LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

«Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» Lc 15,7.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15,3-7

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y va a los vecinos para decirles: “¡Alégrense conmigo! He encontrado la oveja que se me había perdido”. Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«De quién podríamos hablar sino de Aquel que es nuestra vida, por quien respiramos, por quien queremos vivir, a quien pertenecemos sin límites, sin reservas, cuerpo, alma, mente, corazón. Contemplar el amor de Jesús es para nosotros fuente viva y permanente de esperanza: todo aquello que viene de su Corazón, todo lo que revela su amor por nosotros, su Corazón mismo, nos grita que tengamos esperanza…

Pidamos con audacia a Nuestro Señor, que las cosas más difíciles de obtener, cuando sean para su gloria, nos las concederá su Corazón, porque un Corazón amante se complace en dar lo imposible. ¡Y cuánto nos ama él! Entonces será mejor no pedir a Dios tal o cual cosa, sino más bien: “Dame aquello que te dé más gloria”» (Carlos de Foucauld).

Hermanos: hoy celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y lo hacemos con una intensa alegría espiritual por el amor que Dios Padre tiene a la humanidad y que se manifestó a través del Sacratísimo Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, con sus enseñanzas, con su pasión, muerte y resurrección.

Un ejemplo de este amor se presenta en la lectura de hoy, a través de la parábola de la oveja perdida, en la que Nuestro Señor Jesucristo nos muestra el amor misericordioso que la Santísima Trinidad siente por la humanidad. El capítulo 15 de San Lucas presenta las parábolas de la misericordia y muestra cómo Dios se preocupa por los pecadores y cómo los acoge gozosamente cuando se arrepienten; es la hermosura del tránsito de la justicia a la misericordia divina.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Adoremos al Sagrado Corazón de Jesús, leyendo las doce promesas realizadas por Nuestro Señor Jesucristo a la Bienaventurada Santa Margarita Alacoque:

«Las doce promesas son:

  1. Les daré todas las gracias necesarias conforme a su estado.
  2. Pondré la paz en las familias. Uniré a las familias entre sí con los lazos de la concordia.
  3. Los consolaré en todas sus aflicciones.
  4. Seré su refugio seguro durante la vida y principalmente en la hora de la muerte.
  5. Bendeciré abundantemente todas sus empresas.
  6. Los pecadores hallarán en mi corazón un océano de gracias y de perdón.
  7. Las almas tibias se harán fervorosas.
  8. Las almas fervorosas se elevarán con rapidez a gran perfección.
  9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
  10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más endurecidos.
  11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
  12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final».

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Cómo demostramos nuestra gratitud al Sagrado Corazón de Jesús por su infinito amor y generosidad? Que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a adorar al Sagrado Corazón de Jesús y ser pregoneros de sus glorias.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que, en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has dignado regalarnos misericordiosamente infinitos tesoros de amor, te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestra piedad, manifestemos también una conveniente reparación.

Padre eterno, ilumina a todos los hombres con la gracia del Espíritu Santo, y que nada marchite la primavera de tu ternura.

Amado Jesús, concede a todos los difuntos, de todo tiempo y lugar, gozar en la Casa de Dios Padre de la compañía de Nuestra Santísima Madre María, de San José y de todos los santos.

Madre Santísima, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Entra, en silencio, en el Corazón traspasado de Cristo. Mira cómo late: no por números, sino por rostros. Cada latido es un nombre. Y uno de ellos es el tuyo. Tú, que alguna vez te alejaste, fuiste la oveja buscada. Y hoy, tal vez, seas llamado a ser el pastor. Contempla el amor que no se cansa, que no delega la ternura, que se mancha los pies en el polvo de la búsqueda. Y pregúntate: ¿A quién debo buscar hoy? ¿Qué corazón está herido cerca de mí? ¿A quién debo cargar en silencio, sin juicio, sin reproche?

Haz hoy un acto de compasión concreta: llama a alguien que está lejos; perdona sin exigir explicaciones; ofrece tu hombro a quien está cansado. Y deja que el Corazón de Jesús palpite en ti. Porque la fiesta del cielo empieza cuando una sola oveja es abrazada de nuevo. Y porque el mundo será distinto cuando la Iglesia se parezca al Pastor que carga sin reproches, y al Dios que celebra sin condiciones.

Hermanos: contemplemos al Sagrado Corazón de Jesús con una homilía de Benedicto XVI:

«Toda la Iglesia se reúne hoy, al celebrar el Sagrado Corazón de Jesús, como animada por el deseo de obedecer a las palabras del profeta Isaías: “Sacaréis agua con alegría de las fuentes de la salvación” y “dad gracias al Señor e invocad Su Nombre, proclamad sus obras entre los pueblos” (Is 12,3-4).

Estamos reunidos en esta Celebración Eucarística para saciar nuestra sed con el Sagrado Corazón y para proclamar la obra de nuestra Salvación, contenida en este Corazón. En verdad, el corazón humano, cuya imagen es de por sí símbolo de amor, en Cristo se ha hecho el compendio real del Amor de Dios por los hombres…

El Corazón de Cristo, no sólo “simboliza”, como una metáfora el Amor de Dios, sino que es su concreta y perfecta realización, la Presencia misma, viva y vivificadora. La Iglesia no celebra un amor genérico e indefinido, ni solamente alaba las obras que Dios ha realizado por nosotros, como si fueran un recuerdo lejano del cual nos beneficiamos, y menos aún promueve un malentendido sentimentalismo, al cual cierta cultura laicista quisiera reducir el precioso sentido de la devoción cristiana. La Iglesia, más bien, adora el Sagrado Corazón. Adora el Corazón de la Santísima Humanidad de Jesús, que hipostáticamente unido a la Persona del Verbo divino, es destinatario “legítimo” del culto de latría.

Delante del Corazón de Jesús, por tanto, la Iglesia dobla sus rodillas y en Él contempla al Dios-con-nosotros, el cual, no contento con llamar y educar a los hombres por medio de la voz de los profetas, Él mismo se ha hecho “hombre” en el seno de María, nos ha amado con un amor todo divino y todo humano, y ha tomado sobre sí nuestro pecado, derramando a cambio toda su Sangre.

La Iglesia, además, adora y contempla el Sagrado Corazón de Jesús como su propio Corazón, puesto que Ella, con Cristo –como diría Santo Tomás- forma una Mystica Persona. En efecto, en virtud del Bautismo y de la Confirmación, al Corazón de Cristo está íntimamente unido todo cristiano, llamado así a conformar el propio corazón a este Principio de Amor que arde en Él y que, con la oración y la recepción de los sacramentos, con la escucha de la palabra de Verdad y las buenas obras, que Dios nos da para que las hagamos, llegará a impregnar, purificar e iluminar siempre más toda su persona.

De manera muy especial, todos los sacerdotes están unidos al Sacratísimo Corazón de Jesús. Ellos, como gustaba decir al Santo Cura de Ars, son “partícipes del Amor del Corazón de Jesús”, puesto que es su Amor Sacerdotal el que ellos hacen presente, sobre todo con la celebración eucarística y administrando la Misericordia infinita, que desborda de este Corazón.

Profundizando siempre más en la intimidad con Cristo, ellos son llamados a querer lo que Él quiere, a tener sus mismos sentimientos, su misma caridad pastoral, llegando a sufrir sinceramente por la falta de correspondencia de los hombres al Amor, a interceder incesantemente por ellos y a ofrecer la propia vida en un acto de continua reparación.

Por esta razón, la Iglesia Universal coloca en esta Solemnidad la Jornada Mundial de Oración por la santificación del Clero, consciente de que, rezando por la santidad de sus sacerdotes, Ella obtendrá frutos de santidad también para todos los fieles, que reciben de las manos y de los labios de los ministros sagrados los medios indispensables de salvación, la verdad evangélica, el mismo Cristo Señor.

Recemos, pues, con fe sincera, sabiendo que nos precede y acompaña Aquella que es la Estrella de la Mañana, la que ha adelantado al Sol que saldría de su seno Purísimo y que ahora espera, como nuestra verdadera Madre, nuestro nacer con Cristo a la Vida eterna. Su Corazón Inmaculado interceda incesantemente por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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