SANTOS ANDRÉS KIM, PABLO CHONG Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES
«Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia» Lc 8,15.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,4-15
En aquel tiempo se reunió alrededor de Jesús mucha gente y al pasar por los pueblos otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, una parte de la semilla cayó al borde del camino, la pisaron y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó sobre terreno pedregoso y, al crecer, y se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, crecer, dio fruto al ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Entonces los discípulos le preguntaron: «Qué significa esa parábola». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios, pero a los demás solo en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y arranca la Palabra de sus corazones, para que no crean ni se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la tentación fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero los afanes, las riquezas y los placeres de la vida, los van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto gracias a su perseverancia».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Si hacemos algún bien, escondámoslo por humildad y pongamos en manos de Dios nuestra debilidad, suplicándole que mire nuestros esfuerzos, que de otra manera serían inútiles. También suele pasar que, después de haber regado y hecho germinar la semilla, la lluvia no cae en el tiempo debido y el germen entonces se seca y muere. Porque el grano germinado, como la semilla, precisa lluvia de tanto en tanto para crecer. De manera que no podemos permanecer tranquilos. Sucede a veces que después del crecimiento del grano y de la formación de la espiga, la langosta, el granizo u otra plaga destruyen la cosecha. Lo mismo ocurre con el alma: aunque haya trabajado para purificarse de todas las pasiones y se haya aplicado a practicar todas las virtudes, deberá contar siempre con la misericordia y la protección de Dios por temor de ser abandonada y morir» (Doroteo de Gaza).
Hoy conmemoramos el martirio de los santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, quienes, en el siglo XIX, en Corea, dieron su vida por Nuestro Señor Jesucristo. Fueron 103 mártires los que fueron canonizados el 6 de mayo de 1984 por San Juan Pablo II en Seúl, Corea.
Meditamos la parábola del sembrador que se encuentra también en Mateo 12,1-23 y en Marcos 4,1-20. Con esta parábola, Jesús señala que la cuestión no está en la cantidad, en las manifestaciones masivas de acogida y de aprobación de su propuesta; sino que el tema central está en la calidad, no importa que sean pocos los que se comprometan en la tarea, lo importante es la radicalidad, la capacidad de entregarse por completo a la tarea de la instauración del reino. Por ello, decidió explicar detalladamente el significado de la parábola del sembrador, solo a sus discípulos.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Salmo 118).
La semilla es la Palabra (Lc 8,11): pequeña, silenciosa, obstinada; lleva en su vientre el bosque. No cambia al viento, transforma la tierra.
El Señor no se cansa de sembrar incluso donde fallamos; su generosidad vence nuestros cálculos. Los cuatro terrenos describen la dramaturgia del corazón. El camino apisonado: escuchas, pero la distracción y el Maligno arrebatan lo sembrado (cf. Mt 13,19). La piedra: entusiasmos sin raíz; ardor que no soporta el sol de la prueba (cf. Mc 4,16-17). Los espinos: preocupaciones, riquezas y placeres que ahogan lo que empieza a nacer (Lc 8,14). La tierra buena: escucha humilde, perseverancia laboriosa, fruto en el tiempo (Lc 8,15).
Aquí resuena el eco de otras páginas: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11,28); «reciban con mansedumbre la palabra injertada… sean cumplidores» (St 1,21-22); «la Palabra es viva y eficaz» (Hb 4,12); «si el grano de trigo muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). La parábola no acusa, convoca: pide conversión del oído y del suelo interior. Como María, que guardaba la Palabra en su corazón (Lc 2,19), somos llamados a custodiar, meditar y obedecer. Entonces, el ciento por uno no es exageración poética, sino la matemática de la gracia.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que te has dignado multiplicar los hijos de adopción en todo el orbe de la tierra, e hiciste que la sangre de los santos mártires Andrés y compañeros fuera semilla fecunda de los cristianos, concédenos que, fortalecidos por su ayuda, avancemos continuamente siguiendo su ejemplo.
Amado Jesús: sembrador generoso, gracias por tu Palabra, concédenos un corazón bueno en el que se deposite y fructifique tu Palabra.
Amado Jesús, Maestro de sabiduría, inspira con el Espíritu Santo a toda la Iglesia para que, siendo portadora eficaz de la semilla, que es tu Palabra, la haga florecer, y que sus frutos ayuden a extender el Reino de los cielos a toda la humanidad.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Calla toda palabra, y deja que la Palabra te mire. Contempla a Cristo-Sembrador: sus manos lanzan semilla también hacia tus márgenes resecos. Déjate querer por su paciencia; y, en ese silencio que fecunda, decide pasos breves y nítidos, como, por ejemplo: hoy separa 10 minutos para una lectio: lee Lc 8,4-15; subraya un verbo; repítelo como oración. Esta semana, elimina un “espino” concreto: limita 24 horas el uso superfluo del móvil o una compra innecesaria (cf. Lc 8,14). Practica un acto de misericordia: comparte tiempo o bienes con alguien necesitado (cf. Lc 6,38). Arraiga la semilla: fija un día para la confesión; la gracia desentierra piedras y airea el suelo (cf. Ez 36,26). Persevera en lo pequeño: una palabra menos de queja, una más de bendición (cf. Col 4,6).
Permanece así, en quietud. La semilla trabaja bajo tierra. Mira a Jesús y repite: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1 S 3,10). Deja que su Presencia, como lluvia fina, empape tu interior hasta que el amor —no el impulso— te mueva. Y cuando nadie te vea, sonríe: el Reino está germinando.
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Benedicto XVI:
«Jesús se dirige a la multitud con la célebre parábola del sembrador. Es una página de algún modo “autobiográfica”, porque refleja la experiencia misma de Jesús, de su predicación: él se identifica con el sembrador, que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, y percibe los diversos efectos que obtiene, según el tipo de acogida reservada al anuncio. Hay quien escucha superficialmente la Palabra, pero no la acoge; hay quien la acoge en un primer momento, pero no tiene constancia y lo pierde todo; hay quien queda abrumado por las preocupaciones y seducciones del mundo; y hay quien escucha de manera receptiva como la tierra buena: aquí la Palabra da fruto en abundancia. Pero este Evangelio insiste también en el «método» de la predicación de Jesús, es decir, precisamente, en el uso de las parábolas. “¿Por qué les hablas en parábolas?”, preguntan los discípulos (Mt 13, 10). Y Jesús responde… para estimular precisamente la decisión, la conversión del corazón; de hecho, las parábolas, por su naturaleza, requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan la inteligencia, pero también la libertad».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.