«No juzguen y no serán juzgados; porque con el juicio con que ustedes juzguen serán juzgados, y la medida que usen, la usarán con ustedes» Mt 7,1-2.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,1-5
En aquel tiempo, dijo Jesús: «No juzguen y no serán juzgados; porque con el juicio con que ustedes juzguen serán juzgados, y la medida que usen, la usarán con ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte esa paja del ojo” teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita, sácate primero la viga del ojo, entonces verás claro y podrás sacar la paja del ojo de tu hermano».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Que Dios, en su gran bondad, nos dé, un buen estado interior para que jamás pensemos mal del prójimo. Si la malicia nos inspira malos juicios o sospechas, transformémoslas rápidamente en buenos pensamientos. Puesto que no ver el mal del prójimo, con la ayuda de Dios, engendra bondad» (Doroteo de Gaza).
El pasaje evangélico de hoy, denominado “El juicio a los demás”, se ubica en la parte narrativa del Sermón de la montaña, en el capítulo 7 de Mateo. A partir de aquí, las enseñanzas de Jesús se van dirigiendo a sus discípulos, hasta configurar el “Discurso misionero” en el capítulo 10.
El Sermón de la montaña ha ido desarmando todas las estructuras y condicionamientos que rodean al pecado que esclaviza a las personas. Jesús revoluciona todo el comportamiento humano con las bienaventuranzas, así como con las seis antítesis que meditamos los días previos.
Hoy, Jesús prohíbe uno de los males más comunes de la humanidad: juzgar a los demás. Jesús señala que antes de juzgar debemos ser autocríticos, ya que la crítica indebida es un camino seguro a la hipocresía. Jesús hace la ilustración con un proverbio que pone en alto relieve la desproporción entre la paja en el ojo del hermano y la viga en el ojo propio.
Jesús nos dice que juzgar es usurpar el lugar que le corresponde solo a Dios; así mismo, que la medida que usemos será usada con nosotros y que todos somos imperfectos. Por eso, una mirada al espejo ayudará siempre a ser más tolerantes y acogedores.
Uno de los Apotegmas de los Padres del desierto cuenta que, una vez, un joven se acercó a uno de los padres y le preguntó: «¿Cómo puedo estar seguro de que no me equivoco en el camino espiritual?». El monje le contestó: «Estarás seguro de no equivocarte en el camino espiritual cuando no juzgues a nadie».
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte esa paja del ojo” teniendo una viga en el tuyo?» (Mt 7,4). Esta pregunta del Señor tiene la fuerza de una flecha que atraviesa las capas de la conciencia. El juicio que ejercemos sobre los otros es, muchas veces, reflejo de nuestras propias heridas no sanadas, de nuestros pecados no reconocidos.
Jesús no prohíbe discernir, sino condenar. El juicio que excluye, que destruye, que usurpa el lugar de Dios, es el que Él denuncia. San Pablo lo confirmará: «¿Tú quién eres para juzgar al criado ajeno?» (Rom 14,4). El Evangelio nos llama a mirar con misericordia, a ver el mundo con los ojos del Padre que hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,45). El Señor nos invita a una purificación interior: reconocer nuestras vigas antes de hablar de las pajas ajenas. Solo quien ha llorado su pecado puede hablar con ternura del pecado del hermano. En este texto resuena el eco de Juan 8,7: «El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».
Hoy, el mundo necesita menos jueces y más testigos. En un tiempo de cancelaciones y condenas públicas, este Evangelio nos pide mansedumbre y examen interior. Porque quien vive desde la gracia no destruye, sino que reconstruye desde la compasión.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, te suplicamos envíes al Santo Espíritu para que hagamos un examen de consciencia que nos permita corregir nuestros pensamientos y acciones que están alejados de tus enseñanzas.
Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, envía tu luz sobre los gobernantes de las naciones para que sean verdaderos guías de los pueblos siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, misericordia pura e infinita, concede el perdón a las almas del purgatorio y llévalas al banquete celestial. Envía a San Miguel Arcángel para que proteja a las almas de las personas agonizantes ante los ataques del enemigo.
¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Contemplar a Cristo es mirar al que no juzgó, al que perdonó desde la cruz. Allí, suspendido entre cielo y la tierra, no gritó condena, sino intercesión: «Padre, perdónalos…» (Lc 23,34). Mirarlo es desarmarse. Es dejar que su mirada atraviese la nuestra y derrita el hielo del juicio en el fuego del amor.
Hoy te propongo tres caminos concretos: Primero, antes de emitir un juicio, haz silencio y ora por la persona; segundo, examina tu conciencia cada noche: ¿cuántas veces juzgué sin conocer?; y tercero, acércate al sacramento de la Reconciliación: es el lugar donde Dios mira tu viga y la transforma en cruz redentora. Y cuando veas al hermano en caída, recuerda: tú también tropiezas. Que tu mano no sea para señalar, sino para levantar. Porque la mirada que sana es la que viene del corazón herido que ha sido abrazado por la misericordia de Dios.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Juan Crisóstomo:
«¿Queréis que os indique el camino de la conversión? Son numerosos, variados y diferentes, pero todos conducen al cielo.
El primer camino de la conversión es aborrecer nuestros pecados. Empieza tú a confesar tus pecados para ser justo. Esto porque dice el profeta: “Me dije: confesaré al Señor mis culpas. Y tú perdonaste mi falta y mi pecado”. Condena tú mismo las faltas que has cometido y esto bastará para que el Maestro te escuche. El que condena sus pecados irá con más cuidado para no recaer en ellos …
Hay un segundo camino que no es inferior al primero, y es: no guardar rencor a nuestros enemigos, dominar nuestra ira para perdonar las ofensas que nos infligen nuestros compañeros de servicio, porque así obtendremos el perdón de las ofensas contra el Maestro. Es la segunda manera de obtener la purificación de nuestras faltas. “Si perdonáis a vuestros deudores -dice el Señor- mi Padre que está en el cielo perdonará también vuestras faltas”.
¿Quieres conocer el tercer camino de la conversión? Es la oración ferviente y atenta desde el fondo del corazón … El cuarto camino es la limosna, tiene un poder considerable e indecible … Luego, la modestia y la humildad no son medios menores para destruir el pecado desde la raíz. Tenemos como testimonio de ello al publicano que no podía proclamar sus buenas acciones, sino que, en su lugar, ofreció su humildad y depositó ante el Señor el pesado fardo de sus faltas.
Acabamos de indicar cinco caminos hacia la conversión … ¡No te quedes inactivo, sino avanza cada día por estos caminos! Son fáciles, y a pesar de tus miserias puedes ir por ellos».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.