«El testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado» Jn 5,36.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 5,31-47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Ustedes enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque al que Él envió no le creen. Estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibieron; si otro viene en su propio nombre, a ese si lo recibirán. ¿Cómo pueden creer ustedes que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre, hay uno que los acusa: Moisés, en quien tienen su esperanza. Si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creen en sus escritos, ¿cómo van a creer en mis palabras?».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«El alma no calla la verdad cuando es tiempo de hablar, no teme a los hombres del mundo. No teme perder la vida porque está dispuesta a darla por amor a la verdad. Sólo teme a Dios. La verdad reprende fuertemente, porque tiene por compañera a la santa justicia, que es una perla preciosa que debe brillar en toda criatura con uso de razón… La verdad calla cuando es tiempo de callar. Al callar, grita con la paciencia ya que no ignora, sino que discierne y conoce dónde se encuentra el honor de Dios y la salvación de las almas. ¡apasiónese por esta verdad!» (Santa Catalina de Siena).
El pasaje de hoy, denominado “El testimonio de Dios legitima a Jesús”, también integra la tercera parte del capítulo 5 de Juan y se ubica luego del texto “La autoridad de Jesús” que meditamos ayer. Se recomienda leer ambos segmentos para entender la Comunión Trinitaria.
Después de curar en sábado al inválido de la piscina de Betesda, Jesús prosigue su defensa enumerando tres testigos sobre su presencia en la humanidad. Por ello, las palabras de Jesús en este pasaje tienen un carácter judicial. Él presenta pruebas que atestiguan su misión: el testimonio de Juan Bautista, el testimonio de sus propias obras, el testimonio del Padre y el testimonio de las Escrituras. Pero sus oyentes se cierran a la verdad.
Desde un punto de vista religioso, la autoridad suprema para los judíos era la Ley de Moisés. Sin embargo, Jesús denuncia su incoherencia, pues dicen seguir la Ley, pero no reconocen al Mesías anunciado en ella. Aquí Jesús no solo da testimonio de sí mismo, sino que exhorta al pueblo a abrir sus ojos y su corazón. Este pasaje es un juicio: o se acepta su testimonio y se accede a la vida, o se rechaza y se permanece en la ceguera espiritual.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Toda nuestra vida, por muda que sea, debe dar testimonio del Evangelio. Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los techos. Toda nuestra persona debe respirar a Jesús. Todos los actos de nuestra vida deben gritar que le pertenecemos y deben ser una imagen de vida evangélica. Todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo en lo que resplandezca la imagen de Jesús» (San Carlos de Foucauld).
Este pasaje es una llamada a la fe auténtica. Es impactante ver cómo los conocedores de la Ley no pueden reconocer al Mesías. Esto revela la tragedia del orgullo espiritual: saber mucho, pero no conocer a Dios. Cristo nos advierte: podemos conocer la Biblia, pero si no dejamos que transforme nuestra vida, sigue siendo una letra muerta. Lo mismo sucede hoy: hay quienes estudian la Escritura, pero sin abrir el corazón a Dios; hay quienes se dicen creyentes, pero buscan más la aprobación humana que la voluntad de Dios.
Jesús nos llama a una fe que no sea solo exterior, sino una entrega real a su persona. Jesús nos está hablando hoy. ¿Responderemos con fe o con indiferencia?
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Imploramos deseosos, Señor, tu perdón, para que tus siervos, corregidos por la penitencia y educados por las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua.
Señor Jesucristo, te pedimos que, con el auxilio del Espíritu Santo y a la luz de tu Palabra, podamos ser testigos y dar testimonio de tu amor a través de las obras que realicemos en nuestra vida cotidiana. Que tu palabra quede sellada en nuestros corazones de manera indeleble, para que podamos llevarla a los que están alejados de ti.
Amado Jesús, otorga tu misericordia a todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Otorga la protección a los agonizantes para que lleguen a tu reino.
Madre Santísima, consuelo de los afligidos, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Jesús condena la superficialidad espiritual. No basta conocer la Escritura, hay que vivirla. Este Evangelio nos pone frente a un espejo: ¿A qué le damos más importancia en nuestra fe? ¿Buscamos el aplauso de los hombres o la aprobación de Dios? ¿Nos dejamos transformar por la Palabra o la reducimos a un conocimiento intelectual? ¿Vemos en Cristo la plenitud de la revelación de Dios o buscamos signos y pruebas?
Hoy, Jesús nos llama a despertar. No basta con saber, hay que creer. No basta con leer, hay que vivir. Hoy haré un examen de conciencia preguntándome: ¿Realmente busco a Dios o busco a un “Dios” que se adapte a mi comodidad?
Hermanos: contemplemos a Dios con un escrito de San Gregorio Magno:
«En el momento de la pasión del Señor, los judíos que le perseguían se ensañaron contra él, y los discípulos, asustados, huyeron. Le veían morir en la carne y no podían creer que fuera Dios. Sin embargo, el Hijo, mientras era abatido en la tierra, tenía un testigo en el cielo.
Y el testigo del Hijo es el Padre, del que él mismo habla así en el Evangelio: “También habla a mi favor el Padre, que me envió” (Jn 5,37). Con toda justicia se le llama testigo, dado que “nadie conoce al Hijo, sino el Padre” (Mt 11,27). El Hijo, por tanto, tenía en el cielo un testigo y un confidente cuando el que le veía morir en la carne no conseguía, precisamente por esto, ver el poder de su divinidad. Los hombres no lo sabían, pero el mediador entre Dios y los hombres sabía que el Padre obraba en unión con él.
Y, tal vez, todo esto se pueda referir también a su cuerpo místico. En efecto, la santa Iglesia soporta las adversidades del presente para conducir esta vida, mediante la gracia divina, al premio eterno. La Iglesia no tiene en cuenta la muerte de su carne, porque aspira a la gloria de su resurrección. Las cosas que sufre son transitorias, y eternas las que espera. No tiene la menor duda sobre estos bienes eternos, porque tiene ya un testimonio seguro de ellos en la gloriosa resurrección de Cristo. De este modo, cuando el pueblo fiel se ve obligado a sufrir por las adversidades, cuando se ve atormentado por la dureza de las pruebas, eleva su espíritu a la esperanza de la gloria que le espera».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.