LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA III DE ADVIENTO – CICLO A
SANTA LUCÍA, VIRGEN Y MÁRTIR
Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» Lc 23,43.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?». Contestaron: «El primero». Entonces Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el Reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la salvación, y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, a pesar de esto, no se arrepintieron ni creyeron en él».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La humildad salva al hombre a los ojos de Dios, la soberbia lo pierde. La clave está en el corazón. El del humilde es abierto, sabe arrepentirse, aceptar una corrección y se fía de Dios. El del soberbio es justo lo opuesto: arrogante, cerrado, no tiene vergüenza, es impermeable a la voz de Dios» (Papa Francisco).
Santa Lucía nació en Sicilia en el año 251. Fue educada en la fe cristiana. Siempre abrigó el deseo de consagrarse al Señor con un voto perpetuo de virginidad. Pero un pretendiente la acusó de cristiana ante el procónsul. Cuando fue arrestada se le pidió que haga sacrificios a los dioses; ella se negó, manifestando que aquellos que viven de manera casta y piadosa son templo de Dios y morada del Espíritu Santo. Fue martirizada y decapitada en el año 304.
En el pasaje evangélico de hoy, denominado “Parábola de los dos hijos”, Jesús deja en claro a la élite religiosa de la época que lo más importante no son las apariencias externas, sino el interior de la persona.
En el texto se observan dos segmentos: el primero culmina con la pregunta que formula Jesús sobre quién hace la voluntad del padre, cuya respuesta es clara: el que va a la viña, aunque al comienzo se negó. Hasta aquí, la enseñanza es indiscutible, Dios representa al padre; por lo tanto, lo más importante es realizar la voluntad de Dios.
En el segundo segmento, los publicanos y las prostitutas son los protagonistas ya que representan al primero de los hijos, el que inicialmente se negó a ir a la viña. Ellos inicialmente dijeron no a Dios y vivieron alejados de sus preceptos, marginados por las autoridades religiosas de la época; pero acogieron la invitación de Juan Bautista y cumplieron la voluntad de Dios Padre.
Las autoridades religiosas del tiempo de Jesús representan al segundo hijo de la parábola, dijeron si a Dios al aceptar la Ley de Moisés, pero, viviendo solo de apariencias, no acogieron el nuevo camino de salvación que propuso el profeta del Altísimo, Juan Bautista.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Por medio de la parábola, Nuestro Señor Jesucristo cambia el orden de la lógica humana: los hermanos que están alejados de los preceptos cristianos y se arrepienten, serán los primeros en llegar al reino de Dios. En este sentido, Nuestro Redentor insta también al arrepentimiento de toda la humanidad, porque tener conciencia de pecadores nos pone en actitud de conversión, mientras que, creernos justos, nos aleja de la conversión.
Por eso la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo es actual porque ilumina nuestro camino y el de toda la humanidad. Hoy sucede lo mismo: presos, drogadictos, alcohólicos, divorciados, ateos, prostitutas, homosexuales y todos los pecadores, así como cualquier grupo de personas que a veces es marginado, muchas veces tienen una mirada más atenta y limpia para percibir las cosas de Dios en la vida, que la que muchas veces conseguimos los creyentes. Las puertas del cielo están abiertas para todo aquel que, con sinceridad, vuelva sus ojos a Dios, se arrepienta y le siga dejando atrás un pasado de pecado, sino recordemos al “buen ladrón” (Lc 23,39-43).
Pidamos al cielo la gracia y la fortaleza para seguir a Nuestro Señor Jesucristo, pronunciando a los cuatro vientos un “sí” sin desmentirlo nunca. Demos testimonio de creencia y confianza en la promesa de vida eterna que nos hace Nuestro Señor Jesucristo a cada instante.
Hermanos: a la luz de la Palabra, conviene preguntarnos: ¿Cuáles son los criterios con los que valoramos a nuestros hermanos que están alejados de Dios? ¿Oramos por ellos? ¿Llevamos un mensaje de esperanza a los hermanos que están alejados de los preceptos cristianos? Que las respuestas a estas preguntas nos animen a trabajar activamente en la viña del Señor, en cualquier circunstancia de nuestra vida, testimoniando siempre a Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Padre eterno, te pedimos, Señor, que la gloriosa intercesión de Santa Lucía, virgen y mártir, sea nuestro apoyo para celebrar ahora su nacimiento para el cielo y contemplar también las realidades eternas.
Amado Jesús: te pedimos por todas las comunidades de Iglesia para que, guiadas por el Espíritu Santo, valoren a todas las personas y las acojan en tu rebaño.
Espíritu Santo ilumina nuestros pensamientos y acciones para que siempre estemos dispuestos a contribuir a que muchos hermanos se acerquen a la fuente de la misericordia divina.
Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna. Te suplicamos por ellos amado Jesús.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía del Papa Francisco:
«La escena del Evangelio es la del contraste entre los dos hijos invitados por el padre a trabajar en la viña. El primero rechaza, pero luego se arrepiente y va, el segundo dice que sí al padre pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta historia a los jefes del pueblo afirmando con claridad que son ellos los que no quisieron escuchar la voz de Dios a través de Juan y que, por eso en el Reino de los cielos, serán superados por publicanos y meretrices, que sí creyeron en Juan. El escándalo provocado por esta última afirmación es idéntico al de tantos cristianos que se sienten “puros” solo porque van a Misa y comulgan. Pero Dios necesita más. Si tu corazón no está arrepentido, si no escuchas al Señor, si no aceptas la corrección y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido. Y esos hipócritas que se escandalizan de lo que dice Jesús sobre publicanos y meretrices, pero que luego iban a ellos a escondidas para desfogar sus pasiones o para hacer negocios —pero todo a escondidas— ¡eran puros! Y a esos el Señor no los quiere.
Este juicio nos de esperanza, con tal de que se tenga el valor de abrir el corazón a Dios sin reservas, dándole hasta la lista de los propios pecados. Acordaos de la historia de aquel santo que pensaba haber dado todo al Señor, con extrema generosidad. Escuchaba al Señor, actuaba siempre según su voluntad, pero el Señor le dijo: Todavía hay una cosa que no me has dado. Y el pobre era tan bueno que dice: Señor, ¿qué es lo que no te he dado? Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, doy catequesis, trabajo aquí, trabajo allá… Pues algo aún no me has dado. ¿Qué, Señor? Tus pecados. Cuando seamos capaces de decir: Señor, estos son mis pecados —no son de aquel, o del otro, sino míos…, son los míos. Cógelos tú y yo seré salvado—, cuando seamos capaces de hacer eso, entonces seremos ese buen pueblo, pueblo humilde y pobre, que confía en el nombre del Señor. Que el Señor nos conceda esta gracia».
Queridos hermanos, pidamos al Espíritu Santo la gracia de la humildad para reconocer nuestros pecados y emprender el camino de la conversión plena. Hagámoslo siempre en compañía de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.