LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA – CICLO C

«Vuelve a casa, tu hijo vive» Jn 4,50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria». Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque hablan visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, no creen». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi hijo». Jesús le contesta: «Vuelve a casa, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer, a la hora séptima lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«La palabra de Dios realiza lo que dice. “Como la lluvia no vuelve a la tierra sin haberla fecundado, así tampoco la palabra de Dios vuelve a él sin haber dado fruto”. En los albores del universo, Dios habló, y se hizo la luz; habló de nuevo, y fue creada la tierra, con flores para adornarla y animales para poblarla. Dios habló, y el hombre salió del soplo de su boca.

Aparece Jesús, y el Creador recorre de nuevo la tierra. Su palabra lo renueva todo. El Espíritu, que se había callado con el último de los profetas, habla de nuevo y restaura la creación en su belleza primigenia. “Escuchad lo que os dice”. “Sí, palabra del Señor, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. Ya no se oirán gemidos ni llantos. Ya no serán arrebatados los lactantes ni habrá ancianos que no colmen sus días”» (Bastin-Pinckers-Teheux).

En la cuarta semana de Cuaresma, la cercanía de la Pascua se hace sentir en las lecturas bíblicas. Hoy, el pasaje evangélico está integrado por la parte final de la conversión de la samaritana y por el texto denominado “Jesús sana al hijo de un funcionario real”. En la lectura, ante la insistencia del funcionario, Jesús le dice: «Vuelve a casa, tu hijo vive». Ante esta respuesta, con una confianza y fe creciente, regresa a su casa y comprueba que su hijo se ha recuperado; este signo hace que el funcionario y su familia se conviertan y crean en Jesús.

En el ámbito de la fe, este texto se relaciona con los siguientes pasajes: con la sanación del siervo del centurión, en Lucas 7,1-10 y en Mateo 8,5-13, cuando Jesús admirado dijo: «Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel». También con el “milagro robado” de la hemorroísa, en Lucas 8,40-48, cuando Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz». En el mismo capítulo, en los versículos siguientes, Jesús resucita a la hija del jefe de la sinagoga, diciendo: «No temas; basta que creas y se salvará». También se relaciona con el texto de la fe de la mujer cananea, en Mateo 15,21-28 y Marcos 4,24-30, cuando Jesús le dice: «Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos».

Tengamos en cuenta que el contacto con Jesús es fuente de vida; Él es el centro de nuestra vida, por ello, a Jesús le debemos nuestra oración de alabanza y adoración. Creamos en Él sin ninguna otra garantía que su Palabra. El ideal es creer en la Palabra de Jesús, incluso sin ver.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la fe que se apoya en los milagros y la fe que se apoya en la palabra de Dios. El funcionario real comienza con una fe imperfecta: busca a Jesús porque ha oído de sus milagros, pero aún no lo reconoce como el Señor de la vida. Sin embargo, a medida que avanza la historia, su fe se purifica. Al principio, suplica que Jesús vaya a su casa, creyendo que solo su presencia física podría sanar al niño. Pero Jesús lo desafía a creer sin ver: «Vuelve a casa, tu hijo vive».

Aquí encontramos un eco de otro episodio: la incredulidad de Tomás, quien no cree hasta ver y tocar las llagas del Resucitado. A él, Jesús le dice: «Dichosos los que creen sin haber visto» (Jn 20,29).

La fe auténtica no es la que exige signos, sino la que confía en la palabra del Señor. ¿En qué clase de fe estamos nosotros? ¿Necesitamos ver para creer?

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos, concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra.

Señor, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu corazón misericordioso, y envíanos tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.

Padre eterno, te pedimos por todos los que cargan con el peso de la enfermedad, la soledad y la pobreza, para que descubran en nuestra cariñosa cercanía la presencia sanadora y consoladora de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al funcionario real. Sale de su casa angustiado, con la carga de un hijo moribundo. Se acerca a Jesús pidiendo un milagro visible, pero Jesús le da algo más grande: la oportunidad de creer sin ver. El milagro ocurre en el camino. No en el momento esperado, no en la forma esperada, sino cuando él confía sin certezas visibles.

¿Cuántas veces queremos que Dios actúe según nuestros planes? ¿Me atrevo a confiar en Dios sin exigirle pruebas? ¿Acepto sus tiempos y caminos, aunque no los entienda? ¿Vivo mi fe esperando milagros, o confiando en su amor? Hoy haré un acto de fe: pediré algo al Señor y, en lugar de exigir una señal, confiaré plenamente en su voluntad.

Hermanos: contemplemos a Dios a través del Catecismo de la Iglesia Católica, entre los puntos 27 y 30:

«El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar… De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso… Pero esta “unión íntima y vital con Dios” puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas, el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes de pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios y huye ante su llamada.

Alégrese el corazón de los que buscan a Dios. Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarlo para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, un corazón recto, y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

Como dice San Agustín: “Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios. A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti”».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

Leave a Comment