LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego, ven y sígueme» Mt 19,21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,16-22

En aquel tiempo, se le acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Él le preguntó: «¿Cuáles?». Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo». El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido, ¿qué me falta?». Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo – y luego, ven y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se fue triste porque poseía muchos bienes.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El amor celeste…consiste para el hombre en conocer y reconocer a Dios, amándolo más que todo. Este amor proclama: “Amada vida y amado abrazo de la vida eterna, bienaventurada felicidad en la que residen las recompensas eternas, tú, que estás hecha de verdaderas delicias. Tantas, que no puedo ser aun completamente saciada con toda la alegría que está en el interior de mi Dios”. El amor del Cielo debe pasar antes que toda preocupación. Cada obra buena está formada de dos partes: el amor de Dios y amor del hombre… Libre de toda preocupación del siglo, el amor se vuelve hacia lo que en la vida futura es la eternidad en Dios» (Santa Hildegarda de Bingen).

Hoy iniciamos la meditación del pasaje evangélico referido al joven rico, en Mateo 19,16-30. Hoy meditamos los versículos del 16 al 22 y mañana meditaremos del 23 al 30. Este texto se ubica luego del pasaje de la indisolubilidad del matrimonio y del pasaje en el que Jesús bendijo a unos niños.

La escena se sitúa en el itinerario final de Jesús hacia Jerusalén (cf. Mt 19,1), probablemente en territorio de Judea o Transjordania. Es el momento en que el Maestro perfila el discipulado con trazos definitivos: no bastan cumplimientos exteriores, se exige el corazón entero. Socialmente, el joven que se acerca a Jesús representa a las élites locales: prestigio sano, observancia de la Ley, bienes materiales como signo de bendición (cf. Dt 28,1-14). En el judaísmo del Segundo Templo, la riqueza se interpretaba muchas veces como favor divino; pero los profetas ya habían denunciado su ambivalencia cuando se absolutiza (cf. Am 6,1-7; Is 5,8).

Cultural y religiosamente, el diálogo gira en torno a los mandamientos. Jesús comienza por la “tabla del prójimo” (cf. Ex 20; Lv 19,18) y, al percibir el deseo de plenitud, revela el paso pascual: vender, dar a los pobres, atesorar en el cielo (cf. Mt 6,19-21), y seguirle. Políticamente, bajo la presión fiscal romana, las fortunas se concentraban en pocas manos; la invitación del Señor subvierte el imaginario del poder: el Reino no se conquista con acumulación, sino con desposesión. La tradición sinóptica subraya el mismo núcleo (cf. Mc 10,17-22; Lc 18,18-23): Jesús «le miró con amor» (Mc 10,21) y le pidió el todo. El joven «se fue entristecido» porque tenía muchos bienes: así emerge el drama de toda época —también la nuestra— donde la riqueza promete libertad y puede terminar encadenando el corazón.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». La pregunta es honesta; el deseo, verdadero. Jesús desplaza el foco: «Uno solo es el Bueno» (Mt 19,17). No ofrece un catálogo, conduce a una relación. Cumplir los mandamientos es camino; la meta es Cristo mismo: «Ven y sígueme». El Evangelio no es perfeccionismo moral, es comunión. Por eso, cuando el corazón anhela más, el Señor abre la puerta pascual: desapego, don, seguimiento.

La palabra es afilada y tierna a la vez. Afilada, porque corta la raíz del ídolo: «Vende lo que tienes… y luego, ven y sígueme». Tierna, porque el que llama es el que ama (cf. Mc 10,21). No se trata de una ética de pérdida, sino de un intercambio nupcial: “todo” por el “Todo”. Pablo lo cantó: «Cuantas cosas eran para mí ganancias, las consideré pérdida por Cristo… por quien lo perdí todo» (Flp 3,7-8). Y Jesús ya nos había susurrado la lógica del Reino: el tesoro escondido y la perla (cf. Mt 13,44-46), el corazón donde está el tesoro (cf. Mt 6,21).

El joven conoce la ley, pero aún no soporta que la gracia le pida el corazón. Se entristece: la tristeza es la sombra proyectada por un amor dividido. ¿No nos ocurre? Queremos vida eterna, pero con cláusulas; a Cristo, pero sin cruz; Reino, pero sin éxodo interior. Hoy el Señor vuelve a proponer el «sígueme» que desata los nudos del alma: soltar para amar, dar para vivir, perder para ganar. La santidad no es una suma de obras, sino una pertenencia: «Por ustedes se hizo pobre siendo rico, para enriquecerlos con su pobreza» (2 Cor 8,9).

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, Padre Bueno, tú que modelaste la creación con tu Palabra, ayúdanos a crecer en el amor y en entrega al cumplimiento de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Amado Jesús: otorga a la Iglesia los dones para que siempre acoja de manera especial a las personas más necesitadas material y espiritualmente.

Espíritu Santo ilumina nuestros pensamientos y acciones para que siempre reconozcamos a Nuestro Señor Jesucristo en las personas más necesitadas.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contémplalo: el Señor te ama con una mirada que no negocia. En su voz arde una libertad que invita y no impone. A un paso de la alegría, el joven retrocede; a un paso de la perla, prefiere su cofre. ¿Y tú? Deja que su «sígueme» te atraviese hoy entero. Ponte de pie, respira hondo y di su Nombre en silencio. Pregúntale: “Señor, ¿qué me pides soltar para amarte más?”. Aguarda. La respuesta suele ser concreta: una vanidad, un hábito, una seguridad, un miedo.

Te propongo algunas cosas sencillas y tangibles: revisa tu “tesoro”: haz esta semana una obra real de desprendimiento (donación, tiempo, reconciliación). Ora cada mañana: “Jesús, sé mi Bien; dame tu Espíritu para seguirte hoy”. Practica el “éxodo cotidiano”: renuncia voluntaria a una comodidad para amar a alguien concreto. Guarda tu corazón: cuando la tristeza asome por lo que dejas, repite: “Tú eres mi herencia” (cf. Sal 16,5).

Permanece un minuto en silencio ante la cruz: allí la Pobreza de Dios te enriquece. Que tu tristeza se convierta en gozo pascual: el gozo de pertenecer a Alguien que vale más que todo.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de Orígenes:

«Si todos los mandamientos se unieran en estas palabras: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 9,19), es claro que el que cumple este mandamiento es perfecto… Ved lo que está escrito en el Evangelio: después que el Señor oyó al joven y le dijo: «Ve y vende cuanto tienes», el rico empezó a rascarse la cabeza y a manifestar su desagrado…

Queriendo, pues, el Señor reprender al rico, le dice: «Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres»… De esta manera harás ver que efectivamente amas a tu prójimo como a ti mismo. Pero si es perfecto el que tiene todas las virtudes, ¿cómo se hace perfecto el que vende todo lo suyo y se lo da a los pobres?

Supongamos que un hombre cualquiera ha hecho esto, ¿cómo desde aquel momento ese hombre queda, sin cólera, sin concupiscencia, colmado de todas las virtudes y libre de toda malicia? Sin duda parecerá propio de un sabio decir que, al dar sus bienes a los pobres, éstos le favorecen con sus oraciones y que su pobreza espiritual recibirá la abundancia espiritual de aquellos y de este modo, aunque tenga algunas pasiones humanas, se hace perfecto.

O también, el que cambió sus riquezas por la pobreza para hacerse perfecto, será ayudado por la fe que tiene en las palabras de Cristo, para que pueda llegar a ser sabio en Cristo, justo, casto y sin ninguna pasión; pero no de tal manera que en el momento mismo que entrega sus bienes a los pobres sea completamente perfecto, sino que desde aquel día la meditación sobre Dios le irá conduciendo hacia todas las virtudes…

Y es claro, en efecto, que el que obra así tiene un tesoro en el cielo y ha llegado a ser hombre celestial. Porque tendrá en el cielo el tesoro de la gloria de Dios y las riquezas en la sabiduría de Dios. Ese tal podrá seguir a Cristo, porque no habrá posesión alguna que se lo impida».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

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