LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO C

«No he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento» Mt 5,17.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La alternativa que Jesús propone a la Ley no es la abolición, sino una mayor perfección y exigencia, una fidelidad radical, una santidad más profunda. La ley nueva de Cristo, la ley del Espíritu fundamenta una moral y una ética religiosa en dinamismo progresivo, interior, totalizante y acorde con el ritmo ascendente de la revelación» (Basilio Caballero).

Este pasaje evangélico forma parte del Sermón de la Montaña. Integra un texto en el que, desde el versículo 17 al 48, Jesús interpreta y explica la Ley de Dios, la Torá. En aquel tiempo, muchos cristianos de la Iglesia naciente creían que ya no había que cumplir la Ley del Antiguo Testamento, pues, consideraban que bastaba tener fe en Jesús y creer en su Palabra para alcanzar la vida eterna.

Asimismo, los fariseos y escribas interpretaban la Ley con rigurosidad, agregando múltiples preceptos para evitar cualquier transgresión. Sin embargo, esta observancia legalista muchas veces oscurecía el sentido profundo de la Ley: el amor y la justicia de Dios.

Jesús declara con autoridad que «No crean que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento». No es un legislador que anula lo anterior, sino aquel que lleva la revelación de Dios a su plenitud. En Él, la Ley no es letra muerta, sino vida, no es una carga, sino camino de santidad. Este mensaje causó tensión con los fariseos, quienes lo veían como una amenaza. No comprendían que Jesús no destruía la Ley, sino que la perfeccionaba en el amor, porque el amor sin límites a Dios y al prójimo es la plenitud de la Ley de Cristo, es la nueva justicia, es la nueva santidad. Como dice el apóstol Pablo, «amar es cumplir la ley entera» (Rom 13,10).

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Nosotros escuchamos con frecuencia la palabra de Dios. Cada día nos miramos al espejo para ver si vamos conservando la imagen que Dios nos pide. Cada día volvemos a la escuela, en la que el Maestro nos va ayudando en una formación permanente que nunca acaba. Es una de las consignas de la Cuaresma: poner más atención a esa palabra, sobre todo en la primera parte de la Eucaristía, para contrarrestar otras muchas palabras que luego escuchamos en este mundo y que generalmente no coinciden con lo que nos ha dicho Dios. En la Cuaresma nos hemos propuesto orientar nuestra conducta de cada día según esa palabra. Que se note que algo cambia en nuestra vida porque nos preparamos a la Pascua, que es vida nueva con Cristo y como Cristo» (José Aldazabal).

Jesús nos enseña que la Ley de Dios no es un código frío de normas, sino una expresión de su amor. No basta con cumplir preceptos externos, hay que vivir la Ley desde el corazón, para que nuestro comportamiento sea el reflejo del sentido profundo del amor misericordioso de Jesús, quien, a pesar de su condición divina, tomó nuestra condición humana, para ser Él mismo quien, con su vida, nos enseñe a amar.

Los fariseos se aferraban a la letra, pero olvidaban el espíritu. Jesús nos advierte: la verdadera santidad no está en cumplir lo mínimo, sino en vivir en plenitud el querer de Dios.

Este Evangelio nos desafía a revisar nuestra relación con Dios: ¿Obedezco la Ley por rutina, o porque amo a Dios? ¿Vivo el Evangelio como norma impuesta o como fuente de vida? ¿Soy fiel en lo pequeño, o busco excusas para justificar mis faltas? Jesús nos invita a ir más allá del cumplimiento externo y vivir la Ley como un camino de amor. Cumplir los mandamientos no es una imposición, sino una respuesta de gratitud al amor de Dios. Hoy, la Cuaresma nos llama a purificar nuestro corazón. No basta con evitar el mal, hay que buscar el bien. No basta con cumplir, hay que amar.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, instruidos por las prácticas cuaresmales y alimentados con tu Palabra, concédenos que te sirvamos fielmente con una santa austeridad de vida y perseveremos unidos en la plegaria.

Padre Eterno, que nuestra participación en la Eucaristía y en su alimento santo sean fuente de gracia para realizar obras de misericordia y de defensa en favor de las personas más débiles y vulnerables.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tus dones y enciende en nosotros el fuego de tu amor para que, fortalecidos, la Palabra sea en nosotros Espíritu y Vida. Fortalece con tus dones a los sacerdotes y consagrados para que sean fiel testimonio del amor de Nuestro Señor Jesucristo y de Dios Padre. Y despierta las vocaciones para llevar la Palabra a todos los confines de la tierra y dar valiente testimonio del amor de Dios Padre y de Dios Hijo.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, concede a las benditas almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas moribundas, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, esposa del Espíritu Santo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Jesús nos llama a la plenitud. No quiere discípulos mediocres, sino corazones encendidos por su amor. Nos pide fidelidad en lo pequeño, porque la santidad se construye en lo cotidiano.

Hoy contemplemos a Cristo, Maestro de la Ley, enseñándonos que el amor es el alma de todo mandamiento. No es suficiente evitar el pecado; debemos arder en amor, ser testigos, vivir la fe con plenitud. Haré el siguiente propósito: hoy seré fiel en algo pequeño: en una oración bien hecha, en un acto de caridad, en evitar una excusa fácil. Seré fiel en lo mínimo para que Dios me confíe lo grande.

Hermanos: contemplemos a Dios con el Catecismo de la Iglesia Católica, apartados 577 al 581:

«Al comienzo del Sermón de la Montaña, Jesús hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí, con ocasión de la primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”.

Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto, el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente.

El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador, que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo. En Jesús, la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra, sino en el fondo del corazón del Siervo, quien, por aportar fielmente el derecho, se convirtió en la Alianza del pueblo. Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo la maldición de la Ley en la que habían incurrido los que no practican todos los preceptos de la Ley, porque ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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