LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA IV DE CUARESMA – CICLO C

«¿Quieres quedar sano?» Jn 4,6.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 5,1-16

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo “Betesda”. Esta tiene cinco pórticos, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho toma tu camilla y eches a andar?». Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacia estas cosas en sábado.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Hoy el Señor nos dice a cada uno: “Levántate, toma tu vida como sea, bonita, fea, como sea, tómala y ve adelante. No tengas miedo, ve adelante con tu camilla” – “Pero Señor, no es el último modelo…”. ¡Pues sigue adelante! ¡Con esa camilla fea, quizá, pero ve adelante! Es tu vida, es tu alegría. “¿Quieres curarte?”, es la primera pregunta que hoy nos hace el Señor. “Sí, Señor” – “Pues, levántate”. Y en la antífona de entrada estaba ese comienzo tan bonito: “Sedientos, acudid por agua -dice el Señor-, venid los que no tenéis dinero y bebed con alegría”. Y si decimos al Señor: “Sí, quiero curarme. Sí, Señor, ayúdame que quiero levantarme”, sabremos cómo es la alegría de la salvación» (Papa Francisco).

El Evangelio de hoy nos sitúa en Jerusalén, en la piscina de Betesda, un estanque cercano a la puerta de las Ovejas, donde los enfermos esperaban la agitación del agua, creyendo que quien entrara primero sería sanado. Era un lugar de esperanza y desesperación, donde se reunían los que no tenían otra salida más que un milagro.

Los judíos de la época tenían una visión rígida de la Ley. Se creía que la enfermedad era un castigo divino (cf. Jn 9,2), y sanar en sábado era considerado una violación del descanso sabático. Jesús, con su gesto de misericordia, desafía esta mentalidad legalista, mostrando que el amor y la vida están por encima de cualquier formalismo.

El paralítico llevaba treinta y ocho años esperando un milagro. Su postración no solo era física, sino también interior, atrapado en una resignación que lo incapacitaba más que su enfermedad. Jesús lo encuentra y le hace una pregunta desconcertante: «¿Quieres quedar sano?» (Jn 5,6). No es una pregunta obvia, porque la sanación implica cambio, compromiso y decisión. Por ello, este pasaje nos introduce en el drama humano de la parálisis del alma, donde muchas veces nos acostumbramos a nuestros pecados e imperfecciones, y perdemos la esperanza de una vida nueva.

Que esta Cuaresma nos estimule a mejorar nuestra disposición interior a través de la conversión del corazón, realizando obras de penitencia y misericordia.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

En la lectura hay elementos fundamentales sobre los que podemos reflexionar: primero, la perseverancia y esperanza del hombre paralítico, cuya dolencia tenía 38 años; segundo, la falta de solidaridad y egoísmo con la que una gran parte de la humanidad trata a los más débiles y vulnerables; y, tercero, el amor y la misericordia de Dios que está por encima de cualquier esquema humano, un amor que cura en cualquier circunstancia, incluso en sábado.

«¿Quieres quedar sano?», es la pregunta que Jesús nos hace también hoy a cada uno de nosotros. Nuestra respuesta debe orientarse a renovar nuestro compromiso bautismal y dejar de lado todo pecado, dejar la “camilla”, levantarnos y caminar solidariamente hacia la liberación total que Nuestro Señor Jesucristo nos propone. La fe no es pasividad, sino respuesta activa a la voz del Señor. Dios nos ofrece la sanación, pero somos nosotros los que debemos levantarnos y caminar. El problema es que muchos prefieren su parálisis. Se acomodan en sus pecados, en sus excusas, en sus miedos. Nuevamente, hoy Jesús nos desafía: «¿Quieres quedar sano?».

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, que el ejercicio respetable de este tiempo santo de Cuaresma prepare el corazón de tus fieles para acoger adecuadamente el Misterio pascual y anuncia a la humanidad el mensaje de tu salvación.

Padre eterno, envíanos tu Espíritu Santo para ser perseverantes en la oración por todas nuestras necesidades y no caer en el desánimo; que los dones espirituales nos hagan ser más solidarios con las personas más necesitadas, anteponiendo tu amor, ante todo.

Padre eterno, que, aunque no obtengamos la gracia que te pedimos, acoge amorosamente nuestro deseo de comunicarnos permanentemente contigo.

Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Imaginemos la escena: el paralítico en el suelo, sucio, cansado, atrapado en su destino. Jesús se acerca, lo mira, le habla. No lo toca, no le impone las manos. Solo le da una orden: «Levántate». El milagro no ocurre en el agua, sino en la fe de quien obedece. El paralítico podía haber dudado, pero confió en la voz de Jesús y se puso de pie.

¿Qué parálisis hay en mi vida? ¿Qué miedos me impiden caminar en la fe? ¿Estoy esperando que Dios haga todo por mí, en vez de levantarme y actuar? Dios quiere sanarnos, pero no impone su gracia: nos la ofrece con amor y espera nuestra respuesta. Hoy daré un paso concreto para salir de mi postración: si hay un pecado que me ata, buscaré el sacramento de la reconciliación; si hay un miedo que me paraliza, lo enfrentaré con fe.

Hermanos: contemplemos a Dios a través de un sermón de Juan Taulero, predicador y místico de Alsacia:

«Es preciso señalar adecuadamente que el enfermo del que habla Juan yacía allí, junto a la piscina, desde hacía mucho tiempo, desde hacía muchos años. Esto va contra las personas que, en cuanto se han comprometido con una vida particular y no les acontecen de inmediato grandes cosas, lo consideran todo perdido y se lamentan de Dios precisamente como si se les hiciera una injusticia. Qué pocas personas tienen, sin embargo, la noble virtud de ser capaces de abandonarse y tener paciencia, soportando su enfermedad, su prisión y sus tentaciones hasta que no las sane el mismo Señor.

Si alguien se mantuviera en esta prisión y no se escapara antes de que el Señor le liberara, ¡qué cosa noble y generosa haría! ¡Qué poder, qué señorío se darían al hombre! Se les diría en verdad: “¡Levántate! Ahora ya no debes yacer, sino debes triunfar de toda prisión, estar desatado y libre, caminar de manera expedita, y llevar el lecho que antes te llevaba y levantarlo con energía y con fuerza”. El hombre al que el Señor libera queda liberado del todo; camina en la alegría y llega, después de esa espera, a una maravillosa libertad».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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