«El primero es: «… amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»» Mc 12,29-31.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas, y al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Para vivir hay que amar. El Sagrado Corazón, el corazón de Cristo, nos muestra cómo somos cuando hemos resucitado del pecado y vivimos de la vida eterna. Ese corazón que tenemos que copiar, reproducir, prolongar en la vida, no es sólo un corazón de un justo. Para asemejarnos, no basta poner de nuevo nuestro corazón en la buena vía, verificarlo, rectificarlo, hacer un examen de conciencia y ejercicios de perfección. Para ser un corazón del hombre nuevo, es necesario que ese corazón sea un corazón de hijo de Dios, que acepta ser invadido, dinamizado, poseído por el amor de Dios, del Dios que es Amor. Ese corazón nuevo, ese corazón injertado en la vida nueva, debe aceptar filialmente, libremente, que el amor de Dios devenga en él pasión por el hombre. Pasión por entregar a Dios, por el mundo, sin cesar y toda entera, la vida que nos da Dios» (Madeleine Delbrêl).
El texto de hoy trata sobre la primacía del amor. También se ubica en Mateo 22,34-40, y en Lucas 10,25-28. Días atrás, Jesús manifestó que venía al mundo a dar cumplimiento y plenitud a la Ley, muestra de ello es el evangelio de hoy, en el que los escribas y doctores desean conocer, de las mismas palabras de Jesús, cuál es el mandamiento principal. La pregunta del letrado busca una respuesta integradora, ya que los doctores de la ley la desglosaron en 613 preceptos, de los cuales 248 eran prescripciones positivas y 365 eran prohibiciones, tantas como los días del año.
Jesús responde inicialmente citando el Shemá, la oración central de judaísmo, en Deuteronomio 6,4-5, «Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas». Luego, añade, citando a Levítico 19,18: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»; finalmente, concluye: «No hay mandamiento mayor que éstos».
Jesús no solo señala dos mandamientos, sino que los une de manera inseparable: el amor a Dios y el amor al prójimo son una misma realidad. No se puede amar a Dios sin amar al hermano (1 Jn 4,20).
La respuesta del escriba es humilde y sincera. Reconoce la verdad de lo dicho por Jesús y entiende que el amor es superior a los sacrificios. Por eso, Jesús le dice: «No estás lejos del Reino de Dios». La fe no es solo cumplimiento exterior, sino una entrega total del corazón.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«¿Qué es el amor? El amor es la virtud por la que amamos. ¿Qué amamos? Un bien inefable, un bien benéfico, un bien que crea todos los bienes. Que Dios sea tu delicia, puesto que de Él recibes todo lo que causa tu deleite. Sea nuestra esperanza nuestro Dios. El que hizo lo bello es más bello que todo; el que hizo lo fuerte es más fuerte; el que hizo lo grande es más grande que todo. Cualquier cosa que ames, Él deberá ser tu amor. Aprended a amar a la criatura en el Creador, en la hechura al Hacedor. No te retenga lo que fue hecho por Él y pierdas a aquel por quien tú también fuiste hecho. “Bienaventurado el varón que puso su esperanza en el nombre del Señor y no fue en pos de vanidades y de engañosas locuras”» (San Agustín).
Hermanos: el despliegue maravilloso del amor de Dios nos conduce al agradecimiento y a la alabanza a Él por nuestras vidas, nuestras familias, nuestro planeta, por todos los dones que recibimos de Él. A la vez, nos cuestiona sobre nuestra manera de amar a Dios y de amar al prójimo a través de nuestras obras.
El amor verdadero no es solo sentimiento, sino acción. Se manifiesta en la compasión, el perdón, la justicia, el servicio. En la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), Jesús muestra que el prójimo no es solo aquel que nos agrada, sino todo aquel que necesita de nosotros, incluso el enemigo. Hoy, en un mundo dividido por odios, ideologías y egoísmo, Jesús nos llama a hacer del amor la norma suprema de nuestra vida. No basta con rezar y cumplir normas; el amor es la verdadera adoración que agrada a Dios.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Infunde bondadosamente, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que sepamos apartarnos de los errores humanos y secundar las inspiraciones que, por tu generosidad, nos vienen del cielo.
Dios Santo y bueno, haz que salgamos siempre victoriosos de los combates que el enemigo del amor nos propone diariamente, y que nada, ni nadie nos separe jamás de ti.
Amado Jesús, misericordioso Salvador, otorga tu perdón a las almas del Purgatorio, especialmente a las que más necesitan de tu infinita misericordia y permíteles contemplar tu rostro amoroso.
Madre Santísima, esposa del Espíritu Santo, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hoy, contemplemos a Jesús, el Amor encarnado. Él nos amó hasta el extremo, con todo su corazón, su alma, su mente y sus fuerzas. Él no solo enseñó el amor, lo vivió en cada palabra, en cada milagro, en cada herida recibida por nuestra salvación.
Nos invita a vivir como Él: un amor total, sin cálculos, sin reservas. Por eso, preguntémonos: ¿Amo a Dios con todo mi ser, o hay ídolos que compiten con Él en mi corazón? ¿Mi amor al prójimo es sincero, o está condicionado por simpatías y conveniencias? ¿Soy capaz de amar a quien me ha herido, de perdonar al que me ha ofendido?
Hermanos: la verdadera conversión es pasar del egoísmo al amor. No basta decir «Señor, Señor» (Mt 7,21), sino vivir en el amor, como Cristo nos ha amado (Ef 5,2).
Mi propósito para hoy será realizar un acto de amor concreto: perdonaré a alguien, ayudaré a un necesitado o consolaré a quien sufre.
Hermanos, repitamos en la intimidad de cada uno en nuestros corazones, el himno al amor cristiano, que se encuentra en 1 Corintios 13,1-10.13:
«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendoso.
Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca terminará…
Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.