MARTES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Así también ustedes; cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”» Lc 17, 10.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «¿Quién de ustedes que tenga un criado arando o pastoreando le dice cuando llega del campo: “Ven, siéntate a la mesa”? ¿No le dirán más bien: “Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú”? ¿Tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

Así también ustedes; cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos a San Josafat, obispo y mártir. Josafat, que significa “Dios es mi juez”, nació en Vladimir de Volhinia, en Ucrania, en el año 1580 de padres ortodoxos. Cuando se convirtió al catolicismo, ingresó a la Orden de San Basilio. Fue ordenado sacerdote y llegó a ser arzobispo de Polotzk, Lituania, en 1617.

Fue un predicador incansable. En 1623 visitó la ciudad rebelde de Vitebsk, donde murió después de a ver sido golpeado por un grupo de cismáticos. Fue canonizado por el Beato Pío IX, siendo el primer Santo de la Iglesia de oriente con un proceso formal.

El pasaje evangélico de hoy se ubica luego de las tres instrucciones que Jesús dio a sus discípulos y que meditamos ayer. En la misma línea de instrucciones comunitarias, en la lectura de hoy, Jesús, con la parábola de lo qué es el siervo, hace un llamado a la fidelidad y responsabilidad del discípulo; así como al cumplimiento de su deber, sin exigir nada a cambio a Dios.

Un dueño tiene un siervo, un esclavo a su servicio. Lo tiene trabajando en el campo; al terminar su trabajo, el siervo, que en aquella concepción de servidumbre no se le considera que tiene derechos, sino el deber de servir a su amo, deberá continuar prestando servicios: servirle a la mesa, y no pensar que el dueño se va a poner a servirle a él.

Con este ejemplo, Jesús brinda una lección a sus apóstoles para el servicio de su misión. Que no piensen en ventajas; que no se enorgullezcan, incluso si hacen milagros; porque sólo hicieron lo que tenían que hacer. La frase «somos siervos inútiles» es un modo de reconocer que, en este orden espiritual del apostolado, todo, absolutamente todo, es don de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo nos dio el más grande ejemplo de servicio. Él, con sus propias palabras, en el capítulo 10 de Marcos, versículo 45, nos dice: “El Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir”.

Por ello, nosotros como hijos de Dios Padre, tenemos que ser conscientes y cuidar nuestra condición de siervos de Nuestro Señor Jesucristo. En este sentido, debemos estar atentos ante la tentación de la vanagloria y la soberbia, ya que estas despojan y destruyen los frutos de la fe; además, abren las puertas a la corrupción que corroe nuestra sociedad.

Hermanos: con estas reflexiones, es conveniente que proyectemos la lectura de hoy a nuestra vida y respondamos de corazón: ¿Somos fieles servidores de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Somos capaces de servir a los demás sin esperar nada a cambio?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a contrastar nuestras acciones diarias con los mandamientos del amor y, así, podamos purificar nuestro seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre del cielo: concédenos la humildad para reconocer que, cuando realizamos eficazmente las tareas que nos encomiendan, podamos alegrarnos por haber hecho lo que teníamos que hacer.

Amado Jesús, anímanos y concédenos la fortaleza para que con nuestro ejemplo hagamos que muchas personas conozcan y practiquen tus enseñanzas y, así, contribuyamos a un mundo más justo.

Espíritu Santo: amor del Padre y del Hijo, otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para mantenernos alejados de las tentaciones de la vanagloria, del orgullo y de hacer las cosas por recibir gratitud humana.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos el maravilloso amor de Nuestro Señor Jesucristo a través un escrito de San Agustín:

«Antes de la venida del Señor, los hombres buscaban la gloria en sí mismos. Ha venido como hombre para reducir la gloria terrena y aumentar la gloria de Dios. Ha venido sin pecado y nos ha encontrado a todos hundidos en el pecado. Si el Señor ha venido para perdonar los pecados, quiere poner de manifiesto que Dios es magnánimo; toca, pues, al hombre reconocer esa magnanimidad. Porque la humildad del hombre consiste en su gratitud y la grandeza de Dios se manifiesta en su misericordia.

Si, pues, ha venido para perdonar al hombre sus pecados, toca al hombre reconocer su pequeñez y darse cuenta de la misericordia de Dios. “Él debe ser cada vez más importante; yo, en cambio, menos”. Es decir, que Él me dé y yo reciba. Es justo que la gloria sea del Señor y yo la reconozca en Él; que el hombre reconozca dónde está su lugar, reconozca a Dios y comprenda lo que dice el apóstol al hombre soberbio y orgulloso que pretende ensalzarse: “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si los has recibido ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?”

Que el hombre que considera suyo lo que no le pertenece comprenda, pues, que lo ha recibido y que se humille, porque le conviene que Dios sea glorificado en él. Que el hombre se considere cada vez menos importante para que Dios sea glorificado en él».

Queridos hermanos: reconozcamos que todo lo que tenemos en nuestras vidas son dones que Dios nos ha otorgado gratuitamente, y que nosotros debemos dar gratis. Hagamos el compromiso de contrastar nuestras acciones con los mandamientos del amor para ser siervos diligentes de Nuestro Señor Jesucristo. Y pidamos siempre a la Santísima Trinidad la fuerza para vencer las tentaciones de la vanagloria.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.