SANTOS SIMÓN Y JUDAS TADEO, APÓSTOLES (EN PERÚ)
«Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus impuros quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos» Lc 6,18-19.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según San Lucas 6,12-19
En aquel tiempo, Jesús subió a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tito y Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus impuros quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Convirtámonos en discípulos de Jesús, viviendo en su Presencia y poniéndonos por meta el hacer cada instante lo que él requiera. Todos somos deudores suyos. ¿Acaso no nos ha salvado a todos al precio de su sangre? El árbol debe fructificar para su amo, la criatura para su Creador» (San Carlos de Foucauld).
Hoy celebramos a los santos Simón y Judas Tadeo, apóstoles de Jesús. Simón era apodado “el Zelote” porque había pertenecido a esa secta o “el cananeo” por haber nacido en Caná. La tradición señala que predicó en Egipto y sufrió el martirio en Persia. Judas Tadeo era de origen campesino y de temperamento apasionado. Predicó en Arabia, Mesopotamia y Persia, donde murió martirizado.
Lucas nos conduce a Galilea, tierra de colinas que miran al lago. Jesús sube al monte —lugar bíblico del encuentro— y «pasó la noche orando a Dios» (Lc 6,12). Al amanecer, llama a los discípulos y elige a Doce, signo profético de un Israel reconstituido (cf. Ex 24,4), cimiento de la nueva asamblea de Dios (cf. Ef 2,20). Entre ellos figuran Simón, llamado el Zelote —probable alusión a su antiguo ardor nacional-religioso— y Judas de Santiago, a quien la tradición identifica con Judas Tadeo, autor de la breve carta que exhorta a «conservarse en el amor de Dios» (Jds 21).
Después, Jesús desciende a la llanura: acuden multitudes de Judea y Jerusalén, y también de la franja fenicia de Tiro y Sidón (Lc 6,17), un horizonte ya universal. No sólo enseñaba: «salía poder de él y sanaba a todos» (Lc 6,19). En el trasfondo laten tensiones políticas (ocupación romana, zelotes, herodianos) y diversidad religiosa (fariseos, saduceos, esenios). La elección de los Doce, nacida en la noche de oración, prepara el gran Discurso de la montaña (Lc 6,20-49): bienaventuranzas, amor a los enemigos, misericordia. El paso del monte a la llanura revela el dinamismo cristiano: la comunión con el Padre se derrama en misión sanadora. En esta geografía espiritual, la memoria de Simón y Judas ilumina la unidad reconciliada de los distintos en un único envío (cf. Jn 17,21).
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«No tengan miedo de ser apóstoles en el mundo de hoy. Jesús los ha llamado y los ha enviado, y Él nunca los abandonará. Su amor y su poder sanador están siempre con ustedes. Sean fieles a la oración, porque es en la comunión con Dios donde encontrarán la fuerza para cumplir su misión» (San Juan Pablo II).
«Pasó la noche orando a Dios… y eligió a Doce» (Lc 6,12-13). Antes del gesto fundacional, Jesús ora. Así nos enseña que toda misión madura en el seno del Padre (cf. Hb 5,7). De la montaña —silencio y escucha— Jesús desciende a la llanura —encuentro, heridas, pluralidad—: comunión que se hace misión. No somos activistas; somos enviados que han estado con Él (cf. Mc 3,14). Por eso, «no me eligieron ustedes a mí; soy yo quien los he elegido» (Jn 15,16): la Iglesia nace de una elección misericordiosa y se sostiene por una corriente de gracia («salía poder de él y sanaba a todos»: Lc 6,19).
Simón, el Zelote, evoca el ardor que, purificado por Cristo, se vuelve celo por el Evangelio de la paz (cf. Ef 6,15). Judas Tadeo, autor de una carta encendida y tierna, nos exhorta: «edificaos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo» (Jds 20-21). En ambos palpita el secreto apostólico: de la oración nace el envío (cf. Jn 20,21) y de la comunión brota la caridad que cura (cf. Jn 13,34). Cuando la Iglesia vive así, las fronteras de Judea, Jerusalén y Tiro-Sidón se desdibujan: todo hombre se vuelve prójimo (cf. Lc 10,36-37), todo dolor, lugar teológico.
Otros pasajes convergen: Jesús ora antes de decisiones (Lc 3,21; 9,18.28), sostiene con su oración la fe de los suyos (Lc 22,32) y derrama en la cruz la fuerza que atrae y sana (cf. Jn 12,32; Lc 8,46). A la luz de Simón y Judas, pidamos que el Señor convierta nuestros extremos (fervor sin caridad, prudencia sin audacia) en un sí humilde y ardiente. El poder que sale de Él seguirá curando por nuestras manos, si primero dejamos que nos cure a nosotros.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que nos concediste llegar al conocimiento de tu Nombre por medio de los santos apóstoles, te rogamos, que, por la intercesión de san Simón y de San Judas Tadeo, la Iglesia siga creciendo por el incremento de los pueblos y personas que crean en ti.
Amado Jesús, el mundo tiene necesidad de ti, envía apóstoles para que proclamen tus enseñanzas a todos los confines del planeta, que todos conozcan los sagrados misterios de tu vida, pasión, muerte y resurrección.
Espíritu Santo: libéranos de todas las ataduras del pecado y danos la fortaleza para ser apóstoles de Nuestro Señor Jesucristo.
Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege del enemigo a las almas de las personas agonizantes.
Gran Patriarca San José, a quien la beatísima Trinidad hizo custodio de Jesús, te rogamos por la conversión y salvación de nuestros hermanos que han equivocado el camino y siguen los dictados del mundo.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Calla y mira a Jesús orando en la noche. Su respiración acompasa el latido del mundo. Repite: «Señor, enséñame a orar» (Lc 11,1). Deja que su silencio te nombre y su elección te pacifique. Después contempla a las multitudes que lo tocan: poder sale de Él y cura. Permite que esa corriente te alcance ahora: en tu herida concreta, en tu desánimo, en tu pecado.
Te propongo lo siguiente: Montaña diaria: consagra un tiempo fijo (aunque breve) de oración silenciosa. Un versículo para sostenerla: “En tu presencia, Señor” (cf. Sal 16,11). Llanura cercana: identifica hoy a una persona herida y tócala con obras: una visita, una llamada larga, un gesto material concreto (cf. Mt 25,35-36). “Zelo” purificado: si te indigna una injusticia, ora primero y luego actúa con mansedumbre eficaz (cf. St 1,20; Mt 5,9). Comunión que envía: participa esta semana en la Eucaristía diaria al menos una vez; ofrece tu “sí” para un servicio pequeño en la comunidad (cf. Jn 13,14-15).
Permanece un instante más. Siente que, como Simón y Judas, eres nombrado y enviado. Quien te llama te acompaña; quien te envía te unge. De la montaña a la llanura, Él es tu camino.
Hermanos: contemplemos la virtud de la esperanza divina que Dios propone con un texto de Pablo VI:
«Sí, la esperanza. Si esta virtud no nos sostiene, no es cierta nuestra perseverancia y podemos perdemos por el camino, lo que, por desgracia, hoy es muy fácil. Es fácil renunciar a los ideales de la vida cristiana: primero, porque son difíciles y lejanos; segundo, porque la psicología del hombre moderno está dirigida a la consecución, más aún, al goce de bienes fáciles e inmediatos, de bienes exteriores y sensibles, más que a los interiores y morales; tercero. porque el oportunismo está de moda.
El éxito cercano y propio ocupa el sitio de los ideales, obligados a dura resistencia y a antipáticas posiciones. El entusiasmo de la resistencia, del coraje, del sacrificio, es sustituido por el cálculo de la utilidad, la aceptación de la moda, la confianza en la mayoría, la molestia de sostener la parte de una precisa, fuerte e incómoda impopularidad; posiciones psicológicas y otras semejantes que no saben vivir la esperanza.
La esperanza es la conciencia que tiene el cristiano de estar inserto ya desde ahora, mediante la gracia del Espíritu Santo, en un gran plan de salvación, para el que su propia suerte está envuelta por una promesa no ilusoria».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.