Entonces Jesús dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» Jn 6,67-69.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro. ¿Quién puede hacerle caso?». Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne de nada sirve. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se retiraron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre, y dominio de sí mismo» (Gal 5,22).
La lectura de hoy se ubica inmediatamente después del discurso eucarístico de Jesús que meditamos los días pasados. En la parte inicial se encuentra la discusión entre algunos de sus discípulos, luego de que Jesús pronunciara expresiones simbólicas acerca de la Eucaristía, cuando se refería a su cuerpo y a su sangre. Este pasaje narra las consecuencias del discurso eucarístico de Jesús: por un lado, la fe de los Doce a través de la confesión de Pedro; y, por el otro, la incredulidad expresada a través del abandono de la gente y de muchos discípulos que no comprendieron el simbolismo del mensaje de Jesús y el inmenso amor que escondían sus palabras.
Las palabras de Jesús resultan escandalosas para muchos de sus discípulos. La idea de comer su carne y beber su sangre choca con las normas religiosas judías y con la comprensión literal de sus oyentes. El rechazo de muchos discípulos refleja la dificultad de aceptar una enseñanza que trasciende la lógica humana y exige una fe profunda en la persona de Jesús.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Las palabras de Jesús desafían nuestras seguridades y nos invitan a una fe que va más allá de la razón. Nos enfrentamos a la misma disyuntiva que los discípulos: aceptar el misterio o alejarnos. Jesús no suaviza su mensaje para retener a sus seguidores. Al contrario, les confronta con la verdad: «¿También ustedes quieren irse?» (Jn 6,67). Es una invitación a la libertad, a elegir seguirle con plena conciencia de lo que implica. La respuesta de Pedro es un acto de fe y confianza: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Es un reconocimiento de que, a pesar de las dificultades, solo en Jesús encontramos la plenitud de la vida.
Este pasaje nos recuerda que la fe no es una aceptación pasiva, sino una decisión consciente de seguir a Jesús, incluso cuando sus enseñanzas nos resultan difíciles de comprender. Nos invita a confiar en que sus palabras son espíritu y vida, y que solo en Él encontramos la verdadera libertad y plenitud.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que has renovado en la fuente bautismal a los que creen en ti, guarda a los renacidos en Cristo, para que, vencida toda clase de engaños, conserven fielmente tu gracia santificadora.
Padre eterno y misericordioso, tú que quisiste que tu Hijo resucitara, el primero entre los muertos, concede a los que somos de Cristo resucitar con Él, el día de su venida.
Amado Jesús, pan vivo bajado del cielo, te pedimos que, otorgándonos los dones de tu Santo Espíritu, vivifiques y aumentes nuestra fe.
Amado Jesús, que el Espíritu Santo nos ayude a comprender el simbolismo de tu Palabra y nos permita descubrir el amor que ella esconde con el fin de que sea escuela de vida para nosotros.
Amado Jesús, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, rodeado de discípulos que se debaten entre la fe y la duda. Su enseñanza sobre el Pan de Vida provoca una crisis, una purificación de la fe.
En nuestra vida, también enfrentamos momentos de oscuridad y confusión. Jesús nos pregunta: «¿También ustedes quieren irse?». Es una invitación a renovar nuestra confianza en Él, a reafirmar nuestro compromiso de seguirle. Propongámonos adquirir los siguientes hábitos:
- Dedicar un tiempo diario a la lectura y meditación del Evangelio, buscando en la Palabra de Dios la luz para nuestras decisiones.
- Participar activamente en la Eucaristía, reconociendo en ella el alimento que nos fortalece en el camino de la fe.
- Compartir nuestra experiencia de fe con otros, siendo testigos del amor de Cristo en nuestras comunidades.
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Pina Colombo:
«El pan es lo que alimenta la vida de los hombres. Pues bien, dice Jesucristo, no ya el pan, sino yo mismo quiero ser el alimento de la vida de los hombres. Alimentarse de Jesucristo significa asociar nuestra propia vida a la suya, para que se vuelva una única vida con la suya. En consecuencia, nuestra vida va en la dirección de la suya, va con ella. Dicho con otras palabras, el gesto de Jesucristo, que expropia el pan y sustituye al pan en la función de alimentar la vida de los hombres, es en el fondo una oración: una invocación dirigida a todos los hombres para que vivan como él, para que hagamos lo que hizo él. El dio su carne, dio su persona, se dio a sí mismo por la vida del mundo: pues bien, Jesucristo quiere, ruega, que cada hombre haga lo mismo, es decir, que se dé a sí mismo por la vida del mundo. El pan, el gesto de Jesucristo sobre el pan, es decir, la eucaristía, es la gran oración de Jesucristo por todos los hombres y a todos los hombres para que hagan todos lo que él hizo, de suerte que todos puedan tener lo que él tuvo, que todos sean lo que él fue.
Cuando profesamos que Jesucristo es el único que puede salvar a los hombres, no estamos haciendo una afirmación retórica, sino que hacemos una afirmación lúcida y racional que verificamos, al menos, por contraste, en sus efectos sobre la vida de cada día; porque cada día nos alejamos un poco de la indicación que nos dio Jesucristo en la eucaristía y, por consiguiente, cada día experimentamos que nos perdemos cada vez más, lo perdemos todo: nuestras cosas, nuestra vida, a nosotros mismos.
Contra esta negra perspectiva carente de esperanza está la propuesta de Jesucristo, fijada de una vez para siempre y renovada cada día en la eucaristía: una propuesta que, si la aceptamos, puede dar un vuelco a la situación, abriendo la perspectiva más luminosa y más constructiva que existe».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.