LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA – CICLO C

«¡Alégrense!» Mt 28,9.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres se alejaron a prisa del sepulcro; y corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús le salió al encuentro y les dijo: «¡Alégrense!». Ellas se acercaron, se postraron ante Él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengan miedo: Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos guardias fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma de dinero, con esta consigna: «Digan: “sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos”. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y a ustedes los sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta versión se ha ido difundiendo entre los judíos hasta el día de hoy.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Probablemente, ante las dificultades y la apatía de muchos, también nosotros necesitemos oír la palabra alentadora: “alegraos… no tengáis miedo… seguid anunciando…”. Nuestro testimonio será creíble si está convertido en vida, si se nos nota en la cara antes que en las palabras. La Resurrección de Jesús no es sólo una noticia, una verdad a creer o un acontecimiento a recordar: es una fuerza de vida que el Resucitado nos quiere comunicar a cada uno de nosotros.

Uno de los momentos privilegiados de nuestro encuentro con él es la Eucaristía. Cada vez que la celebramos deberíamos salir, como las mujeres de la primera hora del evangelio, llenos de la buena noticia y de la experiencia de comunión con el Señor, dispuestos a comunicar con verdadero aire de alegría a nuestra sociedad, a nuestra familia, a nuestra comunidad religiosa, el mensaje de vida que nos ha encargado el Señor resucitado.

También nosotros, como el salmista creyente y como Jesús en el trance de su muerte, podemos decir el salmo 15 con sentido. Si estamos experimentando momentos de desconcierto o de dolor, digámosle a Dios, al inicio de la Pascua: “con él a mi derecha no vacilaré… me enseñarás el sendero de la vida”. Las dificultades de la vida pertenecen a nuestro seguimiento a Cristo que llegó a la nueva existencia a través de la pasión y de la muerte. Con él estamos destinados todos a la vida. Por eso escuchamos y creemos la consigna del Resucitado: “alegraos”» (José Aldazabal).

La lectura de hoy relata un pasaje fundamental para la humanidad: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Frente a este acontecimiento extraordinario se observan dos reacciones opuestas: por un lado, las dos Marías y otras mujeres que fueron a visitar el sepulcro de Jesús sintieron temor y expectativa, pero corren a anunciar a los otros discípulos la Resurrección de Nuestro Señor porque solo buscaban compartir su fe. Por otro lado, los guardias del sepulcro también tuvieron temor, pero no reflexionaron y buscaron sacar provecho de lo que vieron, por eso corren a los sumos sacerdotes, quienes querían esconder la noticia de la Resurrección de Jesús, motivo por el cual sobornan a los soldados para que difundan una gran mentira: que el cuerpo de Jesús había sido robado por sus discípulos.

Las mujeres, primeras testigos del sepulcro vacío y del Resucitado, se convierten en portadoras de una noticia que trastoca el orden establecido y anuncia una nueva era de esperanza y redención. Evidentemente, aquellas mujeres representaban a la Iglesia naciente; y Jesús, por medio de ellas y de sus discípulos, iniciaba la extensión de su reino. Por ello, compartamos nuestra fe, aquella que fe permite que encontremos a Jesús en nuestro camino.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Como resucitados en Cristo Jesús, tengamos siempre presente que Jesús está vivo en cada uno de nosotros. Con su Resurrección, Él ha entrado en nuestra vida cotidiana para siempre. El encuentro con Jesús es el más maravilloso acontecimiento de nuestra vida, acudamos a su llamado y a ese encuentro, dejando de lado el miedo y con confianza plena en su misericordia y amor.

Por ello, queridos hermanos, respondamos de corazón: ¿Cómo vivo la experiencia de Jesús resucitado en nuestra vida? ¿Cómo reacciono y hago frente a todas las tentaciones y situaciones que buscan impedir el maravilloso encuentro con Jesús? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a experimentar, con fe, la cercanía de Jesús resucitado. No permitamos jamás que los bienes materiales o los honores humanos nos alejen de nuestra fe.

Porque la resurrección de Jesús no es solo un evento histórico, sino una realidad que transforma la vida de quienes creen en Él. Como dice San Pablo: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él» (Rm 6,8). La fe en la resurrección nos invita a vivir como personas nuevas, dejando atrás el pecado y abrazando la vida en Cristo. ¡Bendito seas por siempre, amado Jesús, alabado seas por toda la eternidad!

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor Dios, que haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos hijos, concede a tus siervos vivir el sacramento que recibieron con fe.

Amado Jesús, resucitado entre los muertos y que reinas para siempre, te imploramos que la gracia de tu Misterio pascual colme nuestro espíritu y nos conceda los dones para seguir el camino de salvación eterna que tú trazaste.

Amado Jesús, que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren consuelo y alivio en tu gloriosa resurrección. Te pedimos por todos los difuntos de todo tiempo y lugar, ten misericordia de ellos, amado Señor.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplamos a las mujeres que, con el corazón agitado, se encuentran con Jesús Resucitado. Su experiencia nos invita a abrir nuestros ojos y corazones a la presencia viva de Cristo en nuestras vidas. En medio de nuestras rutinas y preocupaciones, Jesús se hace presente, nos saluda y nos envía.

Para vivir esta contemplación, propongámonos:

  • Reconocer la presencia de Cristo Resucitado en lo cotidiano, en las personas que encontramos y en las situaciones que vivimos.
  • Responder con alegría y sin temor a su llamado, compartiendo con otros la esperanza que brota de la resurrección.
  • Ser portadores de paz y verdad, en un mundo que a menudo prefiere la mentira y la desesperanza.

Que nuestra vida sea un testimonio vivo de que Cristo ha resucitado y está con nosotros.

Hermanos: contemplemos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo con el Papa Francisco:

«“¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto” (Lc 19,38) … Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande… Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano.

Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.