SAN BERNABÉ, APÓSTOL
«En verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley». Mt 5,18.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. En verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«»Bernabé», que significa «hijo de la exhortación» (Hch 4,36) o «hijo del consuelo», es el sobrenombre de un judío levita oriundo de Chipre. Habiéndose establecido en Jerusalén, fue uno de los primeros en abrazar el cristianismo, tras la resurrección del Señor. Con gran generosidad vendió un campo de su propiedad y entregó el dinero a los Apóstoles para las necesidades de la Iglesia (cf. Hch 4,37). Se hizo garante de la conversión de Saulo ante la comunidad cristiana de Jerusalén, que todavía desconfiaba de su antiguo perseguidor (cf. Hch 9,27). Enviado a Antioquía de Siria, fue a buscar a Pablo, en Tarso, donde se había retirado, y con él pasó un año entero, dedicándose a la evangelización de esa importante ciudad, en cuya Iglesia Bernabé era conocido como profeta y doctor» (Benedicto XVI).
Hoy celebramos a san Bernabé, apóstol y mártir. Su verdadero nombre era José, pero se le apodaba Bernabé, que significa “hijo de la consolación”. No era uno de los doce, pero se le llama apóstol porque cumplió un rol decisivo en la difusión del Evangelio. Acompañó a Pablo en algunas misiones y se caracterizó por la perseverancia en su apostolado. Murió mártir entre los años 60 y 61 y se le atribuye haber sido el primer obispo de Milán.
Nos situamos aún en el corazón del “Sermón de la Montaña”. Jesús habla en Galilea, tierra periférica para el judaísmo ortodoxo, pero elegida por Dios como cuna de la luz mesiánica. Sus palabras se dirigen a un auditorio impregnado de la Ley de Moisés, profundamente respetuosa de la Torá escrita y oral, pero también atrapada por una religiosidad que, en muchos casos, había olvidado el corazón de la ley: la misericordia.
En un clima de ocupación romana, donde los judíos esperaban un Mesías libertador político, Jesús desarma toda expectativa nacionalista y proclama un Reino interior, de conversión y justicia. Su afirmación: «No he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento» (Mt 5,17) es una explosión espiritual. No niega la Ley, la transfigura. Él es su cumplimiento. En una cultura donde la observancia de la ley era garantía de identidad, Jesús señala que no basta el cumplimiento externo: hay que vivir su espíritu. No se trata de abolir, sino de llevar a plenitud. El Reino que anuncia no se opone a Moisés y los profetas, sino que los realiza en su profundidad más honda. San Bernabé, cuya fiesta celebramos, encarna esta armonía: judío de nacimiento, discípulo del Resucitado, apóstol de la universalidad. Él comprendió que la Ley hallaba en Cristo su sentido definitivo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús no relativiza la Ley, la redime desde el amor. No destruye, cumple. Así como el brote realiza la semilla sin negarla, Cristo es la flor y fruto de la Torá. «En verdad les digo que antes pasarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley» (Mt 5,18). Con esta imagen, el Señor nos invita a una fidelidad que no sea literalista, sino encarnada. No basta recitar mandamientos: hay que vivirlos; y no por miedo, sino por amor.
San Pablo lo entenderá a la luz de la Pascua: «El fin de la Ley es Cristo, para justificación del que cree» (Rm 10,4). La Ley encuentra su plenitud en el amor, como también afirma el Apóstol: «El amor es la plenitud de la Ley» (Rm 13,10). Por eso Jesús puede decirnos que quien cumpla hasta el más pequeño de estos preceptos será grande en el Reino.
San Bernabé, cuyo nombre significa “hijo de la consolación”, vivió esta plenitud. Fue puente entre Jerusalén y Antioquía, entre la Ley y la Gracia. Su vida fue expresión de una Ley viva: el Evangelio hecho carne en el discípulo. Hoy se nos llama a lo mismo: que nuestras obras revelen el rostro de Cristo, que nuestro testimonio sea ley de caridad escrita con el Espíritu.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que mandaste que san Bernabé, lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera escogido para la conversión de las naciones; concédenos que el Evangelio de Cristo, que predicó con valentía, sea fielmente anunciado de palabra y de obra.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tus dones y enciende en nosotros el fuego de tu amor para que, fortalecidos, la Palabra sea en nosotros Espíritu y Vida.
Espíritu Santo: fortalece con tus dones a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas, para que sean fiel testimonio del amor de Nuestro Señor Jesucristo y de Dios Padre.
Espíritu Santo: despierta las vocaciones para llevar la Palabra a todos los confines de la tierra y dar valiente testimonio del amor de Dios Padre y de Dios Hijo.
Padre Eterno, que nuestra participación en los sacramentos sean fuente de gracia para realizar obras de misericordia y de defensa en favor de las personas más débiles y vulnerables.
Padre eterno, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar siempre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Permanece un momento en la quietud de tu alma. Deja que resuenen en ti las palabras del Señor: «No he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento». Mira tu vida: ¿cumples por miedo o por amor? ¿Eres fiel por deber o por comunión?
Hoy, puedes hacer un pequeño examen de conciencia a la luz del amor. Escoge un mandamiento, uno solo, y pídele al Espíritu Santo que te enseñe a vivirlo desde dentro. Que no sea carga, sino camino; que no sea límite, sino libertad. Lee lentamente 1 Corintios 13, y deja que cada palabra revele tu verdad.
Haz un acto de reconciliación con esa ley que te cuesta aceptar: un precepto evangélico, una exigencia moral, un llamado divino. Recibe hoy la Ley como don, no como peso. Haz una obra de justicia silenciosa. Escribe una carta de perdón. Cumple el Evangelio con tu vida. Cristo es la Ley viva. Si Él vive en ti, la Ley ya no será ajena: será sangre y latido. Como Bernabé, sé hijo del consuelo, constructor de unidad, fiel a la Verdad que se hizo carne y habitó entre nosotros.
Contemplemos a Nuestra Santísima Madre con una homilía de San Ireneo de Lyon:
«Porque con el Verbo, que al principio era Dios, estaba también la Ley, cuando fue dada por medio de Moisés, y no por otro. Y no era ajena al Padre la Ley, sino una preparación para el hombre. Ella fue dada como pedagogo hasta la venida del Cristo, para conducir al hombre a la plenitud. No fue, por tanto, abrogada, sino asumida, elevada y transfigurada. Cristo no quebrantó la Ley, sino que la cumplió, y al cumplirla la llevó más allá de la letra, hasta su intención más profunda. Por eso, el que ama, cumple la Ley, no con temor servil, sino con la libertad gloriosa de los hijos de Dios».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.