Aprendiò a orar en la soledad del campo

De quito a pie y mula -escribe- llegué a esta ciudad de Lima

Conmemoracion: 18 de Septiembre

 

Nació en Ribera del Fresno, en Badajoz (Extremadura, España), el 2 de marzo de 1585.

Huérfano desde muy niño, fue criado en un ambiente de extrema pobreza por una hermana mayor, a la cual ayudaba en labores de pastoreo.

Cuentan sus hagiógrafos que aprendiò a orar en la soledad del campo a donde conducía su rebaño, contemplando la majestad de Dios expresada en la naturaleza y que lo hacía con tanto candor de espìritu que ya desde aquellos tiempos comenzó a gozar de los dones del cielo y experimento la protección de San Juan Evangelista, quien sería su guía espiritual a lo largo de toda su vida.

Movido por una poderosa vocación misionera resolvió ir a las Indias, para lo cual emprendió camino a Sevilla y por falta de recursos económicos, hizo el trayecto a pie.

Conoció a un mercader que seguía el mismo camino y ofreció a servirle, embarcándose con él rumbo a tierra firme.

Cuando el mercader se dio cuenta de que Juan no sabía leer ni escribir, tomó la determinación de desligarse de él y lo hizo en el primer puerto americano a donde llegaron: Cartagenas de Indias. Esto ocurrió en 1619 y desde allí Juan emprendió viaje al interior de Nueva granada, subiendo a pasto y a Quito.

«De quito a pie y mula -escribe- llegué a esta ciudad de Lima, de suerte que novecientas leguas que hay de esta ciudad de Lima a Cartagena vinimos en cuatro meses y medio». Buscó el sustento como podía ya sea prestando algún servicio a los pasajeros en os tambos o implorando limosna por amor de Dios. De esta manera, pasando grandes dificultades, llegó a Lima en febrero de 1620, dispuesto a consagrarse a la vida religiosa.

Se alojó en un mesón bastante frecuentado, muy cerca de la iglesia de San Lorenzo, en el barrio ubicado al otro lado del puente. Aquí entabló relación con un hombre a quien todo el mundo conocía como el «rastrero», en razón de su ocupación que era la de proveer el rastro o mercado para la carne. para tal fin tenía ganado vacuno y lanar en las faldas del cerro San Cristóbal.

Como Juan conocía muy bien el oficio de pastor se ofreció a servirle, reanudando así la vida tranquila y solitaria que había llevado en España y que le permitía explayarse en la contemplación de la naturaleza y en la oración.

Durante dos años realizó esta labor hasta que, siempre según sus hagiógrafos, sintió la voz de Juan Evangelista que le ordenaba tomar el hábito de religioso. Al despedirse de su patrón, le pidió que repartiese el salario que le adeudaba entre las hermanas que habían quedado en España, los pobres y el convento de Santo Domingo.

Fue admitido como hermano lego de la orden dominica en el convento de Santa María Magdalena -llamado comúnmente La Recoleta- (en la actual Plaza Francia), tomando el hábito el 23 de enero de 1622. Allí, destinado a atender la portería, pasó una vida de austeridad, mortificación y oración. A pesar de su humildad y deseo de pasar desapercibido, llegó a ser consultor del virrey don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera y de miembros de la más calificada nobleza.

El 4 de setiembre de 1645 cayó gravemente enfermo y desde un comienzo manifestó que su mal no tenía cura y que por lo tanto su fin estaba próximo. Recibió la extremaunción y en medio del llanto de sus hermanos murió catorce días después.

El cronista Meléndez lo describe así: «Era de mediano cuerpo, el rostro blanco, las facciones menudas, de frente ancha, algo combada, partida con una vena gruesa que desde el nacimiento del cabello, del que era moderadamente calvo, descendía al entrecejo; las cejas pobladas, los ojos modestos y alegres, la nariz algo aguileña, las mejillas enjutas y rosadas, la barba espesa y negra.»

Fue beatificado por el papa Gregorio XVI el 31 de enero de 1836 y canonizado por el Papa Pablo VI el 28 de setiembre de 1975. El historiador Riva Agüero lo considera «uno de los más puros místicos» del siglo XVII.

Jesús te ama