«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Jn 14,6.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 14,1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se angustien; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos, si no fuera así, ¿les habría dicho que voy a prepararles sitios? Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde esté yo, también estén ustedes. Y adonde yo voy, ya saben el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, ni manchar la alegría de la danza cósmica que siempre está ahí» (Thomas Merton, monje trapense).
Entre los capítulos 13 y 17 de Juan, antes de ser arrestado, Jesús desarrolla un conjunto de enseñanzas de seguimiento y de vida eterna dirigidas a las primeras comunidades cristianas, y protagonizando una variedad de diálogos con sus discípulos.
El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto “Jesús, camino hacia el padre” que se extiende hasta el versículo 30. Entre los versículos 1 al 6, Jesús trata de calmar a sus discípulos ante la persecución que se ha desatado contra él, y también los va preparando para el momento de su ascensión al cielo. Por ello, los exhorta a creer y confiar en Dios Padre y en Él.
Los discípulos temerosos no comprenden las palabras de Jesús, por ello responde a Tomás con una expresión maravillosa, que es una fuente rica de confianza en Dios para toda la humanidad y toda la eternidad: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Convirtamos, pues, todas nuestras preocupaciones en oración y en seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo a través del servicio a los demás para que se abra paso la danza cósmica celeste.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Evangelizar significa en definitiva anunciar a Cristo Jesús. Si estamos convencidos nosotros mismos de que en él se encuentra la plenitud de todo, no deberíamos tener miedo de proclamarlo con nuestras palabras y nuestras obras, a todos aquellos en los que influimos en nuestra vida. En el evangelio de hoy Jesús se nos presenta como el único camino que lleva a la vida. Ante un mundo desconcertado y perdido, en busca de ideologías y de mesías y de felicidad, Jesús es la respuesta de Dios» (José Aldazabal).
«No se turbe vuestro corazón. Crean en Dios, crean también en mí» (Jn 14,1). En medio de la angustia, cuando la tempestad del alma nos sacude, Jesús pronuncia palabras que son bálsamo para el espíritu. Él es el Camino que nos conduce a la plenitud del Padre; es la Verdad que disipa toda oscuridad y es la Vida que vence toda muerte.
Jesús no promete un camino exento de dolor. Promete algo más sublime: un destino eterno, una morada en la Casa del Padre, un lugar reservado para cada uno de nosotros. En un mundo donde la incertidumbre y el miedo nos acechan, el Maestro nos invita a confiar. «En la casa de mi Padre hay muchas moradas» (Jn 14,2). No estamos destinados al abismo de la desesperanza, sino a la eternidad del amor divino.
Jesús es el Camino, no un camino más entre otros, sino el único que nos conduce al Padre. En un mundo plagado de ideologías y falsas seguridades, Cristo nos muestra que la Verdad no es un concepto abstracto, sino una Persona. Él es la Verdad encarnada, la Palabra hecha carne, el rostro visible del Dios invisible.
En momentos de tribulación, cuando el corazón se siente abatido, Cristo nos llama a mirar más allá del horizonte de este mundo y a fijar la mirada en la promesa eterna: «Donde Yo esté, estarán también ustedes» (Jn 14,3). Este es el consuelo del discípulo: la certeza de que la muerte no tiene la última palabra, sino la Vida que brota del costado traspasado del Redentor.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, autor de nuestra libertad y salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos y, pues nos has salvado por la Sangre derramada de tu Hijo, haz que vivamos siempre por ti y en ti gocemos al encontrar la felicidad eterna.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, aumenta nuestra fe y otórganos los dones para seguir, servir y convertirnos en amigos de Nuestro Señor Jesucristo, mediante el servicio a los demás.
Amado Jesús, justo juez, sol de justicia, muéstrate compasivo y misericordioso con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.
Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Imagina a Jesús de pie ante ti, su mirada serena, su voz suave pero firme. Escucha sus palabras: «No se turbe tu corazón» (Jn 14,1). Deja que su voz penetre hasta lo más profundo de tu alma. Siente cómo sus palabras disipan tus angustias, tus miedos, tus incertidumbres. Jesús está a tu lado, no como un Maestro distante, sino como el Camino que camina contigo, la Verdad que te sostiene, la Vida que te renueva. Contempla su mirada. Él te conduce a la Casa del Padre, a ese hogar eterno donde el amor es la única ley y donde la paz es perpetua. Siente la promesa resonando en tu corazón: «Voy a prepararles un lugar» (Jn 14,2). No estás destinado al abismo, sino al abrazo eterno del Padre.
Hoy, sal al encuentro de los que han perdido la esperanza, de aquellos cuyos corazones están turbados. Sé para ellos reflejo del rostro sereno de Cristo. Sé palabra de consuelo, gesto de ternura, abrazo de paz. Que cada paso que des sea un eco de ese Camino que es Cristo, una voz que proclama que, en Él, la Vida ha vencido para siempre.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Luigi Pozzoli:
«Jesús dice adiós: sabe que ha llegado la hora de su paso al Padre. La palabra “adiós” -todo el mundo lo sabe- en su significado primigenio significa “a Dios”. Este es el sentido con el que Jesús saluda a sus discípulos. Revela a dónde va y dónde podrán encontrarle: en la casa del Padre.
Y no sólo eso: revela también que, en la casa del Padre, que él demuestra conocer, hay muchos sitios. En consecuencia, no hay ninguna razón para que los discípulos estén tristes. Y tampoco lo hay para que lo estemos nosotros.
Nuestro malestar interior (hablo de ese malestar profundo, existencial) nace, sobre todo, de la falta de sentido, orientación, dirección. ¿A dónde vamos? ¿Hacia la nada o hacia otra vida? ¿Hacia un juicio temible o hacia un abrazo de ternura?
A esto se añade, a continuación, que, mientras no sepamos si existe para nosotros un sitio después de la muerte, a veces se nos niega también un sitio más acá de la muerte, en la vida de todos los días. No ser aceptados, no ser amados, no encontrar sitio en la estima y en el afecto de quien tenemos al lado, ¿no es acaso uno de los mayores sufrimientos? Sucede incluso que no encontramos sitio en la estima de alguien que se considera cristiano y que, en nombre de su fe, se siente autorizado a excluir y a condenar.
Jesús desliza hoy sobre toda esta tristeza, como una mano que acaricia, su Palabra tranquilizadora. ¿A dónde vamos? Vamos hacia el amor del Padre, que no excluye a nadie. Ni siquiera a los publicanos y a las prostitutas, ni siquiera al ladrón crucificado. “En la casa de mi Padre hay muchas estancias”: incluso para aquellos a los que nos gustaría relegar a otro sitio. Incluso para nosotros, si es que hubiera alguien incapaz de hospedarnos en su corazón».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.