LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido». Mt 23,11-12.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos hacen fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos ni siquiera a moverlos con un dedo. Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Les gusta llevar en la frente y en los brazos citas de las Escrituras y ponerse ropa con grandes borlas; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Ustedes, en cambio, no se dejen llamar «maestro», porque uno solo es su Maestro, y todos ustedes son hermanos. Y en la tierra a nadie llamen «padre», porque uno solo es el Padre de ustedes, el del cielo. No se dejen llamar «consejeros», porque uno solo es su consejero, Cristo. El primero entre ustedes sea servidor de los demás. El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Aceptemos en este mundo el mandamiento de la humildad para que merezcamos conseguir en el otro, la exaltación que nos prometió el que por nosotros se hizo humilde aquí en la tierra» (San Agustín).

El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, ubicado en Mateo 23,1-36. Hoy meditaremos los versículos del 1 al 12. Las expresiones de Jesús sirven de advertencia para los discípulos de todos los tiempos, ya que existe la tentación de caer o recaer en los pecados que aquí condena más severamente: la vanidad, el orgullo, la ambición, los deseos de estar por encima de los demás y, fundamentalmente, la falta de coherencia entre la doctrina y la vida.

Hay que reconocer que el amor nace en la humildad del corazón, tanto en su dimensión vertical, en la relación con Dios, como en la dimensión horizontal, en relación con el prójimo. Cuando esto no sucede, los preceptos cristianos agobian, asfixian y esclavizan.

Jesús respetó la Ley. Más aún, vino a darle cumplimiento, un sentido profundo y plenitud. Por eso ridiculizó su concepción e interpretación farisaica. Su crítica la dirigió contra aquellos que, amparándose en ella, burlaban sus exigencias. En este sentido, el texto ilumina; ayuda a purificar el corazón con la Palabra de Dios desde la fe o desde la obediencia de la fe. Recordemos a Jesús en Mc 10,44: «El que quiera ser el primero, que sea el último».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Este Evangelio es un espejo que no adula. Jesús nos invita a escuchar la verdad incluso cuando los labios que la pronuncian no la viven; y a rechazar la máscara que busca aplauso. La incoherencia no invalida la Palabra, pero sí hiere a los pequeños. Por eso el Señor traza dos caminos: el del peso y el de la misericordia. El de quienes cargan espaldas ajenas con preceptos sin alma; y el de Aquel que dice: «Vengan a mí… mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,28-30).

«No llamen padre… ni maestros»: no se proscribe el lenguaje afectivo o pedagógico, sino la usurpación del lugar de Dios. La tentación de ser vistos (Mt 6,1) convierte la religión en teatro; la humildad convierte la vida en liturgia secreta. Aquí resuena la ley pascual: «El primero entre ustedes sea servidor de los demás» (Mt 23,11), que es la biografía de Jesús (cf. Mt 20,26-28; Jn 13,1-15).

Otros textos iluminan el pasaje: Santiago exhorta a ser hacedores de la Palabra (St 1,22-27); Pablo propone el descenso del Hijo como forma de la Iglesia (Flp 2,5-8); 1 Pe 5,5-6 pide revestirse de humildad. Y el Magníficat deja oír su contra canto: «Dios derriba a los soberbios y enaltece a los humildes» (Lc 1,52).

El drama hoy no es distinto: redes que premian el gesto, comunidades cansadas por cargas sin compasión, biografías rotas por incoherencias. El Señor nos llama a un éxodo interior: de la visibilidad al servicio; del “parecer” al “ser”. No se trata de hablar menos, sino de vivir más; no de relativizar la verdad, sino de encarnarla en obras que alivien. A la cátedra que enseña, Jesús añade el delantal que lava los pies. Allí germina la verdadera autoridad: en rodillas que oran y sirven.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús: límpiame, Señor, purifícame, perdóname, sáname, con tu amor compasivo y misericordioso. Y sana también las heridas que he causado, con mi comportamiento equivocado, en el corazón y la vida de las personas que Tú mismo, en tu infinita bondad, pusiste a mi lado. Que nuestras obras siempre estén inspiradas en tu amor humilde y misericordioso, para que nunca busquemos los halagos humanos y, más bien, siempre busquemos la rectitud del corazón.

Padre eterno, sánanos de toda soberbia y vanagloria, y vístenos de la humildad que nos permita ser discípulos de Nuestro Señor Jesucristo

Espíritu Santo, padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.

Madre Santísima, Madre del Amor hermoso, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contempla a Jesús en el Templo: su voz no truena por orgullo, sino por amor herido. Mira sus ojos: arden por los pequeños oprimidos por “deberes sin Dios”. Luego mírate: ¿Qué cargas he puesto? ¿Qué gestos busco “para que me vean”? Permanece un momento en silencio y escucha dentro: «El primero entre ustedes sea servidor de los demás». Repite despacio, como letanía de conversión.

Te propongo lo siguiente: identifica a una persona sobrecargada (en tu familia, parroquia, trabajo) y quítale un peso esta semana sin hacer ruido. Elige una práctica de fe (oración, confesión, caridad concreta) y sé fiel antes de hablar de ella. Si debes corregir, camina con la persona un tramo; corrige menos, acompaña más. Cada noche pregúntate: ¿cuánto hice “para ser visto”? Ofrécelo y pide el amor de lo oculto (cf. Mt 6,4-6).

Quédate bajo la sentencia de Jesús: «El que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido». No es amenaza: es gravitación del Reino. Desciende para que Él te levante.

Hermanos, contemplemos a Dios con un sermón de Isaac de Siria:

«La providencia de Dios, que vela para dar a cada uno de nosotros lo que es bueno, ha hecho dirigir todas las cosas hacia nosotros para llevarnos a la humildad. Porque si te enorgulleces de las gracias que la providencia te ha dado, ésta te abandona y caes de nuevo… Debes, pues, saber que no es propio, ni de ti ni de tu virtud, resistir a las malas tendencias, sino que es solamente la gracia la que te mantiene en su mano para que no temas… Gime, llora, acuérdate de tus faltas en tiempo de prueba para que te veas liberado del orgullo y adquieras humildad. Mientras, no desesperes. Pide humildemente a Dios que perdone tus pecados.

La humildad, aunque sea sin obras, borra muchas faltas. Por el contrario, sin ella, las obras no sirven de nada; nos procuran muchos males. Por la humildad, obtén pues, el perdón de tus injusticias. Lo que la sal es para todo alimento, la humildad lo es para cualquier virtud. Puede romper la fuerza de numerosos pecados… Si la poseemos, hace de nosotros hijos de Dios y nos lleva a Dios incluso sin la ayuda de las obras buenas. Por eso, sin ella, todas las obras son vanas, son vanas todas las virtudes y son vanos todos los trabajos».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

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