«La obra de Dios es ésta: que crean en quien Él ha enviado» Jn 6,29.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,22-29
Después que Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había subido en la barca con sus discípulos, sino que sus discípulos habían partido solos. Entretanto, unas lanchas de Tiberíades llegaron cerca del lugar donde habían comido el pan después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «Les aseguro, no me buscan por los signos que vieron, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios Padre lo ha marcado con su sello». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es ésta: que crean en quien Él ha enviado».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«El fundamento sobre el cual nos apoyamos es la fe. Sin fe, es imposible esperar que se pueda llevar algún consuelo espiritual… Según la fe sea más o menos fuerte, las palabras de consuelo de la Santa Escritura harán un bien mayor o menor. Esta virtud de la fe ningún hombre puede adquirirla por sí mismo, ni tampoco darla a otro… La fe es un don gratuito de Dios, y tal como dice Santiago: “Todo bien, todo don perfecto viene de lo alto, del Padre de las luces” (St. 1,17). Por eso, nosotros cuando tengamos signos de que nuestra fe es débil, pidámosle que la fortifique» (Santo Tomás Moro).
El pasaje evangélico de hoy se sitúa en la región de Galilea, específicamente en Cafarnaúm, una ciudad situada a orillas del mar de Galilea. Este contexto geográfico es significativo, ya que Cafarnaúm era un centro comercial y pesquero importante en la época de Jesús. La lectura se encuentra después de la multiplicación de los panes y del episodio en el que Jesús camina sobre el agua. Forma parte del discurso eucarístico de Jesús que se extiende hasta el versículo 66.
Se observa que mucha gente, que fue testigo de la multiplicación de los panes, busca al Señor solo porque satisface sus necesidades fundamentales: salud y alimentación. Pero Jesús va más allá, se presenta, fundamentalmente, como el alimento que permanece para la vida eterna, y que todos debemos aceptar.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras motivaciones al buscar a Jesús. La multitud lo sigue después de la multiplicación de los panes, pero Jesús les reprocha: «No me buscan por los signos que vieron, sino porque comieron pan hasta saciarse» (Jn 6,26). Esta respuesta nos confronta con la pregunta: ¿Buscamos a Jesús por conveniencia o por fe auténtica?
Jesús nos exhorta a trabajar «no por el alimento que se acaba, sino por el alimento que permanece para la vida eterna» (Jn 6,27). Este alimento es Él mismo, el Pan de Vida, que se nos ofrece en la Eucaristía. «La obra de Dios es ésta: que crean en quien Él ha enviado» (Jn 6,29). Esta fe no es solo una aceptación intelectual, sino una entrega total y confiada a Cristo.
Este mensaje resuena con otros pasajes del Nuevo Testamento, como cuando Jesús dice: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6,33). También recuerda la conversación con la samaritana, donde Jesús ofrece “agua viva” que sacia la sed espiritual (Jn 4,10-14).
En nuestra vida diaria, es fácil caer en la tentación de buscar a Dios solo cuando necesitamos algo. Este pasaje nos llama a una fe más profunda, a buscar a Jesús por quien es, no solo por lo que puede darnos. Nos invita a cultivar una relación auténtica con Él, basada en el amor y la confianza.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Te pedimos, Dios todopoderoso, que, despojándonos del hombre viejo con sus inclinaciones, vivamos en la obediencia de Aquel a quien nos has incorporado por los sacramentos pascuales.
Amado Jesús, con plena disposición para seguirte, te pedimos que el Espíritu Santo nos fortalezca para que no te sigamos de manera superficial, sino que, saliendo al encuentro de nuestros hermanos y alimentados por el pan del cielo, podamos seguirte con fe ciega.
Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad.
- Contemplación y acción
Al contemplar a Jesús como el Pan de Vida, somos invitados a profundizar en nuestra relación con Él. Esta contemplación nos lleva a reconocer que solo en Él encontramos la plenitud que anhelamos. Propongo que hagamos lo siguiente:
- Participar con mayor devoción en la Eucaristía, reconociendo en ella el alimento que da vida eterna.
- Dedicar tiempo diario a la oración y lectura de la Palabra de Dios, buscando fortalecer nuestra fe.
- Practicar obras de caridad, compartiendo con los necesitados los dones que hemos recibido.
- Examinar nuestras motivaciones al buscar a Dios, purificando nuestro corazón de intereses egoístas.
En el silencio de la contemplación, permitamos que el amor de Cristo transforme nuestro ser, guiándonos hacia una vida de entrega y servicio.
Queridos hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San John Henry Newman:
«Los escribas y los fariseos, aunque Cristo hubiera realizado obras que nadie más había hecho, insistieron en pedir un signo decisivo que probara de una manera irrefutable su divinidad. Sí, es cierto, había realizado un gran evento, pero les había decepcionado. Se habría producido un signo, pero no para ellos. Fue el único evento en el que él no aparecía como un signo de poder, sino de debilidad. Su humillación fue proclamada y anunciada al mundo entero. Cuando fue levantado de la tierra, desplegó su poder; atrajo a todos los hombres hacia él, pero no con lo que estaba a la vista, sino con lo que estaba escondido, que era materia de fe: con su virtud expiatoria. No vayamos, pues, en busca de signos y milagros, ni pidamos prendas interiores y sensibles del favor de Dios. Corramos a la aventura de la fe y conseguiremos creer en la prueba que los otros exigen antes de creer. El Dios omnipotente está escondido y el mundo no lo descubre; podemos ir a cualquier parte, pero no lo encontraremos. Lo más que podemos hacer, por los caminos de la naturaleza, es ir a tientas detrás de él, que, aunque no le veamos, está cerca de cada uno de nosotros.
Empieza con la fe, a fin de que puedas llegar a la santidad. Se te permite comenzar con la fe porque esta constituye una realidad santa y figura entre los primeros frutos de la santidad futura. La fe es la religión de los pecadores que empiezan a purificarse a sí mismos para Dios, y en todos los tiempos y todas las economías el justo ha vivido de la fe. Esforcémonos, por consiguiente, en ser sabios mientras el tiempo recibe el nombre de “hoy”.
Busquemos al Señor y su gracia. Acerquémonos a él, que camino sobre el mar y mandó a los vientos y multiplicó los panes. Veámosle con la fe, aunque nuestros ojos estén cerrados y no podamos reconocerle. Que nuestro dulce Señor esté siempre con nosotros, moviendo nuestros corazones desde dentro, hasta que despunte el día y desaparezcan las sombras».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.