SAN JUAN EUDES, PRESBÍTERO
«Y todo aquel que por mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» Mt 19,29.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19,23-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Al oírlo los discípulos quedaron muy sorprendidos y dijeron: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: «Para los hombres es imposible; pero para Dios, todo es posible». Entonces Pedro le dijo: «Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «Les aseguro que, en el mundo nuevo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que por mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Si Dios solicita los servicios de los hombres es para poder conceder sus beneficios de bondad y misericordia a los que perseveran en su servicio… La gloria del hombre es que persevere en el servicio de Dios. Por esto, el Señor dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros” (Jn 15,16) indicando así que… por haber seguido al Hijo de Dios, serían glorificados con él: “Padre, quiero que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo” (Jn 17,24)» (San Irineo de Lyon).
San Juan Eudes nació en 1601 en Normandía. Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1625. Con su mirada puesta en Jesús, su deseo era “restaurar el esplendor del orden sacerdotal”. Con otros sacerdotes fundó una congregación dedicada a las misiones, a la formación espiritual y doctrinal de los sacerdotes y de los seminaristas. Así comenzó la Congregación de Jesús y María. También fundó la orden de Nuestra Señora de la Caridad para acoger y ayudar a las mujeres y a las jóvenes en situación de riesgo.
Promovió el amor a Jesús y a la Virgen María, hablando sin cesar de sus corazones. Obtuvo del obispo de Rennes, en 1670, la facultad de celebrar cada 31 de agosto la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en su congregación, uniéndose pronto el Monasterio de la Visitación de Paray-le-Monial, motivado por las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque; de esta manera, contribuyó a las primeras peticiones a la Santa Sede para que se instituyese una fiesta en honor del Corazón de Jesús en toda la Iglesia. Murió el 19 de agosto de 1680. Fue canonizado por el papa Pío XI el 31 de mayo de 1925.
En la lectura de hoy, Jesús describe las características del nuevo panorama espiritual para los apóstoles que dejaron todo para seguirlo. Su promesa se amplía a todos aquellos que hayan abandonado todo por su causa y, en definitiva, a todos los creyentes. El premio es seguro y mucho mayor que el que uno pueda imaginar: es la sublime gratitud. Los doce tronos de gloria no son otra cosa que la exigente tarea de la Iglesia de servir y animar al pueblo de Dios en su camino hacia el reino, la patria celestial donde se enhebran los camellos y se posee la bienaventuranza eterna.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El Evangelio no dice que el rico no pueda salvarse; dice que es difícil cuando el corazón se ata al oro como a un dios. El joven se fue triste porque tenía muchos bienes; Jesús, en cambio, promete una alegría que no se compra. Aquí arde la pregunta decisiva: ¿dónde está mi tesoro? (Mt 6,21). Si el tesoro es Cristo, el oro encuentra su sitio: servicio, justicia, caridad (cf. 1 Tim 6,17-19). Si el tesoro es el oro, Cristo queda a la puerta.
La imagen del camello atravesando el ojo de la aguja no es un juego ingenioso: es el espejo de nuestra impotencia. Con nuestras fuerzas, no podemos desatar los nudos del ego; con la gracia, el imposible se vuelve pascua (cf. 2 Cor 12,9). Por eso, cuando Pedro pregunta por la recompensa, Jesús no promete una aritmética de méritos, sino una vida multiplicada: «el ciento por uno» en casa, hermanos, madre, campos (cf. Mc 10,29-30), y vida eterna. El seguimiento no empobrece; transfigura la riqueza en comunión. La lógica del Reino no demoniza las cosas; las dispone. Lo problemático no es poseer, sino ser poseído por lo que poseo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que elegiste a San Juan Eudes para anunciar al mundo las insondables riquezas del misterio de Cristo, concédenos, te rogamos, que por su palabra y su ejemplo crezcamos en el conocimiento de tu verdad y vivamos según el Evangelio.
Padre eterno, Padre Bueno, tú, que has preparado bienes inefables para los que te aman, infunde tu amor en nuestros corazones, para que te amemos por encima de todo y consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo humano.
Amado Jesús: otorga a los consagrados la fortaleza para que, aun en medio de las dificultades, sigan siendo fieles a su ministerio y continúen acercando más almas a tu Sacratísimo Corazón.
Espíritu Santo ilumina nuestros pensamientos y acciones para que estemos vigilantes ante cualquier tendencia materialista.
Amado Jesús, acudimos a ti para implorar tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden ya la vida eterna. Te suplicamos por ellos amado Jesús.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Contémplalo: Cristo te sostiene la mirada y pronuncia una frase que abre un abismo y una puerta: «Para los hombres es imposible; pero para Dios, todo es posible». Deja que esta frase descienda al lugar exacto donde te resistes. Nómbralo sin miedo: una seguridad, una imagen, una cifra, un prestigio. Ponlo en sus manos. Guarda un minuto de silencio; respira su Nombre. Pídele el don de desposeerte sin violencia: no romper, sino entregar. Imagina el hilo imposible de la aguja; imagina al camello atravesándolo, no por astucia, sino porque Dios adelgaza la soberbia y ensancha la fe.
Te propongo lo siguiente para vivir este evangelio: haz esta semana un gesto real de desprendimiento: donación significativa, tiempo regalado a quien lo necesita, perdón que “te cuesta”. Ora cada día con el Salmo 16,5: «Tú, Señor, eres mi herencia y mi copa». Practica una “sobriedad alegre”: renuncia a un gasto superfluo y conviértelo en caridad. Revisa tus prioridades: ¿qué ocupa tu mente al despertar? Coloca allí la Palabra (Mt 6,33).
Permanece, por último, bajo esta promesa: “Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros”. La gracia te invierte para devolverte la alegría, y tu historia —cien veces ampliada— se hace anticipo de eternidad.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Magno, obispo y doctor de la Iglesia:
«Vosotros habéis entendido, mis queridos hermanos, que Pedro y Andrés han abandonado sus redes para seguir al Redentor a la primera voz de su llamada (Mt 4,20) … Puede ser que alguno se diga: Para obedecer a la llamada del Señor, ¿qué es lo que estos dos pescadores han abandonado, ellos que no tenían casi nada? Pero en esta materia, nosotros debemos considerar las disposiciones del corazón antes que la fortuna.
Ha dejado mucho, el que nada retenía para él; ha dejado mucho el que ha abandonado todo, lo mismo si es poca cosa. Nosotros que poseemos, lo conservamos con pasión, y esto que no tenemos, lo perseguimos nosotros con el deseo. Sí, Pedro y Andrés han dejado mucho, puesto que el uno y el otro han abandonado el deseo de poseer. Ellos han abandonado mucho, puesto que han renunciado a sus bienes y también han renunciado a sus codicias. Siguiendo al Señor, ellos han renunciado a todo lo que habrían podido desear si no le hubieran seguido».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.