LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

«No todo el que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» Mt 7,21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”. Yo entonces les declararé: “Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes que obran la iniquidad”. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó». Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque las enseñaba con autoridad y no como los escribas.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Constantes, alegres, rectificando cada día un poco, como hacen los barcos en alta mar para llegar a puerto. Los santos han sido como nosotros: han tenido buena voluntad y la sinceridad de rectificar en su vida interior, en su lucha: con victorias y con derrotas, que a veces son victorias; buscando el trato con Dios, que es esperanza, que es fe, que es Amor. Nuestro Dios está contento con esa lucha nuestra, que es señal cierta de que tenemos vida interior, deseo de cristiana perfección» (San Josemaría Escrivá de Balaguer).

Hoy celebramos a Josemaría Escrivá de Balaguer. Nació en Barbastro, en Huesca, España, el 9 de enero de 1902 en una familia con profunda formación cristiana. Recibió la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer su ministerio en una parroquia rural y luego en Zaragoza. En Madrid, en octubre de 1928, Dios le hace ver la misión para la que le venía preparando interiormente, y funda el Opus Dei.

Durante la guerra civil ejerce su ministerio clandestinamente. En 1946 fija su residencia en Roma, desde donde se ocupa con gran intensidad de la formación de los miembros de la Obra y de impulsar su expansión por todo el mundo. Murió en junio de 1975. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1992 y canonizado el 6 de octubre de 2002.

Este pasaje clausura el gran discurso del Monte (Mt 5–7), donde Jesús ha presentado la nueva ley del Reino. Frente a una religiosidad de fachada, propone la coherencia del corazón. En un tiempo donde la palabra del hombre era medida por sus apariencias, Jesús introduce un criterio radical: no basta decir “Señor, Señor”, sino hacer la voluntad del Padre.

La imagen de las casas, una construida sobre roca y otra sobre arena, no es solo una metáfora arquitectónica, sino una denuncia profética contra una fe sin obras. La roca simboliza la obediencia, la praxis del Evangelio. En una cultura de tormentas políticas, sociales y espirituales, la firmeza de la vida se juega en la fidelidad silenciosa. Jesús no invita a construir templos de palabras, sino moradas de obediencia fiel.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

¡Qué duro, pero cuán verdadero es este Evangelio! «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre» (Mt 7,21). La palabra sin obediencia es eco sin alma. Es como flor que se marchita sin fruto. Jesús nos llama a edificar nuestra vida sobre roca. Y esa roca es Él mismo (cf. 1Cor 10,4). Pero él se nos da en la voluntad del Padre. Hacer su voluntad es entrar en la corriente oculta del Reino, donde la palabra se vuelve carne, y la fe, acto.

Cuántas veces vivimos de apariencias, de palabras piadosas, de gestos exteriores. Pero el viento de la tribulación, la lluvia del sufrimiento y las crecientes del mundo revelan dónde está cimentado el corazón. «El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente» (Mt 7,24). Este pasaje se entrelaza con la parábola de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), donde solo entran las que estaban preparadas. Y con Santiago: «Muéstrame tu fe sin obras, y yo por mis obras te mostraré mi fe» (St 2,18).

San Josemaría Escrivá, cuya memoria celebramos hoy, vivió esta palabra con radicalidad: «Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé dúctil. —Deja poso. —Ilumina con la lumbre de tu fe y de tu amor» (Camino, n.1).

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que has suscitado en la Iglesia a san Josemaría, sacerdote, para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que en el ejercicio del trabajo ordinario nos configuremos a tu Hijo Jesucristo y sirvamos con ardiente amor a la obra de la Redención.

Dios Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, concédenos los santos dones para poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo; y que, a través de las obras de misericordia que nos inspiras, podamos siempre hacer la voluntad de Dios Padre.

Amado Jesús, misericordia pura e infinita, concede el perdón a las almas del purgatorio y llévalas al banquete celestial. Envía a San Miguel Arcángel para que proteja a las almas de las personas agonizantes ante los ataques del enemigo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Entra en tu interior y contempla tu vida como una construcción. Pregúntate: ¿Está cimentada en la roca del Evangelio o en las arenas del ego, del ruido, de lo superficial? Piensa en los días de prueba, cuando todo tambaleó. ¿Cómo resististe? Si caíste, no temas: hoy puedes volver a empezar, edificar con otra hondura.

Jesús te ofrece la solidez de su Palabra. Dedica hoy unos minutos a leer el Evangelio lentamente. Elige una frase y hazla vida. Obedece en algo pequeño: perdona una deuda, guarda silencio donde habrías juzgado, sirve sin esperar retorno.

Cada acto de obediencia es una piedra. Cada renuncia al ego, un cimiento. Cada gesto oculto de amor, una columna. Así se edifica la casa donde Dios habita. Contempla a Cristo como el Constructor de tu alma. Deja que él trace los planos, que él coloque los ladrillos. Y si todo se derrumba, no temas. Si estás sobre la roca, todo volverá a levantarse.

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Juan Crisóstomo:

«Todo lo hasta ahora dicho por el Señor lo había referido a lo por venir: el reino de los cielos, la recompensa inexplicable, el consuelo a los que lloran y todo lo demás. Más ahora nos quiere dar los frutos que aun acá hemos de cosechar, nos quiere mostrar cuán grande es, aun para la presente vida, la fuerza de la virtud.

¿Cuál es, pues, la fuerza de la virtud? El vivir con seguridad, el no ser presa fácil de ninguna desgracia, el estar por encima de cuanto pudiera dañarnos. ¿Puede haber bien comparable con ése? Ni el mismo que se ciñe la diadema puede adquirirlo para sí mismo. Ése es privilegio del que practica la virtud. Sólo éste lo posee con creces; sólo él goza de calma en medio del Euripo y mar revuelto de las cosas humanas. Porque eso es justamente lo maravilloso, que, no habiendo bonanza en el mar, sino tormenta deshecha y grande agitación y tentaciones sin cuento, nada puede turbar lo más mínimo al hombre virtuoso. Porque “cayeron las lluvias – dice el Señor -, vinieron los ríos, soplaron los vientos y dieron contra la casa; pero no se derrumbó, porque está asentada sobre la roca”.

Llama aquí el Señor figuradamente lluvias, ríos y vientos a las desgracias y calamidades humanas, como calumnias, insidias, tristezas, muertes, pérdidas en lo propio, daños de los extraños y todo, en fin, cuanto puede llamarse males de la vida presente. Más un alma así -nos dice el Señor- a ninguno de estos males le abate; y la razón es porque está cimentada sobre roca viva.

Y sobre roca viva llama a la firmeza de su doctrina. A la verdad, más firmes que una roca son estos preceptos de Cristo, que nos levantan por encima de todos los oleajes humanos. El que con perfección los guarde, no sólo saldrá triunfador de los hombres que pretenden ofenderlo, sino de los mismos demonios que le tienden las asechanzas».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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