LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA – CICLO C

SAN ATANASIO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie» Jn 6,12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 6,1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea (o Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde compraremos panes para dar de comer a toda esta gente?». Lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un pedazo de pan».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Digan a la gente que se siente». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; hizo lo mismo con el pescado y les dio todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron, y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. La gente, entonces, al ver la señal milagrosa que había hecho, decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Ciertamente es mayor milagro el gobierno de todo el mundo que la alimentación de cinco mil hombres con cinco panes. Y con todo de aquello nadie se admira. De esto nos admiramos, no porque sea mayor, sino porque es raro. Y a la verdad, ¿quién ahora alimenta a todo el mundo sino Aquél que con pocos granos produce los alimentos? Jesucristo obró, pues, como Dios. Con el mismo poder con que multiplica pocos granos produciendo las mieses, hizo que en sus manos se multiplicasen los cinco panes. El poder estaba en las manos de Cristo. Aquellos cinco panes eran como semillas, no puestas en la tierra, sino multiplicadas por Aquél que hizo la tierra. Presentó, pues, este milagro a nuestros sentidos para ejercitar nuestra mente. Quiso que admirásemos al Dios invisible a través de sus obras visibles, a fin de que, robustecidos en la fe y purificados por ella, deseáramos ver a aquel Dios cuya invisible realidad nos manifiestan las cosas visibles… Preguntemos a los mismos milagros qué nos predican de Cristo, pues también ellos tienen un lenguaje para quien sabe comprenderlos. En efecto, siendo Cristo el Verbo de Dios, todo lo que hace el Verbo es también una Palabra para nosotros» (San Agustín).

Hoy la Iglesia nos invita a celebrar con gratitud la memoria de San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia, paladín indomable de la fe en la divinidad de Cristo. En tiempos convulsos y de herejías que oscurecían el rostro de Jesús, Atanasio se alzó como una luminaria que, con palabras de fuego y vida de santidad, proclamó incansablemente: «El Verbo se hizo carne para que nosotros fuéramos divinizados» (San Atanasio, De Incarnatione Verbi, 54,3).

El pasaje evangélico de hoy narra el signo de la multiplicación de los panes, que se puede leer en los cuatro evangelios. Jesús da de comer hasta saciarse a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

El texto va más allá del solo hecho de la multiplicación de los panes y de los peces; el mensaje transita por el gesto amoroso y solidario de Jesús de curar a los enfermos y de compartir el pan y los peces con una multitud que representa a toda la humanidad. Es también una hermosa prefiguración de la Santa Eucaristía.

La lectura es una oportunidad pascual para profundizar nuestra fe en Jesús como el pan eucarístico que da la vida eterna a quien lo recibe. Así mismo, Jesús nos enseña que cuanto más humana es la solidaridad, es más divina. De esta manera, nos conecta con nuestra verdadera identidad: la vida eterna.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

El evangelio de hoy nos invita a contemplar el corazón compasivo de Jesús, que no soporta ver a su pueblo desfallecer. «¿Dónde compraremos panes para dar de comer a toda esta gente?» (Jn 6,5), pregunta a sus discípulos, no porque ignore la respuesta, sino para suscitar en ellos la fe. La respuesta de Andrés es tímida, casi ridícula: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces» (Jn 6,9). Es poco, insignificante. Sin embargo, en manos de Jesús, lo pequeño se multiplica, lo pobre se transforma en abundancia.

Jesús no pide imposibles. Pide nuestro “poco” ofrecido con fe. Nuestra escasa generosidad, nuestros dones limitados, nuestras fuerzas agotadas… son suficientes si se entregan con amor. ¿Nos atrevemos hoy a ofrecerle nuestros «cinco panes y dos peces», para que Él los multiplique más allá de nuestra imaginación?

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, esperanza y luz de las almas sinceras, te pedimos humildemente que concedas a nuestros corazones realizar una plegaria digna de ti y que siempre te glorifiquemos con la ofrenda de nuestras alabanzas.

En este camino de la Pascua de Resurrección a Pentecostés, Espíritu Santo, dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras, y haznos dóciles a tus inspiraciones.

Amado Jesús, te pedimos por todos los moribundos y difuntos, en especial, por aquellos que han partido o están partiendo de este mundo sin el auxilio espiritual, para que obtengan tu misericordia y tomen parte en tu gloriosa resurrección.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplamos a Jesús en la llanura, rodeado de rostros expectantes. En sus manos benditas, los cinco panes y dos peces se tornan banquete para miles. Cada trozo de pan que reparte es una promesa silenciosa del banquete eterno. Cada mirada de gratitud de la multitud es preludio de la Eucaristía. Sugiero las siguientes prácticas:

  • Ofrecer con alegría: No despreciar lo pequeño, sino ofrecerlo cada día a Dios: nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestro perdón.
  • Confiar en el poder de Dios: Creer que, aun en nuestra debilidad, Dios puede hacer maravillas.
  • Buscar la Eucaristía: Alimentarnos frecuentemente del Pan de la Vida, para ser transformados en testigos de su amor.

Que nuestros corazones sean cestas rebosantes del amor de Cristo, listas para saciar el hambre espiritual del mundo.

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto del padre Mauro-Giuseppe Lepori:

«La primera preocupación, el primer pensamiento que parece tener Jesús frente a la necesidad de la muchedumbre, es la fe de sus discípulos. Sin embargo, los apóstoles calculan, hacen el inventario de sus fuerzas y de sus medios y la respuesta que dan a Jesús es una constatación escéptica de imposibilidad. En suma, los apóstoles no han superado la prueba de la fe. No han comprendido que Jesús no quería poner a prueba sus alforjas, sino la fe que decían tener en él. ¿Cuál es, entonces, la actitud de fe adecuada?

El niño de los cinco panes y de los dos peces lo da todo, ofrece todo lo que tiene. Lo que ofrece es nada en comparación con la necesidad, pero esta nada es todo para el muchachito. Entonces Dios puede concluir la ofrenda. La santidad es el cumplimiento dado por Dios a la ofrenda total, aunque la ofrenda total de nosotros mismos sea una ofrenda de muy poca cosa. La gracia germina en la fe de la ofrenda total del pequeño, es decir, de aquel que no se siente nunca dueño del cumplimiento. Y así es como Cristo nos pide que nos enfrentemos a las inmensas necesidades del mundo y de la Iglesia. A Jesús no le gustan los planes, las evaluaciones, los programas pastorales detallados por anticipado. Cristo prefiere que sus discípulos pongan a disposición de los otros lo poco o nada que son o que tienen: esto le basta para multiplicarlo.

Cuantos panecillos y cuantos peces se pierden en nuestros bolsillos porque los consideramos insuficientes para las necesidades, cuando solo bastaría ofrecerlos a Cristo para que los multiplique a voluntad. Bastaría con una pequeñez confiada que reconociera que todo es ya milagro, hasta los cinco panes y los dos peces que dio el niño».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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