«Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no quedará sin recompensa» Mc 9,41.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,41-50
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Pues todos serán salados con fuego. Buena es la sal, pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonarán? Tengan sal en ustedes y vivan en paz unos con otros».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Siembren semillas de justicia, cosechen con lealtad, labren el campo nuevo, que están a tiempo de buscar al Señor, hasta que venga y les dé la lluvia conveniente» (Oseas 10,12).
El pasaje evangélico de hoy tiene dos segmentos bien definidos: el primero, en el versículo 41, está referido a la recompensa que recibirán quienes apoyen la misión de los consagrados a Dios; este texto se encuentra también en Mateo 10,42. El segundo segmento, ubicado entre los versículos 42 y 50, denominado “Radicalidad ante el pecado”, se encuentra también en Mateo 18,6-9; y el versículo 50 se puede ubicar también en Lucas 14,34-35.
La lectura se enmarca en el contexto del ministerio público de Jesús en Galilea, un territorio caracterizado por su diversidad cultural y religiosa. La enseñanza de Jesús en este fragmento es parte de su instrucción a los discípulos, quienes aún tienen una comprensión limitada del Reino de Dios. En este momento, Jesús subraya la importancia de la fidelidad radical y del escándalo como obstáculo en el camino de la fe. La Ley judía enfatizaba la pureza ritual, pero Jesús lleva a sus discípulos a una reflexión más profunda: la verdadera pureza es la del corazón. Su mensaje sobre evitar el escándalo a los pequeños y el llamado a la radicalidad refleja la urgencia del seguimiento cristiano. En un mundo dominado por la complacencia y el relativismo, este mensaje resuena con fuerza, llamando a una coherencia de vida que supere las medias tintas. Por ello, el segmento “Radicalidad ante el pecado” exige optar de forma decidida y coherente por el proyecto de Jesús que es la vida eterna, lo demás, hay que decirlo con crudeza, es muerte.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús nos llama a una santidad sin concesiones. Nos advierte que incluso las pequeñas acciones tienen un eco eterno: «Todo aquel que les dé de beber un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no quedará sin recompensa» (Mc 9,41). Este evangelio nos invita a tomar conciencia de que cada acto, por mínimo que parezca, tiene valor en los ojos de Dios. Pero también nos advierte sobre el escándalo: «El que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo arrojaran al mar» (Mc 9,42).
En una sociedad donde el pecado se trivializa, Jesús nos llama a una purificación radical. No se trata de amputaciones literales, sino de una invitación a eliminar todo lo que nos separa de Dios. Esto nos interpela: ¿Qué actitudes, hábitos o relaciones nos apartan del Reino? Jesús nos desafía a una fe sin tibieza, porque «el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8,35). Vivimos tiempos en los que es fácil justificar concesiones, pero el Reino de Dios exige corazones enteramente entregados. No hay medias tintas en la radicalidad del Evangelio.
El Señor, con la dureza de las imágenes del pasaje evangélico, advierte con firmeza sobre todo lo que es necesario que mejoremos para alcanzar su paz, aquella que solo él puede dar. Así mismo, con la fuerza simbólica de un vaso de agua, el Señor nos dice que con pequeñas acciones contribuimos a hacer realidad el Reino de los cielos, mejorando la sociedad y la civilización en que vivimos.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, concede a tu pueblo que la meditación asidua de tu doctrina le enseñe a cumplir, de palabra y de obra, lo que a ti te complace.
Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.
Oremos con San Francisco de Asís: «Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga yo amor. Donde hay ofensa, ponga yo el perdón. Que donde haya discordia, ponga yo la unión. Que donde haya error, ponga yo la verdad. Que donde haya duda, ponga yo la fe. Que donde haya desesperación, ponga yo esperanza. Que donde haya tinieblas, ponga yo la luz. Que donde haya tristeza, ponga yo alegría. Oh, Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando se recibe, olvidándose de sí, se encuentra a sí mismo; perdonando, se es perdonado, y muriendo en ti se resucita a la vida eterna».
¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
En el silencio del corazón, contemplemos a Jesús, quien con amor firme nos llama a una vida sin ataduras al pecado. Miremos nuestras manos, nuestros pies, nuestros ojos: ¿Cómo los usamos? ¿Contribuyen a la gloria de Dios o nos alejan de Él? Esta contemplación debe llevarnos a una resolución concreta: evitar lo que nos hace caer y ser constructores de paz en nuestro entorno. Puede significar renunciar a una relación tóxica, dejar un mal hábito o comprometernos más en la caridad. Dios no quiere la mediocridad en nuestra vida cristiana: nos llama a ser radicales en el amor y a renunciar a lo que impide nuestra plena comunión con Él. «Porque yo soy vuestro Dios; santificaos y sed santos, porque yo soy santo» (Lv 11,44). Esta contemplación no es un mero ejercicio intelectual, sino una transformación interior, donde la luz de Cristo nos purifica y nos fortalece.
Hermanos: contemplemos a Dios con una reflexión del papa Francisco:
«¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo según el mandamiento nuevo que nos dejó el Señor… Un amor, sin embargo, que no es estéril sentimentalismo o algo vago, sino que es reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, acoger al otro como verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van juntas.
¿Qué misión tiene este pueblo? La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, ser una luz que ilumina. En nuestro entorno…, vemos que la presencia del mal existe, que el diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta: ¡Dios es más fuerte! Vosotros, ¿creéis esto: que Dios es más fuerte? Pero lo decimos juntos, lo decimos todos juntos: ¡Dios es más fuerte! Y, ¿sabéis por qué es más fuerte? Porque Él es el Señor, el único Señor. Y desearía añadir que la realidad a veces oscura, marcada por el mal, puede cambiar si nosotros, los primeros, llevamos a ella la luz del Evangelio sobre todo con nuestra vida».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.