SAN MATÍAS, APÓSTOL
«No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto». Jn 15,16.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya nos los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre les he dado a conocer. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que todo lo que pidan a mi Padre en mi nombre, Él se lo concederá. Esto les mando: que se amen unos a otros».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a San Matías, apóstol, quien habría sido uno de los setenta discípulos misioneros a los que Jesús envió, según Lc 10,1. Matías constituye la duodécima columna en el colegio apostólico. Los Once lo eligieron para sustituir a Judas Iscariote ya que había seguido a Jesús durante su ministerio público, desde su bautismo por Juan Bautista hasta el día de la ascensión de Jesús al cielo (Hch 1,15-26). Su nombre se encuentra en la segunda lista de santos del canon romano.
El pasaje evangélico de hoy señala que permanecer en el amor es estar vinculado a la fuente de la perfecta alegría, amando a los hermanos como Jesús nos amó. De esta manera somos amigos y no siervos, con la certeza plena de que Jesús nos eligió, que no fuimos nosotros quienes lo elegimos. De esta manera, daremos fruto, el treinta, el sesenta o el ciento por uno, y todos abundantes.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús pronuncia palabras que resuenan como un eco eterno: «Permanezcan en mi amor» (Jn 15,9). No es una invitación pasajera, sino un llamado a habitar en el corazón mismo del amor divino, ese amor que fluye del Padre al Hijo y del Hijo a los discípulos. En este momento supremo, Jesús revela el mandamiento que resume toda la Ley y los Profetas: «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 15,12).
El amor que Jesús nos pide no es un sentimiento efímero ni un impulso espontáneo. Es un amor que nace del sacrificio, de la entrega radical, de la disposición a dar la vida por los amigos. Es un amor que se manifiesta en el lavatorio de los pies, un amor que se encarna en la Cruz y se consuma en la resurrección. Este amor es el núcleo de la vida cristiana, la esencia del discipulado. Jesús nos llama amigos, no siervos. Un amigo es aquel que comparte los secretos del corazón. Y el secreto de Jesús es el amor del Padre, un amor que se dona sin reservas. En un mundo donde el egoísmo y el individualismo parecen prevalecer, Cristo nos invita a ser testigos de un amor que no busca ser correspondido, un amor que se entrega hasta el extremo.
Como Matías, hemos sido elegidos para dar fruto, fruto que permanezca. Pero ese fruto solo será fecundo si permanece enraizado en la vid verdadera, en el amor crucificado y resucitado. Hoy, se nos invita a dar la vida como Cristo, a amar hasta el extremo, a ser ramas vivas en la vid del amor eterno.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que quisiste agregar a san Matías al colegio de los apóstoles; concédenos, por sus ruegos, que podamos alegrarnos de tu predilección al ser contados entre tus elegidos.
Padre eterno, viñador maravilloso, queremos permanecer unidos al amor de Jesús y a tu amor; permítenos mantenernos unidos a Nuestro Señor Jesucristo para dar frutos de vida que contribuyan a fortalecer nuestra fe, la fe de los demás, glorificando siempre tu Santo Nombre.
Amado Jesús misericordioso, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hoy, en el silencio del corazón, permite que las palabras de Jesús resuenen como un eco profundo: «Permanezcan en mi amor». Deja que esa voz penetre hasta lo más íntimo de tu ser, como un río de vida que purifica, que renueva, que restaura. Cierra los ojos e imagina la escena del Cenáculo. Allí está Jesús, rodeado de sus discípulos, contemplando sus rostros, pronunciando palabras de vida eterna. Él te mira a ti, te llama por tu nombre y te dice: «No te he llamado siervo, te he llamado amigo».
¿Qué significa ser amigo de Cristo? Significa dejarse amar hasta el extremo, entregar la propia vida sin reservas, dar frutos que perduren en la eternidad. Hoy, el Señor te invita a ser un sarmiento fecundo, una rama unida a la vid verdadera. Pero ¿qué frutos estás llamado a dar? ¿Qué personas necesitan hoy de tu amor, de tu perdón, de tu compasión?
Entra en el corazón del Maestro. Deja que su amor te inunde, te transforme, te impulse a amar como Él ama. Y que, al salir de este momento de contemplación, puedas decir como San Matías: “He sido elegido para dar frutos que permanezcan”. Hoy, el Señor te llama a ser testigo de un amor sin límites, un amor que brota del corazón de Cristo y se extiende a toda la humanidad.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Cirilo de Alejandría:
«“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Con estas palabras explica el Señor con más claridad lo dicho anteriormente, esto es, que los discípulos disfruten en sí mismos de su mismo gozo. A los que quieran seguirme —dice—, les mando esto, y les enseño a hacerlo y a sentirlo en lo íntimo de su alma: que tengan un amor recíproco tan profundo como el que yo les he demostrado y he practicado previamente. Cuán generosa sea la medida del amor de Cristo, él mismo la ha indicado al decir que nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por los amigos.
Además, enseña a sus discípulos que para salvar a los hombres no hay que arredrarse ante la lucha, sino aceptar con intrépida fortaleza el sufrir hasta la misma muerte. Hasta ese extremo límite llegó el gran amor de nuestro Salvador. Hablar de este modo, es simplemente incitar a sus discípulos a una intrepidez sobrenatural y vigorosa y al más alto grado de amor fraterno; es crear en ellos un ánimo generoso y poseído por el amor, elevarlos a una caridad invicta e invencible, pronta a dar todo lo que a Dios agrade. Pablo demostró tener este temple, cuando dijo: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”. Y añadía: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? ¿Oyes cómo no hay nada que pueda separarnos del amor de Cristo?” …
“Yo os he elegido, no vosotros a mí”. Con inaudita bondad y gran generosidad me he revelado a vosotros que no me conocíais, y os he conducido a una tan grande constancia y firmeza de ánimo, para que podáis caminar y progresar siempre hacia lo mejor y dar fruto para Dios; os he dado una confianza tan grande, de modo que todo lo que pidáis en mi nombre, estad seguros de que lo recibiréis. Por eso, si seguís las huellas que os he señalado con mis palabras y con mi manera de actuar, si estáis llenos de aquel espíritu que conviene a los verdaderos y legítimos discípulos, no debéis contemporizar esperando que alguien venga por sí mismo a la fe y al culto de Dios, sino que debéis ofreceros como guías a los que todavía no conocen a Dios y están en el error, o aún no han espontáneamente aceptado la predicación de la salvación.
Conviene que vosotros los exhortéis con calor a profundizar, mediante una plena comprensión, el verdadero conocimiento de Dios, aunque se irrite el ánimo de los oyentes, persistiendo en la incredulidad. De este modo, también ellos acabarán haciendo como vosotros, esto es, avanzarán por el buen camino y, progresando en el bien, volverán a producir en Dios frutos vitales y duraderos. De manera que sus plegarias, gratas y aceptas a Dios, conseguirán lo que piden, si lo piden en mi nombre».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.