«Al entrar a una casa, saluden con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá sobre ella. Si no lo merece, la paz volverá a ustedes» Mt 10,12-13.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,7-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Den gratis lo que han recibido gratis. No lleven encima oro, plata ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en un pueblo o ciudad, busquen a alguna persona de confianza y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar a una casa, saluden con la paz; si la casa se lo merece, su paz vendrá sobre ella. Si no lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no escucha sus palabras, al salir de su casa o del pueblo sacudan el polvo de los pies. En verdad les digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Después de haber realizado y renovado actos de fe, de esperanza y de caridad, y de haber penetrado bien en ellas, el alma se abandona a la Divina Providencia, reposa y duerme dulcemente en sus brazos, como un niño en los brazos de su madre» (San Claudio de la Colombiere).
Desde ayer empezamos a meditar el discurso de Jesús sobre la misión de los apóstoles, que es la carta magna del apostolado y cuya validez se extiende hasta el fin del mundo. Ayer, Jesús identifica a los doce y los envía a la gran misión, compartiendo con ellos su poder de aliviar, sanar la salud y liberar a las personas de las ataduras del pecado. También señala que deben acercarse a los pecadores y a las personas más necesitadas de la misericordia divina.
En el pasaje evangélico de hoy Jesús continúa narrando los detalles de la misión de los apóstoles. En primer lugar, les indica que deben ir ligeros de equipaje, llevar una vida austera y confiar en la hospitalidad de la gente, pero fundamentalmente, en la providencia divina, porque la gratuidad es un signo auténtico del enviado. En segundo lugar, Jesús los hace portadores de un saludo de paz a todos; y quienes rechacen su presencia y la paz serán juzgados duramente en el día final.
De esta manera, los apóstoles, hasta el fin de los tiempos, debemos continuar el mismo estilo de vida itinerante y austero de Jesús, predicando, sanando, liberando a las personas agobiadas por el pecado y confiando en la Divina Providencia.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca». Con esta consigna, Jesús envía a sus discípulos al encuentro del corazón humano. No les pide estrategias de mercado, ni discursos sofisticados, ni seguridades materiales. Les pide pobreza, confianza, valentía. Les pide que anuncien el Reino con la misma transparencia con la que se ofrece un vaso de agua.
El Evangelio no es mercancía. «Den gratis lo que han recibido gratis». El tesoro de la fe no se negocia; se regala. Esta gratuidad es signo de la autenticidad del mensajero y del contenido de su mensaje. Es un eco del mandato de Isaías: «Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua, aun si no tienen dinero» (Is 55,1). Jesús les advierte que algunos los recibirán y otros los rechazarán. La paz, sin embargo, será la herencia del que acoge, y un testimonio firme acompañará al que se niega. En esto se refleja la libertad con que Dios se acerca al hombre: propone, no impone; ofrece, no fuerza. Lo mismo harán sus enviados.
Este pasaje resuena con Hechos 3,6, cuando Pedro le dice al paralítico: «No tengo oro ni plata, pero lo que tengo, te doy». Y también con Lucas 10, donde Jesús repite estas instrucciones a los setenta y dos. La urgencia del Reino se impone, no con estruendo, sino con verdad, con corazones encendidos.
- Oración
Amado Jesús, concédenos la fuerza y la gracia de ser instrumentos de tu paz y reconciliación en este mundo que cada día necesita más de ti. Danos la fuerza para estar preparados ante el rechazo y la incomprensión de muchos hermanos.
Amado Jesús, envía hermanos y hermanas dispuestos a vivir el estilo de vida de los apóstoles para que lleven a todo el mundo tu Palabra y misericordia.
Santísima Trinidad: bendice, protege y guía a los sacerdotes y consagrados, para que sigan anunciando tu reino con alegría y con tu amor.
Amado Jesús, misericordia infinita, acoge con tu perdón a las almas de todos los difuntos, especialmente, de aquellos más necesitados de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contempla al Maestro que llama, que escoge, que confía. No elige a sabios ni poderosos, sino a pescadores, recaudadores, hombres rotos por dentro. Y les entrega su misión: sanar, liberar, anunciar. Los envía como corderos en medio de lobos, no para ser devorados, sino para testimoniar la fuerza de la mansedumbre. Deja que esta imagen penetre en tu alma: tú eres uno de esos enviados. No esperes estar listo. Tu pobreza es tu equipaje, tu fe es tu camino. Hoy, como ayer, hay casas sedientas de paz, corazones enfermos de miedo, almas secuestradas por el ruido. Lleva tú la presencia del Reino: una palabra serena, una mirada limpia, un gesto de entrega.
Como propósito, elige esta semana ser mensajero de paz en un lugar donde hay tensión. Ofrécele algo de tu tiempo a quien esté solo. Da un consejo sabio, pero con humildad. Anuncia que el Reino está cerca, no con panfletos, sino con amor. «Cuán hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias» (Is 52,7). Que tu vida sea ese paso sereno y fecundo por los caminos del mundo.
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un comentario de San Efrén, diácono:
«“Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa” (Mt 10,12) para que el mismo Señor entre en ella y se quede allí, como cerca de María… Esta salutación es el misterio de la fe que ilumina el mundo; por ella se ahoga la enemistad, se acaba la guerra y los hombres se reconocen mutuamente. El efecto de esta salutación estaba escondido como debajo de un velo, a pesar de ser prefigurado en el misterio de la resurrección… cada vez que la luz se levanta y que la aurora echa fuera la noche. A partir de este envío hecho por Cristo, los hombres han comenzado a dar y a recibir esta salutación, fuente de curación y de bendición…
Esta salutación, con su escondido poder… es suficiente para llegar, ampliamente, a todos los hombres. Por eso Nuestro Señor ha enviado, como precursores, a sus discípulos a llevarla para que ella haga realidad la paz que llevan, por su voz, los apóstoles, sus enviados, y prepare el camino ante ellos. Fue sembrada en todas las casas…; entraba en todos los que la oían, para separar y poner aparte a sus hijos que la reconocían. Quedaba en ellos, pero denunciaba a los que le eran extraños porque no la acogían.
Esta salutación de paz no se acaba nunca, saliendo de los apóstoles llega a sus hermanos desvelándoles los tesoros inagotables del Señor… Presente tanto en los que la daban como en los que la acogían, este anuncio de la paz no sufría ni disminución ni división. Anunciaba que el Padre está cerca de todos y en todos; revelaba que la misión del Hijo está enteramente cerca de todos, aunque su fin sea junto a su Padre. No cesa de proclamar que las imágenes están ya cumplidas y que la verdad hace huir las sombras».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.