SÁBADO DE LA SEMANA I DE CUARESMA – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA I DE CUARESMA – CICLO A

«Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el cielo» Mt 5,44-45.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así serán hijos del Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué premio recibirán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sean perfectos como su Padre celestial es perfecto».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Espíritu enseña todo, brilla en la indecible luz y te mostrará de forma intelectual todas las realidades inteligibles. Se realizará en la medida que puedas verlo, que es accesible al hombre y según la pureza de tu alma. Entonces podrás ser semejante a Dios, imitando exactamente sus obras en cuanto a temperancia, valentía, amor por los hombres, soportando las obras y amando a tus enemigos» (Simón el Nuevo Teólogo).

Este pasaje evangélico también forma parte del Sermón de la Montaña e integra un texto que va desde el versículo 20 hasta el 48, en el que Jesús interpreta y explica la Ley. En los tiempos de Jesús, se entendía que sólo el paisano era el prójimo y que los demás eran extranjeros; es más, se habían distorsionado los mandamientos a tal extremo que se creía que la Ley estaba referida solo al pueblo judío y que sí se podía ejercer la venganza contra todos los demás.

En este contexto Jesús radicaliza su mensaje con el amor al prójimo que, de manera integrada con el perdón y la reconciliación, conducen a la perfección, planteando el siguiente desafío: «… sean perfectos como su Padre celestial es perfecto».

Jesús señala con claridad que el amor supera largamente los límites de la Ley al plantear una justicia de orden superior que se caracteriza por el amor que debemos tener, incluso a las personas que nos causan daño y por quienes sentimos enemistad.

Como podemos apreciar, no basta con evitar la venganza y escapar al resentimiento, hay que amar a quienes nos causaron daño; es más, Nuestro Señor Jesucristo nos dice que debemos orar por dichas personas. No basta ser buenos, hay que ser santos.

De esta manera, Jesús, modelo de toda perfección, nos llama al amor excelso, al amor con el que perdonó a quienes lo crucificaron. Jesús nos llama al amor con el que Él nos amó y nos ama, es decir, al amor extremo. Es un llamado universal a la santidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Amar al prójimo y, en especial, a las personas que nos han hecho o nos hacen daño, forma parte del mandamiento del amor que Jesús nos dejó. No es una acción opcional, es un mandamiento que debemos cumplir, de lo contrario, estaremos evitando que el amor de Dios se haga realidad.

El rey de la mentira promueve en el mundo todo tipo de violencia y desea que el resentimiento y la venganza sean el estandarte de todo ser humano. Un ejemplo clarísimo son la enorme cantidad de películas que ensalzan la violencia basada en la venganza.

No es fácil perdonar y amar a nuestros enemigos; la única forma de hacerlo es con la ayuda de Dios. Para ello, Jesús nos brinda tres consejos: primero, buscar la perfección de Dios Padre contemplando su amor; segundo, rezar a Dios Padre por las personas que nos causan daño para que se acerquen a su misericordia y sigan a Jesús; tercero, pedir a Dios Padre que nos conceda la humildad de Jesús para perdonar y amar como Él nos amó.

De este maravilloso amor, Nuestro Señor Jesucristo nos da varios ejemplos, siendo el más sublime, por ser una prueba contundente de su amor y misericordia, aquella súplica a Dios Padre cuando se encontraba en la cruz a punto de expirar: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Ante tan magno ejemplo, conviene hacernos las siguientes preguntas: ¿Estamos dispuestos a rezar por las personas que nos han causado daño o provocan enemistad, tendiendo puentes de reconciliación? ¿Estamos dispuestos a glorificar a Dios evitando el resentimiento y amando a nuestros enemigos? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a perfeccionar nuestro amor y el respeto a los sagrados mandamientos del Señor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, vuelve hacia ti nuestros corazones, para que, buscando siempre lo único necesario y realizando obras de caridad, nos dediquemos a tu servicio.

Santísima Trinidad, te pedimos sanes las heridas de nuestro corazón y, con los dones del Santo Espíritu, podamos mirar con bondad a aquellas personas que nos han ofendido, tal vez sin querer. Que podamos comprender, con la inteligencia y el corazón, que esas personas también llevan, como nosotros, heridas en su corazón; por tu infinita misericordia y bondad, sánalas, Señor.

Padre eterno, te pedimos por todas las personas que se sienten tristes y abandonadas por causa de las guerras, divisiones, rencores y enemistades, para que reciban de ti la capacidad de perdonar y de la reconciliación.

Amado Jesús, Tú que perdonaste a los que te crucificaron, aumenta el espíritu de santidad de la Iglesia y otórganos la gracia de perdonar y amar a las personas que nos hacen daño, así como de olvidar las rencillas pasadas y superar cualquier enemistad.

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de los agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

Madre Santísima, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al Señor con un escrito de San Juan Casiano:

«El precepto del Salvador nos invita a la semejanza con el Padre: “Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48). En los grados inferiores, a veces el amor del bien se interrumpe cuando la tibieza, satisfacciones o placeres llegan a debilitar el vigor del alma y hacen perder de vista el temor del infierno o el deseo de la felicidad futura. Sin embargo, constituyen peldaños del progreso, aprendizajes.

Si al principio hemos evitado el vicio por el temor al castigo o la esperanza de la recompensa, no es posible pasar al grado de la caridad porque “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, ya que el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero” (1 Jn 4,18-19). Ningún otro camino nos eleva a la verdadera perfección. Como Dios nos ha amado el primero, importándole sólo nuestra salvación, así debemos amarlo únicamente por su amor.

Esforcémonos con total ardor de subir del temor a la esperanza, de la esperanza a la caridad de Dios y al amor de las virtudes. Vayamos hacia la afección al bien por él mismo y permanezcamos en él, inmutables, tanto como es posible a la naturaleza humana».

Hermanos: glorifiquemos al amor de los amores con nuestras acciones cotidianas, amando al prójimo, evitando la violencia, devolviendo bien por mal y evitando todo tipo de venganza. Busquemos la perfección de amar al enemigo, ya que en esto consiste también la justicia divina. Hagamos el compromiso de tender puentes de reconciliación con alguno de nuestros hermanos con los que estamos enemistados.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.