LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA VII DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne» Mc 10,6-8 y Gen 1,27; 2,24.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,1-12

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y, según acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Él les replicó: «¿Qué les mandó Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y separarse». Jesús les dijo: «Moisés dejó escrito este precepto teniendo en cuenta la dureza de sus corazones. Pero al principio de la creación, Dios “los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Desde el amor del hombre y la mujer, … hasta en la misteriosa unión de elementos y metales, de manera diversamente bella, todo es signo del amor que está en Dios… de la misma manera, la unidad del Verbo y el hombre, igual que la unión de Cristo y la Iglesia, son los más bellos signos del amor que es Dios. En el matrimonio existe una vocación al amor particularmente rica; en la cúspide de la creación visible, es el más hermoso signo del amor de Dios. Es grande porque, según expresa san Pablo, es signo del amor de Cristo y su Iglesia» (Venerable Madeleine Delbrêl).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús habla sobre el divorcio”, también se encuentra en Mateo 19,1-9.

Jesús abandona definitivamente Galilea para dirigirse a Jerusalén y, como de costumbre, cada vez que enseñaba a la gente, aparecen los fariseos para ponerlo a prueba. Según la legislación judía solo el varón tenía derecho a pedir el divorcio.

Ante la interrogante de los fariseos, Jesús responde primero con una pregunta: «¿Qué les mandó Moisés?», para luego remitirse al momento de la creación, en la que Dios crea al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones. Con esto, distingue las limitaciones de las leyes humanas de la eterna validez de las leyes divinas.

Y va más allá de la perspectiva de los fariseos, pues aboga por la validez permanente del matrimonio al insistir en la fidelidad al pacto de amor: «Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». Porque el matrimonio es un proyecto de amor que implica igualdad en derechos, dignidad y obligaciones, y excluye, por tanto, toda relación de dominación. El verdadero amor matrimonial es duradero y modela un corazón para soñar y para perdonar.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La Palabra de Nuestro Señor Jesucristo rompe con el legalismo de los fariseos volviendo al proyecto inicial de Dios: «Los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne».

En un mundo en el que se enaltecen las pasiones humanas por encima de lo sagrado, promoviendo las uniones libres e incluso las uniones homosexuales, Nuestro Señor Jesucristo confirma la indisolubilidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, y la igualdad total entre los dos sexos. El Señor postula un amor que escapa al tiempo y está hecho para toda la vida; este es el horizonte del matrimonio.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oremos con la Bendición nupcial en el sacramento del matrimonio: «Padre santo, que hiciste a los hombres a imagen tuya y los creaste varón y mujer para que, unidos en la carne y en el espíritu, fueran colaboradores de tu creación.

Señor, tú que, para revelarnos el designio de tu amor, quisiste dejarnos en el amor de los esposos un bosquejo de la alianza que hiciste con tu pueblo, a fin de que, completado con el sacramento, en la unión conyugal de tus fieles quedara patente el misterio nupcial de Cristo y de la Iglesia, extiende sobre los esposos tu mano amorosa. Concédeles, Señor, que en la comunidad sacramental se comuniquen los dones de tu amor y, siendo el uno para el otro signo de tu presencia, sean un solo corazón y un solo espíritu. Amén».

Amado Jesús, te suplicamos abras las puertas de tu Reino a los difuntos y protege a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a contemplar tu rostro.

Santísima Madre María, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un comentario del padre André Louf:

«El hombre y la mujer que se han comprometido en el amor no lo han hecho solos. En el mismo momento se comprometieron en Dios, porque el que se compromete en el amor se compromete en Dios. Porque Dios es amor. Y esto es posible que no sea tan simple para todos, pero, de hecho, nada es más simple. Quien cree verdaderamente en Dios, conoce algo de él, ha presentido al menos el amor: así, en el amor humano que ha sentido nacer en su corazón, ha reconocido algo de Dios. Cuando se ha empezado a conocer a Dios, cuando se ha encontrado un poco de su amor, ya no es posible amar por juego o amar solo por un tiempo y después ya veremos.

Quien ha empezado a amar, ama para siempre, a pesar de todo, sea cual sea el agravio que pueda hacerle el ser amado, tal como Dios nos ama para siempre sean cuales sean nuestros agravios. Amar para siempre. ¿Cómo es posible? Son muchas las uniones que se hacen trizas en los primeros años. E incluso cuando por fuera subsiste una fidelidad inviolada, ¿puede decirse que el amor verdadero sobrevive para siempre? Para el hombre y la mujer sería imposible si, al entrar en el amor, no hubieran entrado en Dios.

Al entrar en el amor como creyentes, se entra en la vida y en el juego de Dios. Y Dios mismo se convierte en el garante del amor que nos ofrece cada día como regalo, un amor humano en el que su amor está presente en filigrana. No depende de nosotros salvar nuestro amor. Es Dios el que lo salva y quien se hace garante del mismo.

¿De qué modo salva Dios nuestro amor? Iniciándonos un poco cada vez en las costumbres de su amor. Ahora bien, es propio de su amor ser don y perdón. Dios no tiene en cuenta nuestros fallos. Los hunde en su amor. No se pone en absoluto colérico por nuestros olvidos. No tiene en cuenta nuestros agravios. No se venga nunca de nuestros golpes bajos, sino que ama cada vez más, es decir, perdona…

Perdonar significa ser cada vez más fuerte en el amor. Significa asimismo permitir al amor aumentar y hacerse más profundo. Significa salir de nosotros mismos, reconocer al otro también en sus defectos, en lo que más se nos parece, porque también nosotros somos frágiles y estamos perdidos ante Dios. Ahora bien, se trata de una fragilidad que no puede subsistir más que frente a su Amor y gracias a su Amor. Cimentarse en el amor significa siempre cimentarse en Dios».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de orar siempre por los matrimonios para que en ellos se fortalezca siempre el amor. Pidamos al cielo por los jóvenes para que tengan una perspectiva del amor matrimonial de acuerdo con el proyecto divino.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.