SAN JUAN CRISÓSTOMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni hay árbol malo que dé fruto bueno. Porque cada árbol se conoce por su fruto» Lc 6,43.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6,43-49
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni hay árbol malo que dé fruto bueno. Porque cada árbol se conoce por su fruto; no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien; y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué me llaman “Señor, Señor”, y no hacen lo que digo? El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, les voy a decir a quién se parece: Se parece a uno que edificaba una casa: cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca; vino una inundación, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo destruirla, porque estaba sólidamente construida. En cambio, quien escucha la palabra y no la pone en práctica, se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó y quedó completamente destruida».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Es preciso levantarla con piedras vivas, mantenerla a través de la piedra angular, hacerla subir con estructuras progresivas hasta alcanzar la talla del hombre perfecto, la estatura del cuerpo de Cristo (1P 2,5; Ef 2,20; 4,12-13). Se la debe decorar con el esplendor y la belleza de las gracias espirituales. Si así debe ser construida por Dios, es decir, según sus enseñanzas, no caerá. Y esta casa se extenderá a muchas otras, porque lo que edifica cada fiel aprovecha a cada uno de nosotros para el embellecimiento y crecimiento de la ciudad bienaventurada» (San Hilario).
Juan Crisóstomo nació en Antioquía, alrededor del año 349. Después de ser ordenado sacerdote se entregó con toda su alma a la predicación. En el año 397 fue designado obispo de Constantinopla. Su palabra, siempre clara e incisiva, le valió que reciba el sobre nombre de «Crisóstomo» («boca de oro»). Fue enviado al exilio al oponerse a la corrupción de los poderosos. Partió a la Casa del Padre el 14 de septiembre del año 407 en Camana Poetica, en la actual Turquía.
El pasaje evangélico de hoy presenta la parte final del Sermón de la montaña según San Lucas, con la parábola del árbol que da buenos frutos. Así como la resistencia de una casa depende de sus cimientos, la calidad de los frutos de una persona depende de lo que alberga en su corazón.
El texto de hoy se puede traducir en una interrogante: ¿los valores y creencias que inspiran nuestras acciones y hábitos cotidianos son los mismos que los de Jesús? Esta es la manera de medir la autenticidad de nuestra fe.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Se entiende también por cimiento de la casa la buena intención en el obrar, porque el que oye con buenos fines, cumple firmemente los mandamientos del Señor» (Beda el Venerable).
El Evangelio nos lleva del árbol al tesoro, y del tesoro al cimiento. «No hay árbol bueno que dé fruto malo» (Lc 6,43): Cristo no maquilla conductas; transforma raíces. «De la abundancia del corazón habla la boca» (6,45): la lengua es termómetro del alma (cf. St 3,10-12). Y entonces la pregunta punzante: «¿Por qué me llaman ‘Señor, Señor’ y no hacen…?» (6,46). Invocar sin obedecer es construir sobre arena. Obedecer sin amar es madera verde que no prende. La roca no es una idea: es Cristo (cf. 1 Co 10,4). Escuchar su palabra y ponerla por obra es excavar hasta Él, hasta que la oración, la ética y la caridad queden ancladas en su Persona (cf. Jn 15,5; Mt 7,24-27).
Otros textos afinan la partitura: el Salmo 1 (árbol junto al agua); Proverbios 4,23 («Con toda vigilancia guarda tu corazón»); Santiago 1,22 (no sólo oír, sino hacer); Romanos 10,9 (confesar y creer); Juan 14,23 (amar es guardar su palabra). ¿Cómo excavar hoy? 1) Bajar de la superficie de las impresiones a la regla del Evangelio en lo cotidiano: finanzas, afectos, pantallas, horarios. 2) Practicar la verdad en lo pequeño: “sí” que sea sí, “no” que sea no (Mt 5,37). 3) Hacer de la Eucaristía el yunque donde la Palabra se vuelve obra: comulgamos lo que estamos llamados a vivir. Cuando llegan las avenidas —una prueba, una pérdida, una tentación— no nos salvan las razones brillantes, sino los hábitos fieles. La casa del discípulo no es espectacular; es hondura. La tormenta no la humilla, la revela.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, fortaleza de los que esperan en ti, que has hechos brillar en la Iglesia a san Juan Crisóstomo por su admirable elocuencia y su capacidad de sacrificio, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos llene de fuerza el ejemplo de su valerosa paciencia.
Padre eterno, multiplica nuestros esfuerzos para edificar nuestra vida sobre la solidez de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, para que, poniéndolas en práctica, podamos ser dignos de entrar en tu Reino.
Espíritu Santo, luz que penetras las almas, infunde en nosotros el deseo ardiente de convertir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo en acciones de bondad.
Amado Jesús, misericordia pura e infinita, concede el perdón a las almas del purgatoria y llévalas al banquete celestial. Envía a San Miguel Arcángel para que proteja a las almas de las personas agonizantes ante los ataques del enemigo.
¡Dulce Madre, María!, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Mira tu vida como una casa en construcción. Oyes el rumor de lluvia a lo lejos. Entra Jesús, con herramientas de carpintero y la firmeza de una Roca. No te acusa; te invita a profundizar. Su palabra desciende y su mirada busca cimiento.
Te propongo lo siguiente para los próximos días: lee Lc 6,43-49; nombra una palabra para poner por obra ese día (perdón, veracidad, pureza, generosidad). Practica un ayuno de lengua (una franja horaria sin queja ni murmuración); al final, bendice a quien te cueste (Lc 6,45). Elige un campo donde pasar del oír al hacer (deuda que ordenar, disculpa que pronunciar, pantalla que limitar, limosna que realizar). Participa con propósito en la Eucaristía (confesión previa si hace falta) y traduce la comunión en un gesto de caridad inmediata. Imagina una prueba (pérdida, crítica, estrechez): ¿qué hábitos te sostendrían? Refuérzalos hoy.
Quédate un momento en silencio: escucha el golpe suave de la Palabra en tus piedras sueltas. Repite: «Tú eres mi roca» (Sal 18,3). Y comienza a construir de nuevo, sin espectáculo, con hondura.
Hermanos: contemplemos a Dios con una oración de San Juan Crisóstomo:
«Santo Dios, Tú habitas entre tus santos. Tú eres alabado por los serafines con el himno que te proclama tres veces santo y glorificado por los querubines y adorado por todos los poderes celestiales. Tú has creado todo de la nada. Tú creaste al hombre y a la mujer a tu imagen y semejanza y los adornaste con todos los dones de tu gracia. Tú das sabiduría y entendimiento al suplicante, y no te olvidas del pecador, sino que has establecido el arrepentimiento como camino de la salvación. Has permitido que nosotros, tus indignos siervos, estemos ahora delante de la gloria de tu santo altar y te ofrezcamos adoración y alabanza.
Maestro, acepta este himno que te proclama tres veces santo, también de los labios de nosotros, pecadores, y asístenos con tu bondad. Perdona nuestras transgresiones voluntarias e involuntarias, santifica nuestras almas y nuestros cuerpos y concédenos poder adorarte y servirte en santidad todos los días de nuestra vida, por la intercesión de la santa Madre de Dios y de todos los santos en quienes te has complacido a través de todos los tiempos».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.