«El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien» Lc 6,45.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso, puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la astillita del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la astillita del ojo de tu hermano. No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian uvas de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal. Porque de la abundancia del corazón habla la boca».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio» (Gál 5,22-23).
El pasaje evangélico de hoy está integrado por dos segmentos: el primero, denominado “Ciego, guía de ciegos” (versículos 39-42), cuya parte final está referida a la corrección fraterna, se encuentra también en Mateo 7,3-5. El segundo segmento que trata sobre “El árbol y sus frutos” (versículos 43-45), se ubica también en Mateo 7,16-20. El texto integrado está en consonancia con la sección anterior que meditamos los dos domingos pasados.
Estando todavía en el “discurso del llano”, Jesús presenta tres proverbios o parábolas de estilo sapiencial: las dos primeras parábolas se centran en el interior de la persona; y la tercera se enfoca en la sabiduría y disposición de la persona para construir una vida espiritual en Cristo Jesús.
Jesús hace ver que, en su seguimiento, el egoísmo, la mezquindad y la falta de autocrítica constituyen uno de los principales obstáculos para la instauración real y efectiva del reino; nos enseña que el verdadero bien o mal no proviene del exterior, sino de la disposición del corazón humano.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la corrección fraterna es buena y necesaria cuando se combinan la caridad y el ejercicio de la conversión propia y ajena. El Señor también nos alerta ante la tentación de convertirnos en jueces o fiscales cuando corregimos a un hermano. Para vencer esta tentación debemos someternos a un sincero análisis de conciencia, que sea autocrítico con el fin de evitar actitudes de superioridad o de soberbia.
Jesús nos plantea preguntas esenciales: «¿Acaso, puede un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6,39). Nos confronta con nuestra propia ceguera espiritual, con nuestras hipocresías y nuestras incoherencias. Muchas veces juzgamos con severidad a los demás sin antes examinar nuestro propio corazón. «Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la astillita del ojo de tu hermano?» (Lc 6,42), nos dice el Señor, llamándonos a una conversión sincera.
Esta enseñanza también nos muestra que no podemos dar lo que no tenemos. Un árbol bueno da frutos buenos, un árbol malo da frutos malos. No es posible fingir bondad si el corazón está lleno de orgullo, egoísmo o resentimiento. Si queremos cambiar el mundo, el primer paso es transformar nuestra propia vida desde dentro. En un mundo que exalta la apariencia y la superficialidad, Jesús nos invita a construir una vida fundamentada en la verdad, en la misericordia y en la justicia.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Concédenos, Señor, que el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu Iglesia se alegre en su confiada entrega.
Espíritu Santo, fortalece los esfuerzos que hacemos para que nuestros pensamientos y acciones sean fruto de nuestra vida interior y oración.
Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.
Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Jesús como el verdadero Maestro, el que ve con claridad, el que conoce lo profundo del corazón humano. Imaginemos su mirada serena y llena de verdad, que nos invita a examinar nuestro interior. ¿Somos ciegos guiando a otros ciegos? ¿O somos testigos de la luz de Cristo?
Este evangelio nos invita a vivir con autenticidad. No basta con palabras bonitas ni con gestos externos; el fruto bueno solo puede brotar de un corazón transformado por la gracia de Dios. Hoy podemos hacer un propósito concreto: reflexionar antes de juzgar, buscar primero la conversión personal antes de exigirla en los demás, ser un árbol de vida para quienes nos rodean. «Cada árbol se conoce por su fruto» (Lc 6,44). Que nuestro fruto sea el amor, la paciencia, la generosidad y la fidelidad a Cristo.
Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de San Patricio:
«Hoy me ciño con la fuerza poderosa de la invocación a la Trinidad, con la fe en Dios, uno y trino, Creador del universo. Hoy me ciño con la fuerza de la encarnación de Cristo y de su bautismo, con la fuerza de su cruz y de su sepultura, con la fuerza de su resurrección y de su ascensión, con la fuerza de su venida gloriosa en el día del juicio.
Hoy me ciño con la fuerza del amor de los serafines, con la obediencia de los ángeles, con el servicio de los arcángeles, con la esperanza de la resurrección en vistas a la recompensa, con las oraciones de los patriarcas, de las profecías de los profetas, con la predicación de los apóstoles, con la fidelidad de los confesores, con la inocencia de las vírgenes santas, con las acciones de todos los justos.
Hoy me ciño con la fuerza de los cielos, con la luz del sol, con la claridad de la luna, con el esplendor del fuego, con el resplandor de los relámpagos, con la rapidez del viento, con la profundidad del mar, con la estabilidad de la tierra, con la solidez de las piedras.
Hoy me ciño con la fuerza de Dios para guiarme, con el poder de Dios para sostenerme, con la sabiduría de Dios para instruirme, con el ojo de Dios para guardarme, con el oído de Dios para escucharme, con la palabra de Dios para hablarme, con la mano de Dios para guiarme, con el camino de Dios para precederme, con el yelmo de Dios para protegerme, con las armas de Dios para salvarme de las trampas de los demonios, de la seducción de los vicios, de los abismos de la naturaleza, y de todos aquellos que me persiguen.
Cristo conmigo, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo en mí, Cristo por encima de mí, Cristo por debajo de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda, Cristo cuando me levanto, Cristo cuando me acuesto, Cristo en cada corazón que piensa en mí, Cristo en cada boca que me habla, Cristo en cada ojo que me mira, Cristo en cada oído que me escucha».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.