado. Tal vez podamos dedicar un momento a la adoración eucarística o a la lectura orante de la Escritura. Dejemos que Jesús transforme nuestra ceguera en visión y nuestra duda en certeza.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Santa Gertrudis de Helfta:
«Como reza el salmo 62: “Dios mío, desde la aurora te busco” … Oh luz serena de mi alma, resplandeciente por la mañana, nace en mi cada mañana; brilla sobre mí con tanta claridad que “en tu luz contemple la luz” (según el Salmo. 35). Que, por ti, mi noche se convierta en día. Mi mañana deseada, que, por amor de tu amor, tenga por nada y vanidad todo lo que no eres tú. Visítame desde el amanecer, para transformarme totalmente en ti… Destruye lo que es mío; haz que me transforme totalmente en ti, de modo que nunca más pueda encontrarme en mí durante este tiempo limitado, sino que permanezca estrechamente unida a ti por toda la eternidad…
¿Cuándo seré saciada por una belleza tan grande y brillante? Tú Jesús, Estrella resplandeciente de la mañana, resplandeciente de claridad divina, ¿cuándo seré iluminada por tu presencia? ¿Esplendor tan digno de amor, cuándo me saciarás de ti? ¡Oh, si solamente aquí abajo pudiera percibir un poco, los delicados rayos de tu belleza…, por lo menos saborear anticipadamente tu dulzura, saborearte de antemano, tú que eres mi herencia elegida! … Tú eres el espejo resplandeciente de la santa Trinidad que permite contemplar a los de mirada pura y limpio corazón: allí arriba cara a cara, aquí abajo sólo un reflejo».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.