«Yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése ustedes no lo conocen; yo lo conozco, porque procedo de Él, y Él me ha enviado» Jn 7,28-29.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 7,1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste al que intentan matar? Pues miren cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que es en realidad el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, alzó la voz: «A mí me conocen, y conocen de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése ustedes no lo conocen; yo lo conozco, porque procedo de Él, y Él me ha enviado». Entonces intentaban detenerlo; pero nadie se atrevió, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«“El tiempo de mi gloria no ha llegado todavía”. Fijaos en la profundidad de este pensamiento: ellos le empujan a buscar la gloria, pero él quiere que la humillación preceda a la elevación; es a través de la humildad que quiere trazarse un camino hacia la gloria. Los discípulos que querían estar sentados uno a su derecha y el otro a su izquierda (Mc 10,37) buscaban también ellos la gloria humana: no veían sino el término del camino sin pararse a pensar en qué camino era el que conduce a ella. El Señor, pues, otra vez les ha llamado al verdadero camino, a fin de que lleguen a la patria por el camino adecuado. La patria es elevada, pero el camino es humilde. La patria es la vida de Cristo; el camino es la muerte. La patria es la morada de Cristo, el camino que conduce a ella es su Pasión…» (San Agustín).
El pasaje evangélico de hoy nos sitúa en Jerusalén durante la festividad judía de las Tiendas o Tabernáculos. Esta celebración, conocida como Sucot, era una de las tres peregrinaciones anuales en las que los israelitas acudían al Templo para conmemorar la protección divina durante su travesía por el desierto tras la liberación de Egipto. La ciudad se llenaba de peregrinos que erigían cabañas temporales, recordando las moradas provisionales de sus ancestros.
En este contexto, Jesús decide subir a Jerusalén de manera discreta, consciente de la creciente hostilidad de las autoridades religiosas que buscaban su muerte debido a las tensiones derivadas de sus enseñanzas y acciones, las cuales desafiaban las tradiciones establecidas y cuestionaban la autoridad de los líderes judíos. La expectación mesiánica estaba en su punto álgido; muchos esperaban la llegada del Mesías que liberaría a Israel del yugo romano y restauraría el reino davídico. Sin embargo, la figura de Jesús generaba división: algunos lo reconocían como el Cristo, mientras que otros, basándose en su aparente origen galileo, dudaban de su autenticidad mesiánica, ya que se creía que el Mesías tendría un origen desconocido.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Nuestro Señor Jesucristo se sigue enfrentando a las amenazas y a la persecución de las autoridades religiosas que ven en Él una amenaza a su poder y prestigio humano. En la actualidad, muchos hermanos en el mundo enfrentan múltiples peligros a causa de sus convicciones cristianas, incluso peligro de muerte, y muchos de ellos permanecen firmes a las enseñanzas del Maestro.
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la identidad de Jesús y nuestra propia percepción de Él. Al igual que la multitud, podemos caer en prejuicios y suposiciones basadas en conocimientos superficiales. Es esencial profundizar en la relación personal con Cristo para reconocerlo verdaderamente como el Enviado del Padre. Por ello, repasemos nuestras vivencias: también nosotros enfrentamos las pretensiones relativistas del mundo actual que promueve, como el consumismo, el aborto, la ideología de género y tantas otras cosas que se oponen a los valores cristianos.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que has preparado el remedio adecuado para nuestra fragilidad, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y manifestarla en nuestra propia conducta.
Amado Jesús, tú que, siendo Dios, soportaste la incomprensión y rechazo de la gente, mientras cumplías la misión que Dios Padre te encomendó, fortalécenos con tu Espíritu Santo para no caer en la tentación de abandonar nuestras convicciones y acciones según tus enseñanzas.
Amado Jesús, que jamás cedamos ante el relativismo moral del mundo actual, ni ante cualquier pretensión del enemigo de la verdad.
Amado Jesús, tú que eres el autor de la vida eterna, acuérdate de los difuntos y dales parte en tu gloriosa resurrección. Otorga también la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Imagina a Jesús en el Templo, enseñando con fervor y serenidad, mientras las miradas de la multitud se posan en Él, divididas entre la admiración y la duda. Siente, tú también, la tensión del momento, pero también la paz que emana de su presencia. En este silencio contemplativo, permite que su mirada penetre en tu alma, despojándote de todo juicio superficial y abriéndote a una comprensión más profunda de su ser.
Te proponemos el siguiente propósito: durante esta semana, dedica tiempo a la lectura y meditación de las Escrituras, buscando conocer más íntimamente a Jesús. Específicamente, reflexiona sobre pasajes que revelan su identidad y misión, como Juan 14,6: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Permite que estas palabras transformen tu percepción y relación con Él.
Hermanos: contemplemos a Dios con un escrito del padre David María Turoldo:
«El primer paso del conocimiento de Dios es el de una esmerada distinción entre lo que viene del hombre y lo que viene de Dios: tener el valor de ser capaces de distinguir en nosotros lo que es puramente nuestro de lo que es de Dios. Cuando aceptemos lo que viene del hombre, debemos reconocerlo claramente como procedente del hombre y no atribuir a Dios lo que, en cambio, es maquinación nuestra, montaje nuestro. Esto significa sentirnos sinceramente pecadores. Y, al mismo tiempo, hay que reconocer que Dios se hizo para nosotros Palabra viva en Cristo. El símbolo del cuarto evangelio es esto: todo el universo, el cosmos, está envuelto por el misterio, por el gran silencio que es Dios. Ahora bien, Dios habla, ha hablado en la creación, ha hablado a través de los profetas y, por último, sigue hablando una Palabra hecha de carne humana, que es Cristo. El Cristo – Dios se ha revelado plenamente como vida que muere, aniquilada por el pecado, para que el pecador se aniquile a sí mismo y recupere la vida.
Para nosotros los cristianos, el conocimiento de Dios no consiste, por consiguiente, en otra cosa que en tomar el camino indicado por Cristo. El conocimiento de Dios no es evasión de las responsabilidades de la historia, no es evasión del tiempo para sumergirnos en fantasías místicas, sino que es un conocimiento profundo que, purificando nuestro ser día tras día, nos permite separar de una manera perspicaz lo que es verdadero y eterno de lo que es transitorio y, por consiguiente, no verdadero. A continuación, nos ayuda a resituar los valores de la vida en su justa jerarquía, a dar la importancia adecuada a la vida y a la muerte; a dar importancia a la existencia en orden a Dios y a redescubrir a Dios en el misterio de las cosas según el orden adecuado. En consecuencia, no se trata de un conocimiento intelectualista, como cabría esperar de las filosofías humanas, sino de un conocimiento esencialmente histórico, vital, como cabe esperar de Dios, sentido como una realidad que penetra en la misma historia para transformarla y santificarla. Cuando nosotros nos comprometemos a realizar el designio divino no disponemos de otro camino que no sea este: el de morir para alcanzar a Dios. Morir a nosotros mismos, para resucitar y estar más maduros, para llegar a ser más nosotros mismos y sentirnos en armonía con el cosmos y en comunión con él. Solo entonces conoceremos a Dios».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.