INMACULADO CORAZÓN DE LA VIRGEN MARÍA
«Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todas estas cosas en su corazón» Lc 2,50-51.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Ellos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada, y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todas estas cosas en su corazón.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Consideremos cómo María, mujer prudentísima, Madre de la verdadera Sabiduría, es discípula de este niño, oyéndole, no como a un niño o como a un hombre, sino como a Dios. Después meditaba sus divinas palabras y sus obras sin perder ni una sola de ellas. Y así como concibió al Divino Verbo en sus entrañas, así ahora también recibiría todas sus acciones y todas sus palabras en su corazón, y en él, por decirlo así, las fomentaba. Unas veces contemplaba el presente en sí misma, otras veces esperaba que el porvenir lo revelaría todo con más claridad, haciendo de esto la regla y la ley de toda su vida» (Santo Tomás de Aquino).
Ayer celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y hoy celebramos al Inmaculado Corazón de María, fiesta instituida por el Papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944. La Fiesta del Inmaculado Corazón de María nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad.
El escenario de este pasaje se sitúa en Jerusalén, en el marco de una de las tres grandes peregrinaciones obligatorias que todo varón judío debía realizar al Templo: la Pascua. José y María, observantes fieles de la ley mosaica, emprenden el viaje anual desde Nazaret, una aldea pequeña y de escasa notoriedad, situada en Galilea, al norte de Israel. El trayecto, de varios días, se realizaba en caravanas, en las que hombres y mujeres caminaban en grupos separados. En esta dinámica, no era inusual que los niños quedaran bajo la custodia alternada de ambos grupos.
Jerusalén, era por entonces también una ciudad políticamente convulsa: bajo la dominación romana, herida por tensiones mesiánicas, celotas insurgentes y una religiosidad marcada por el legalismo fariseo y la autoridad del Sanedrín. El Templo, fastuoso y central, era no solo lugar de oración, sino también símbolo de identidad nacional y religiosa. En este marco cultural, Jesús, a los doce años revela una conciencia singular de su filiación divina. La pérdida y hallazgo del Niño en el Templo no es sólo una anécdota familiar, sino un signo profético: el Hijo ha comenzado a manifestar que su verdadera morada es el Corazón del Padre. María, silenciosa y contemplativa, se convierte en testigo de esta teofanía íntima. Su Corazón Inmaculado comienza a ser traspasado por el misterio.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2,49). En esta respuesta fulgurante, se revela el misterio del Verbo encarnado: su identidad divina y su radical pertenencia al Padre. María y José, en medio de su angustia, reciben una palabra que no comprenden del todo, pero que abrirá el surco profundo de la fe. María no responde, no reprocha, no interrumpe: guarda todo en su corazón, como quien acoge en silencio las palabras que trascienden la lógica humana.
Este pasaje dialoga con aquel otro momento en que Jesús dirá: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21). No hay contradicción, sino una revelación más plena: la verdadera maternidad de María se consuma en la fe y en la escucha. El Hijo debe estar en las cosas del Padre, y la Madre debe aprender a dejarlo ir, entregándolo a su misión. Aquí se anticipa el dolor de la Pasión: la pérdida, la búsqueda, la incomprensión. Y el Corazón de María —Inmaculado y Doloroso— comienza a configurarse con el de su Hijo. En este episodio, la Virgen se convierte en imagen de la Iglesia que peregrina, que busca a Cristo, que guarda sus palabras aun cuando no las entiende plenamente.
También nosotros, muchas veces, hemos perdido a Jesús. Lo hemos buscado en lugares equivocados: en la costumbre vacía, en el ruido del mundo, en las seguridades humanas. Pero Él siempre está donde habita la voluntad del Padre. Y es allí donde somos llamados a encontrarnos con Él.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que has preparado una digna morada al Espíritu Santo en el Corazón de la Bienaventurada Virgen María, concédenos en tu bondad, por su intercesión, que merezcamos a ser templos de tu gloria.
Acudimos a tu Inmaculado Corazón Madre Santísima, a tu intercesión ante la Santísima Trinidad para que podamos encontrar a Dios en el silencio de la oración y en nuestros quehaceres cotidianos.
Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, “doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero, reparte sus siete dones según la fe de tus siervos, por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén”.
Amado Jesús, Rey de reyes, Señor de señores, tú que eres el camino, la verdad y la vida, atrae hacia ti a los pecadores y glorifícate llamando a los fieles difuntos a la resurrección.
Nos dirigimos nuevamente a ti, Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, para que intercedas ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contempla a María, silenciosa y serena, en medio del Templo. Ella no comprende del todo, pero ama totalmente. Su fe no depende de la claridad, sino de la fidelidad. Así debe ser también la nuestra: capaz de permanecer incluso en el desconcierto, en el no saber, en la espera. Porque el amor verdadero sabe esperar.
Hoy, puedes hacer un acto de silencio interior. Apaga las voces exteriores. Detente. Pregúntate: ¿dónde estoy buscando a Jesús? ¿Dónde lo he perdido? ¿Qué palabras suyas aun no comprendo, pero debo guardar? Y actúa: dedica un momento para estar en la “casa del Padre”. Ve a la Eucaristía, adora en silencio, o abre el Evangelio. Busca a Jesús en los «templos» cotidianos. También, consuela a alguien que busca sin encontrar, como María y José. Porque acompañar al que busca, es ya ser reflejo del Corazón Inmaculado de María.
Que el corazón de la Madre nos forme en la perseverancia, en la contemplación y en el abandono confiado. Y que nos enseñe a vivir no en la certeza humana, sino en la obediencia amorosa.
Contemplemos al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo y al Inmaculado Corazón de María con una prédica de San Alberto Hurtado:
«La devoción al Corazón de Cristo y al corazón de María tienen ese sentido profundo: recordar a los hombres entristecidos del mundo moderno que, por encima de sus dolores, hay un Dios que los ama, hay un Dios que es amor, un Dios que cuando ha querido escoger un símbolo para representar el mensaje más sentido de su alma, ha escogido el Corazón porque simboliza el amor, el amor hacia ellos, a los hombres de esta tierra.
Un amor que no es un vano sentimentalismo, sino un sacrificio recio, duro, que no se detuvo ante las espinas, los azotes y la cruz. Y junto a ese Corazón, nos recuerda también que hay otro corazón que nos ama, el Corazón de su Madre y Madre nuestra, que nos aceptó corno hijos cuando su Corazón estaba a punto de partirse de dolor junto a la cruz, al ver cómo sufría el Corazón de Jesús, su Hijo, por nosotros, los hombres de esta tierra, redimida por el dolor de un Dios hecho hombre que quiso asociar a su redención el dolor de su Madre y el de sus fieles. El mensaje de amor de Jesús y de María urge nuestro amor.
Con esta intención los invito, amados en Cristo, a recogernos unos instantes en actitud de oración. Si tienen ante sus ojos el santo crucifijo o la imagen del Corazón de Jesús y del Corazón de María, comprenderán, en ese símbolo, toda la urgencia de este llamado a la caridad, al amor, al interés por nuestros hermanos de esta tierra, que constituye el precepto fundamental de la vida cristiana».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.