LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«El vino nuevo se echa en odres nuevos y los dos se conservan» Mt 9,17.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,9-13

En aquel tiempo, los discípulos de Juan Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les respondió: «¿Pueden acaso estar tristes los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de tela nueva para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido, y la rotura se hace más grande. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres, se derrama el vino y los odres se pierden. El vino nuevo se echa en odres nuevos y los dos se conservan».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

———–

«Nuestro Señor Jesucristo dice que el tejido de la antigua Ley se ha gastado por las celotipias judías, se ha adulterado por los sentidos, se ha roto por las divisiones, se ha hecho obsoleto por las acciones impuras. Ahora el vestido es el paño nuevo del Evangelio. Pero acércate al paño, no a la parte de la desunión, sino al principio de la confección. Lo primero es que la tela del vestido real de Cristo se ha tejido con lana, con la lana de un cordero, “¡el cordero que quitó los pecados del mundo!”. Y se tejía un vestido regio, que la sangre de su pasión tiñó de púrpura refulgente» (San Pedro Crisólogo).

La escena tiene lugar probablemente en Cafarnaúm, junto al lago de Genesaret, en un ambiente donde las tensiones religiosas eran intensas. Juan el Bautista ya había sido arrestado, y sus discípulos seguían practicando un ascetismo riguroso, lleno de ayunos y penitencias, en línea con la tradición profética que anunciaba un Mesías austero y purificador.

La práctica del ayuno era vista como expresión de arrepentimiento y espera escatológica. En el judaísmo del Segundo Templo, el ayuno tenía un carácter comunitario (cf. Lev 16,29-31; Joel 2,12-13), y era signo de piedad, pero también podía degenerar en formalismo. Jesús, en cambio, aparece como el Esposo que ha llegado, rompiendo con la lógica del luto y proponiendo una alegría nueva. Su enseñanza escandaliza porque no se ajusta a los moldes conocidos.

Las imágenes del remiendo nuevo sobre paño viejo y del vino nuevo en odres viejos evocan una realidad: el Reino que Él inaugura no puede ser encajonado en estructuras caducas. El Evangelio no es un adorno para las antiguas prácticas, sino vida nueva que exige corazón nuevo (cf. Ez 36,26). Jesús no niega el valor del ayuno, pero lo sitúa en su hora adecuada: vendrán días de ausencia, y entonces sí será tiempo de ayunar.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«¿Pueden acaso estar tristes los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos?» En estas palabras resuena todo el misterio de la Encarnación. Cristo no se presenta como un maestro moral más, sino como el Esposo divino que viene a celebrar las bodas eternas con la humanidad. Como proclama el profeta Isaías: «Como se goza el novio con la novia, así se gozará tu Dios contigo» (Is 62,5).

La imagen nupcial atraviesa toda la Escritura como hilo dorado. Desde el Cantar de los Cantares hasta el Apocalipsis, Dios se revela como el Amado que busca a su pueblo con ternura infinita. Jesús asume esta tradición y la lleva a su plenitud: Él es el Novio definitivo, aquel por quien suspiró toda la historia de la salvación. Su presencia convierte cada momento en fiesta, cada encuentro en celebración.

Pero la alegoría se ensombrece con una profecía dolorosa: «Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán». Estas palabras anticipan el Viernes Santo, cuando el Amor será crucificado y la humanidad quedará huérfana. Sin embargo, esta ausencia será fecunda: preparará el corazón para la Resurrección y la venida del Espíritu.

Las metáforas del vestido y del vino nuevo revelan la imposibilidad de reducir el Evangelio a mero complemento de tradiciones preexistentes. Como escribió San Pablo: «Si alguno está en Cristo, es una nueva creación; lo viejo ha pasado, todo se ha hecho nuevo» (2 Cor 5,17). El cristianismo no es remiendo sobre religiosidad anterior, sino nacimiento a una vida completamente nueva. Esta novedad resuena en el encuentro de Jesús con Nicodemo: «El que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios» (Jn 3,3). También en la promesa de Ezequiel: «Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo» (Ez 36,26). La gracia no reforma; transforma radicalmente.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Espíritu Santo: instrúyenos e ilumínanos para que no nos aferremos a esquemas mundanos y podamos vivir siempre en la voluntad de Dios Padre y ser portadores del amor, de la paz y de la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Santísima Trinidad, te rogamos que la novedad del Evangelio sea aceptada por toda la humanidad, y que todos seamos renovados en el amor.

Amado Jesús, misericordia infinita, libera a las benditas almas del purgatorio, protege a los agonizantes y llévalos a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de Misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contempla al Señor como el Esposo que entra en el banquete del alma. Su paso es ligero, pero su presencia lo llena todo. Mira sus ojos que invitan a la fiesta, no del desenfreno, sino del amor que transforma. Permite que su vino nuevo llene tus vasijas vacías: su misericordia, su ternura, su Palabra viva. Deja que ese vino te embriague de esperanza y te despierte de toda rutina.

Como propósito, identifica un «odre viejo» en tu vida: una práctica religiosa sin alma, un rencor, una lógica antigua que resiste la gracia. Pide al Espíritu que lo renueve. Acoge a Jesús como Esposo. Dedícale un tiempo de adoración silenciosa, de intimidad con su presencia. Y si debes ayunar, que sea por amor, no por hábito. Si debes renovar, que sea desde dentro, no desde la imposición. Y no temas si lo viejo se rompe: es señal de que lo nuevo comienza.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Paciano:

«El pecado de Adán se comunicó a todo el género humano, a todos sus hijos… Es, pues, necesario que también la justicia de Cristo se comunique a todo el género humano; de la misma manera que Adán, por el pecado, hizo perder la vida a su descendencia, así Cristo, por su justicia, dará la vida a sus hijos…

En la plenitud de los tiempos, Cristo recibió de María un alma y nuestra carne. Esta carne, él vino a salvarla, y no la abandonó en la región de los muertos (Sl 15,10), la unió a su espíritu y la hizo suya. Estas son las bodas del Señor, su unión a una sola carne, a fin de que, según «este gran misterio» sean «dos en una sola carne: Cristo y la Iglesia» (Ef 5,31). De estas nupcias nació el pueblo cristiano, y sobre ellas descendió el Espíritu del Señor. Esta siembra venida del cielo se expandieron rápidamente en la substancia de nuestras almas y se mezclaron con ella. No desarrollamos en las entrañas de nuestra Madre y, creciendo en su seno, recibimos la vida en Cristo. Eso es lo que hizo decir al apóstol Pablo: “El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en espíritu que da vida” (1C 15,45)».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

Leave a Comment