LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA – CICLO C

«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» Jn 15,13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 15,12-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya nos los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que todo lo que pidan a mi Padre en mi nombre, Él se lo concederá. Esto les mando: que se amen unos a otros».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El amor basta por sí solo y por causa de sí. Su premio y su mérito se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva el amor a su fuente y sea una continua emanación de la misma» (San Bernardo).

La lectura de hoy es la parte final del relato de la vid verdadera. Para poder meditar el mensaje completo, se recomienda leer todo el texto, desde el versículo 1 al 17. En la primera parte de este bello relato, Jesús es la vid, Dios Padre es el viñador, el Espíritu Santo es la savia y todos nosotros somos los sarmientos. En la segunda parte, Jesús, aludiendo al simbolismo de la vid, señala que no podemos apartarnos de Él, que Él es la fuente del amor y la vida.

En la tercera parte, que corresponde al pasaje evangélico de hoy, Jesús enuncia el mandamiento del amor, señalando que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado y que no hay amor más grande que el que da la vida por los amigos, así, resume toda la ley y los profetas. Además, Jesús llama “amigos” a quienes siguen sus mandatos y resalta que es Él, quien elige a sus amigos.

En el texto, Jesús resume todos los mandamientos a uno: el amor a los otros, que lo extiende al punto entender su pasión y muerte como una ofrenda de amor a todos sus amigos, es decir, a la humanidad de todos los tiempos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«En la vida comunitaria -y todos estamos de alguna manera sumergidos en relaciones con los demás- es éste el aspecto que más nos cuesta imitar de Cristo Jesús. Saber amar como lo ha hecho él, saliendo de nosotros mismos y amando no de palabra, sino de obra, con la comprensión, con la ayuda oportuna, con la palabra amable, con la tolerancia, con la donación gratuita de nosotros mismo» (José Aldazabal).

«Ámense unos a otros como yo los he amado» (Jn 15,12). No hay mandato más hermoso ni más imposible, si no es vivido desde la gracia. Jesús no nos dice simplemente que amemos: nos revela el modelo, la medida, la fuente de ese amor. El amor cristiano nace de la cruz, se alimenta en la Eucaristía y se derrama como vino nuevo en la vida de quien se deja transformar.

«Como yo os he amado»: con ternura, con paciencia, con lágrimas, con heridas. Es el amor del Buen Pastor (Jn 10,11), del Siervo doliente (Is 53), del Esposo fiel (Os 2,21). Es el amor que lava los pies (Jn 13,5) y que abre los brazos en la cruz (Lc 23,34). No hay mayor amor que dar la vida, dice Jesús. No es una metáfora: es la descripción de su muerte, ofrecida como revelación suprema del amor.

«Ustedes son mis amigos»: ¡qué expresión tan sublime! El Creador del universo nos llama amigos. No siervos temerosos, sino amigos a quienes confía su corazón. Este amor no es sentimiento pasajero: es elección irrevocable. «No son ustedes quienes me han elegido; soy yo quien los he elegido a ustedes». La elección de Cristo nos arranca del anonimato del pecado y nos introduce en la comunión de los santos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Danos, Señor, una plena vivencia de los misterios pascuales, para que, celebrándolos con alegría, nos protejan continuamente y nos salven.

Amado Jesús, Maestro y amigo, concédenos un espíritu humilde y otórganos la gracia de amar como tú nos amas, para que podamos dar fruto en este mundo tan necesitado de tu amor y misericordia.

Amado Jesús, inspíranos con el Espíritu Santo para tener el valor de dar testimonio de tu infinito amor a las personas que tienen grandes necesidades espirituales y materiales. Señor, inspira en los jóvenes la gracia de ser tus amigos y, con los dones del Espíritu Santo, fortalece su vocación de servicio a la Iglesia.

Amado Jesús misericordioso, muéstrate compasivo con todos los difuntos de todo tiempo y lugar, y admítelos en la asamblea de tus santos.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contempla al Señor. Mira sus ojos encendidos por un amor que conoce el abismo del pecado y no retrocede. Escucha su voz serena y firme: «Ya nos los llamo siervos… a ustedes los llamo amigos». Esa palabra atraviesa el tiempo y llega hasta el rincón más hondo de tu alma.

El Maestro no exige una perfección inmediata, sino un corazón que se deje amar y, desde ese amor, aprenda a amar. En silencio, repite esta frase como un susurro místico: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». ¿A quién debes entregar tu tiempo, tu ternura, tu paciencia, tu vida?

Tres propósitos concretos pueden brotar de esta contemplación:

  • Elegir hoy a una persona difícil y amarla concretamente con una acción humilde.
  • Escribir una carta o mensaje de reconciliación a alguien que se haya alejado.
  • Reservar cada día un minuto de silencio para decirle a Cristo: “Gracias por llamarme amigo”.

Amar como Cristo nos amó no es una empresa humana: es una gracia. Contempla esa gracia. Déjate mirar por el Amigo que entregó su vida por ti. Permite que esa mirada transforme tus relaciones, tu rutina, tu forma de servir. Y entonces, el mundo conocerá que el amor es real, porque Dios lo ha vivido en ti.

Hermanos: contemplemos Nuestro Señor Jesucristo con un fragmento de una homilía de Gregorio Magno:

«Así como todas las ramas de un árbol reciben su solidez de la raíz, así también las virtudes, siendo muchas, proceden solamente de la caridad. Los preceptos del Señor son, pues, muchos y uno solo: son muchos por la diversidad de las obras, y son uno solo por la raíz del amor.

El Señor nos manifiesta el colmo de la caridad cuando dice: “Nadie tiene un amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. Jesús vino a morir por sus enemigos; sin embargo, decía que entregaba la vida por sus amigos. Así quería demostrarnos que cuando intentamos adquirir méritos por el amor a los enemigos, se vuelven también amigos nuestros los que nos persiguen.

Ahora bien, nosotros no somos perseguidos a muerte; ¿cómo haremos, pues, para probar que amamos a nuestros enemigos? El que en tiempos de paz no está dispuesto a dar su túnica, ¿cómo podrá dar su vida en tiempos de persecución? Si queremos que nuestra caridad sea invencible en tiempos de persecución, debemos alimentarla de misericordia en tiempos de calma. Y el que llega a la dignidad de ser llamado hijo de Dios que no atribuya nada a sus méritos».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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