BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO
«Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» Mt 12,50.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,46-50
En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Alguien le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo». Pero él contestó al que avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Estaba Ella vestida de hábito carmelita, llevaba al Niño Jesús en sus brazos y en su mano el Escapulario, que le entrega diciendo: “Recibe hijo mío este Escapulario de tu orden, que será de hoy en adelante señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los que lo vistan. Quien muriese con él, no padecerá el fuego eterno. Es una señal de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno”» (Mensaje de Nuestra Señora del Carmen a San Simón Stock).
Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre en la advocación de la Virgen del Carmen, cuya fiesta tiene su origen en el monte Carmelo, ubicado en una cadena montañosa de Galilea. Es un monte santo, un lugar de la oración donde vivió Elías. Allí, algunos de los cruzados venidos de Occidente dedicaron, a comienzos del siglo XIII, una iglesia a la Virgen María, poniendo bajo su protección la Regla de vida que les había dado Alberto, patriarca de Jerusalén, y tomando el título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.
El Carmelo ha contemplado en María a la Virgen purísima y Madre espiritual, y ha recibido como don, para extenderlo a todos los devotos, el escapulario, signo de protección y de alianza, prenda de salvación eterna. Se celebra el 16 de julio porque el 17 de julio del año 1274, el segundo Concilio de Lyon decidió la permanencia de la orden. Benedicto XIII en 1726 extendió la fiesta a toda la Iglesia.
El evangelio de hoy, denominado “La Madre y los hermanos de Jesús”, también se ubica en Marcos 3,31-35 y en Lucas 8,19-21. El texto presenta a Jesús enseñando a la gente en una casa que estaba completamente llena de personas. En esta situación, la llegada de su Madre y sus parientes no es una simple visita: es una oportunidad para enseñar algo revolucionario. El Maestro, sin despreciar a su Madre (a quien honra como ninguna criatura ha sido honrada), nos revela que la familia verdadera nace de la escucha y cumplimiento de la voluntad del Padre.
De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo señala que, por encima del parentesco de la sangre, existe un parentesco superior: el ser hijos de Dios Padre, donde el vínculo filial es la realización de la voluntad del Padre. Así, alrededor de Jesús, nace una nueva familia, unida por los lazos de la fe. Una relación motivadora para todos desde la perspectiva del Reino de Dios y desde una luz distinta: la de luz de la fe.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Por este sí de María el mundo obtuvo la salvación, la humanidad fue rescatada. Así pues, procuremos también nosotros hacer la voluntad de Dios y decir siempre sí al Señor… Que María haga florecer en tu alma las virtudes siempre nuevas y vele por ti» (San Pío de Pietrelcina).
«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Esta pregunta no brota de un desdén, sino de un corazón que arde por ensanchar los límites del amor. Jesús no niega a su familia según la carne, sino que eleva la mirada a una familia más profunda: la de los que hacen la voluntad del Padre.
En un mundo dividido por apellidos, por partidos, por ideologías, esta expresión de Jesús es una puerta abierta a la fraternidad verdadera. Ya no se trata de compartir genes, sino de compartir obediencia. «Todo el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12,50).
María, la Virgen del Carmelo, es la primera en ocupar ese lugar. Ella no solo lo dio a luz según la carne, sino que lo gestó en su corazón por la fe: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Ella es la imagen perfecta del discipulado, la madre por excelencia, no por la sangre, sino por la escucha y la entrega total.
Este pasaje nos invita a mirar nuestras propias relaciones. ¿Construimos fraternidades por el Evangelio? ¿O seguimos atrapados en favoritismos y lazos meramente humanos? Como dice san Pablo: «Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, pues todos son uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28).
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Te suplicamos, Señor, que nos ayude la admirable intercesión de la gloriosa Virgen María, para que, protegidos por su ayuda, consigamos llegar hasta la cima del monte de la perfección que es Cristo.
Amado Jesús, fortalece con el Espíritu Santo al papa León XIV, a los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, para que no desmayen en llevar a toda la humanidad los vínculos de la familiaridad divina con la Santísima Trinidad.
Amado Jesús, hermano nuestro, envía el Espíritu Santo para que, cumpliendo la voluntad de Dios Padre, seamos miembros de la familia a la que nos convocas.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de formar parte de la familia celestial; en especial, te pedimos por aquellos que partieron de este mundo sin conocerte o en un momento extremo de tribulación y abandono humano.
Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
El alma se adentra en el misterio de una familia nueva, nacida no de carne ni de sangre, sino del Espíritu. En ese silencio sagrado, uno escucha a Jesús mirar alrededor y decir: «Éstos son mi madre y mis hermanos». Y uno se descubre allí, pequeño, frágil, pero amado. ¡Parte de su familia!
El drama del mundo moderno es la orfandad espiritual. Muchos caminan sin pertenencia, sin comunidad, sin hogar del alma. Pero Jesús nos ofrece pertenecer a una familia que no excluye, que no abandona. Una familia que tiene por vínculo la voluntad del Padre.
Te propongo lo siguiente: buscar momentos diarios para preguntarse: “¿Estoy cumpliendo hoy la voluntad de Dios?”; fortalecer los lazos comunitarios en la parroquia, en el grupo, en la familia espiritual; y hacer un gesto concreto de reconciliación con algún hermano.
Contemplamos a María del Carmelo, la flor del silencio, la nube que cobija a los que luchan. Bajo su manto, aprendemos a escuchar, a guardar en el corazón, a vivir con fidelidad.
Con un sermón de San Agustín, contemplemos la humildad y entrega total de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, la Virgen del Monte Carmelo:
«¡Oh maravilla del amor divino! El Creador del mundo tiene madre en la tierra, y sin embargo, busca hermanos. Pero no los busca en la carne, sino en la obediencia. El que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano. Y al decir esto, no excluye a María, sino que la incluye más gloriosamente: porque ella creyó antes de concebir, obedeció antes de dar a luz. No fue bendita solo por ser Madre, sino por ser fiel.
No te enorgullezcas si eres pariente de Cristo según la carne; enorgullécete si haces su voluntad. Porque muchos estuvieron cerca de Él, y no creyeron. Pero el que guarda su Palabra, ése tiene a Cristo dentro de sí. La verdadera maternidad espiritual no es engendrar al cuerpo, sino al alma. María engendró a Cristo en su corazón por la fe, antes de recibirlo en su seno.
Por tanto, si quieres ser madre, hermano, hermana de Cristo, escucha su Palabra, guárdala, vívela. Entonces, el Señor te mirará también a ti y dirá: éste es de mi familia».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.